El FeDÓn...

miércoles, 2 de febrero de 2011

 


TERCERA PARTE
Prueba basada en la existencia de contrarios
[70b-72b]
-Al menos -dijo Sócrates-, no creo que ahora dijera nadie que me escuchase, ni aunque fuera un poeta cómico, que soy un charlatán y que hablo sobre lo que no me atañe. Asi que, si te parece, será menester examinarlo. Y consideremos la cuestión de este modo: ¿tienen una existencia en el Hades las almas de los finados o no? Pues existe una antigua tradición, que hemos mencionado, que dice que, llegadas de este mundo al otro las almas, existen allí y de nuevo vuelven acá, naciendo de los muertos. Y si esto es verdad, si de los muertos renacen los vivos, ¿qué otra cosa cabe afirmar sino que nuestras almas tienen una existencia en el otro mundo?; pues no podrían volver a nacer si no existieran. Y la prueba suficiente de que esto es verdad sería el demostrar de una manera evidente que los vivos no tienen otro origen que los muertos. Si esto no es posible, sería preciso otro argumento.

-Exacto -dijo Cebes.

-Pues bien -prosiguió Sócrates-, si quieres comprender mejor la cuestión, no debes considerarla tan sólo en el caso de los hombres, sino también en el de todos los animales y plantas;en una palabra, tenemos que ver con respecto a todo lo que tiene un origen, si éste no es otro que su contrario en todos los seres que tienen algo que está con ellos en oposición análoga a aquella en que está lo bello con respecto a lo feo, lo justo con lo injusto, y otras innumerables cosas que están en la misma relación. Esto es, pues, lo que tenemos que considerar, si es necesario que todos los seres que tienen un contrario no tengan en absoluto otro origen que su contrario. Un ejemplo: cuando una cosa se hace mayor ¿no es necesario que de menor que era antes se haga luego mayor?

-Sí.

-Y en el caso de que se haga más pequeña, ¿no ocurrirá que de mayor que era primero se hará después menor?

-Así es -contestó.

-¿Y no es verdad que lo más débil procede de lo más fuerte y lo más rápido de lo más lento?
-Por supuesto.

-¿Y qué? ¿Lo que se hace peor, no procede de lo mejor, y lo más justo, de lo más injusto?

-Indudablemente.

-¿Tenemos entonces probado -preguntó Sócrates- de un modo satisfactorio, que todo se produce así, que las cosas contrarias nacen de sus contrarias?

-Sin duda.

-¿Y qué respondes ahora? ¿No hay en eso algo asi como dos generaciones entre cada par de contrarios, una que va del primero al segundo y otra que va, a su vez, del segundo al primero? Entre una cosa mayor y una menor ¿no hay un aumento y una disminución? ¿Y no llamamos, en consecuencia, al primer acto aumentar y al segundo disminuir?

-Sí -contestó.

-¿Y con respecto al descomponerse y al componerse, al enfriarse y al calentarse, y a todas las cosas que ofrecen una oposición semejante, aunque a veces no tengamos nombres para denominarlas, no ocurre de hecho lo mismo en todas ellas necesariamente, que tienen su origen las unas en las otras y que la generación va mutuamente de cada una de ellas a su contraria?

-En efecto -dijo.

-Entonces ¿qué? -replicó Sócrates- ¿Hay algo que sea contrario al vivir de la misma manera que el dormir es contrario al estar despierto?

-Si, lo hay -respondió.

-¿Qué?

-El estar muerto.

-¿Y no se orìgina lo uno de lo otro, puesto que son contrarios? ¿y no son dos las generaciones que hay entre ambos, puesto que son dos?

-Imposible es negarlo.

-Pues bien -prosiguió Sócrates-, yo te voy a hablar a ti de una de esas parejas a las que me referia hace un momento, de ella y de sus generaciones, y tú me vas a hablar a mí de la otra. Se trata del dormir y del estar despierto, y digo que del dormir se origina el estar despierto y del estar despierto el dormir, siendo las generaciones de ambos una el dormirse y la otra el despertarse. ¿Te basta con lo dicho, o no?

-Desde luego que sí.

-Responde tú ahora de igual manera -añadió-, a propósito de la vida y de la muerte. ¿No afirmas que el estar muerto es lo contrario del vivir?

-Sí.

-¿Y que se origina lo uno de lo otro?

-Sí.

-Entonces, ¿qué es lo que se produce de lo que vive?

-Lo que está muerto -respondió.

-¿Y qué se produce -replicó Sócrates- de lo que está muerto?

-Lo que vive, necesario es reconocerlo.

-¿Proceden, entonces, de lo que está muerto, tanto las cosas que tienen vida, como los seres vivientes?

-Es evidente -respondió.

-Luego nuestras almas existen en el Hades.

-Tal parece.

-Y de las dos generaciones que aqui intervienen, ¿no es obvia la una?; pues el morir es cosa evidente sin duda. ¿No es verdad?

-Por compieto.

-¿Qué haremos entonces? ¿No vamos a admitir en compensación la generación contraria, sino que ha de quedar coja en este aspecto la naturaleza? ¿No es necesario más bien conceder al morir una generación contraria?

-De todo punto.

-¿Cuál es esa?

-El revivir.

-Y si existe el revivir, ¿no será eso de revivir una generación que va de los muertos a los vivos?

-Sin duda.

-Luego convenimos aquí también que los vivos proceden de los muertos no menos que los muertos de los vivos, y, siendo esto así, parece que hay indicio suficiente de que es necesario que las almas de los muertos existan en alguna parte, de donde vuelvan a la vida.

-Me parece, Sócrates -respondió-, que, según lo convenido, es necesario que así sea.

-Pues bien, Cebes -dijo Sócrates-, que lo hemos convenido con razón puedes verlo, a mi entender, de esta manera. Si no hubiera una correspondencia constante en el nacimiento de unas cosas con el de otras como si se movieran en círculo, sino que la generación fuera en linea recta, tan sólo de uno de los dos términos a su contrario, sin que de nuevo doblara la meta en dirección al otro, ni recorriera el camino en sentido inverso, ¿no te das cuenta de que todas las cosas acabarían por tener la misma forma, experimentar el mismo cambio, y cesarían de producirse?

-¿Qué quieres decir? -preguntó.

-No es difícil comprender lo que digo -contestó Sócrates-. Por ejemplo: si existiera el dormirse, pero no se produjera en correspondencia el despertarse a partir de lo que está dormido, te das cuenta de que todas las cosas terminarían por mostrar que lo que le ocurrió a Endimión; es una bagatela; y no se le distinguiría a aquél en ninguna parte, por encontrarse todas las demás cosas en su mismo estado, en el de estar durmiendo. Y si todas las cosas se unieran y no se separaran, al punto ocurriría lo que dijo Anaxágoras: "Todas las cosas en el mismo lugar".Y de la misma manera, oh querido Cebes, si muriera todo cuanto participa de la vida, y, después de morir, permaneciera lo que está muerto en dicha forma sin volver de nuevo a la vida, ¿no sería de gran necesidad que todo acabara por morir y nada viviera? Pues aun en el caso de que lo que vive naciera de las demás
cosas que tienen vida, si lo que vive muere, ¿qué medio habría de impedir que todo se consumiera en la muerte?

-Ninguno en absoluto, Sócrates -dijo Cebes-. Me parece enteramente que dices la verdad.

-En efecto, Cebes, nada hay a mi entender más cierto; y nosotros, al reconocerlo asi no nos engañamos, sino que tan realidad es el revivir como el que los vivos proceden de los muertos, y el que las almas de éstos existen [ y a las que son buenas les va mejor; y a las que son malas peor]