...

lunes, 22 de noviembre de 2010

 


La única manera de lograr lo que queremos y necesitamos es... SABER HACIA DONDE VAMOS..

Reencarnación y Karma...

 




La mística de la reencarnación ha sido durante siglos objeto de
fascinación para las mentes curiosas. Desde el origen del tiempo el
hombre ha especulado con la posibilidad de que la vida sea un hilo
continuo, de tal modo que los procesos del nacimiento y la muerte sólo
sean fases que se mueven desde un nivel de existencia a otro. Toda vida
es cambio y todo cambio es vida, pero la vida eterna es la que los
antiguos maestros prometieron y dentro de este ámbito de la vida eterna
todo cambia aunque nada cambie.

¿Cuál es la realidad de la
existencia del hombre? ¿Acaso es su vida física, sus actos, los
principios que defiende, o hay algo mucho más sutil que crea y recrea la
vida humana? Nuestros sentidos pueden engañarnos fácilmente. Un hermoso
diseño arquitectónico sólo es tan real como la idea que lo creó, porque
en algún punto del tiempo y el espacio la estructura simbólica dejará
de existir, aunque la idea que la creó continuará existiendo
eternamente. El profeta Nostradamus escribió gran cantidad de páginas
físicas, muchas de las cuales fueron quemadas o se perdieron. A pesar de
todo, las ideas de esas páginas han sobrevivido. Tal es, pues, la
substancia de la vida eterna.

La idea que tienes de ti mismo es
tu yo real, no el yo tal como lo ven tus familiares, amigos y vecinos.
El yo real no es tu cuerpo físico, por lo que no puedes aceptar que sus
efectos finalicen en el límite de la piel.

EI tiempo no existía
cuando tú no existías y el tiempo no existirá cuando tú dejes de
existir. Pero parte de ti cambiará porque durante tu vida eterna pasarás
por unas transformaciones interminables a medida que tu alma viaja
hacia la perfección, tal como sucede con la oruga y la mariposa. Para
una oruga, encerrarse en el capullo es la muerte, pero para la mariposa
se trata simplemente de pasar de una forma física a otra, sin perder su
propia y verdadera esencia en el proceso. En el antiguo Egipto, los
cuerpos de las almas difuntas eran sepultados con sus posesiones más
queridas, de modo que pudieran sentirse cómodas durante el largo viaje.
Desde hace muchos años en la India los cuerpos se quemaban para que el
alma pudiera elevarse sobre las cenizas hacia Brahma, entendiéndose que
la caparazón física era sólo el templo en el que se aloja el alma.
Parecen saber que el mismo pensamiento que fue capaz de crear tal
templo, también lo será de crear nuevos templos a medida que el alma los
necesite.

Se ha informado sobre la aparición de espíritus desde
el principio de los tiempos, indiscriminadamente, en todas las naciones
del globo. El hombre escucha voces, recibe mensajes, ve formas
espirituales y, en algunos casos, incluso experimenta contactos con sus
vidas anteriores.

La persona escéptica considerará que todo esto
no es más que el producto de una mente desequilibrada, pero resulta que
hay demasiadas ocasiones en que las pruebas sobre la existencia de otras
formas de vida son tan substanciales que hasta la mente más crítica se
ve obligada a detenerse y a hacerse preguntas. El proceso de la vida
eterna se ve no sólo como plausible, sino de hecho como la única
explicación lógica, precisamente allí donde fracasan todas las
explicaciones científicas.

Sabemos que los bebés nacen con
personalidades definidas, que ya exhiben como tales durante los primeros
días pasados en el hospital. A menudo estas personalidades son muy
distintas, despliegan características únicas y son inexplicablemente
contrarias a la herencia que pudieran traer. En la India se han
registrado numerosos casos de niños capaces de hablar dialectos
extraños, distintos a los que les enseñaron sus propias familias.

De
vez en cuando observamos casos de talentos innatos verdaderamente
notables. Mozart por ejemplo, dio su primer concierto a la edad de
cuatro años, superando en mucho cualquier clase de conocimientos
musicales que hubiera podido obtener durante los primeros cuatro años de
su vida. La única explicación posible sobre tan elevado desarrollo
musical es que fuera el resultado de varias vidas y que alcanzara la
cúspide de su expresión precisamente en esa encarnación.

Sería
difícil explicar el talento de Miguel Angel si pensáramos que lo había
obtenido sólo durante una vida, sin haber sabido anteriormente nada de
arte.

Aquellos talentos naturales que uno posee sin necesidad de
que nadie se los haya enseñado suelen ser cosas que uno ha ido
elaborando antes de la encarnación actual.

Consideremos el caso
de Edgar Cayce, nacido con el don natural de la clarividencia y la
percepción extrasensorial. Cuando aún no era más que un jovencito, un
día se suponía que debía estar leyendo un libro determinado como parte
de las tareas a realizar en casa. No obstante, se durmió en el suelo,
utilizando el libro a modo de almohada. Después de despertarle, su padre
estuvo a punto de castigarlo por no haber hecho sus deberes, pero Cayce
le dijo: «Sé todo lo que dice el libro. Sé de qué se trata.» Cuando su
asombrado padre lo interrogó, el joven Cayce contestó todas las
preguntas como si en realidad hubiera leído todo el libro en cuestión.
¿De dónde pudo proceder tanto talento?

En el terreno de las
fobias que se resisten tenazmente a todas las formas de tratamiento
psiquiátrico, descubrimos que la raíz de tal temor extremo se halla
profundamente implantada en el alma, aunque ahora continúe sólo como un
residuo, y a pesar de que el individuo ya ni siquiera recuerde
conscientemente la razón de tales fobias. Todo lo que necesitaría
experimentar para desatar fobias de ese tipo sería una forma de
impresión sensorial que le recordara al subconsciente del individuo una
encarnación pasada durante la cual pudo haber experimentado una razón
adecuada capaz de explicar su temor actual. Enterrados en los recuerdos
del alma se hallan los negativos de las imágenes de cada uno de los
acontecimientos por los que ha pasado cada alma. Todo lo que se necesita
son destellos de luz capaces de enfocar esos negativos, de tal modo que
tengan la capacidad para afectar al individuo en su vida actual.

La
psicología moderna, sin poseer una comprensión real de la
reencarnación, intenta tratar a los pacientes que sufren de fobias por
medio de un proceso que llaman «desensibilización». Confían en que, al
desensibilizar al individuo, alcanzarán finalmente un estado de menor
reacción ante los estímulos. Evidentemente, el precio a pagar es que el
paciente se ve desensibilizado a todos los estímulos, en lugar de los
pocos cuyo origen actual se encuentra en los negativos de su vida
anterior.

Al comprender cómo reacciona un individuo ante el
tiempo, obtenemos la primera clave de porqué son tan difíciles de
superar los temores y las fobias. Resulta razonable esperar que un
estilo de vida perpetuado como un hábito durante tres o cuatro
encarnaciones, exija a los psicólogos de cuatro a cinco años de
tratamiento antes de empezar a ver con cierta claridad.

En el
deseo subconsciente de hallar una vida mejor, los individuos muestran
una fuerte tendencia a comprimir el tiempo. En esencia, resulta que un
problema crónico experimentado en una vida anterior, y que pudo haber
durado treinta o cuarenta años, una vez surgido en la vida actual como
un residuo que aparece estimulado por un acontecimiento o percepción,
queda comprimido de tal modo que aquel lapso de experiencia tan
prolongado resurge simbólicamente durante un período de vida
relativamente corto. Se expande, entonces, de tal modo la emoción
producida por estos mismos acontecimientos que la reacción a ellos es
totalmente desproporcionada, y va mucho más allá de los estímulos
psicológicamente observables de la vida corriente. Al mismo tiempo, los
traumas agudos de las vidas pasadas tienden a ser tan dolorosos en la
memoria del alma, que el individuo es capaz de acudir a todos los
extremos imaginables con tal de evitar aquellas zonas o situaciones que
él sabe inconscientemente que desatarán tales imágenes negativas. Así,
por ejemplo, parece lógico pensar que una persona con pánico a las
alturas haya sufrido en una vida anterior una caída mortal.

A
partir de todos los casos con los que me he tenido que enfrentar, las
indicaciones muestran que aquellas cualidades que, para bien o para mal,
tienen una menor integración con el resto de la vida actual, no son más
que residuos de una encarnación pasada. Piensa, por ejemplo, en todos
aquellos aspectos sobre ti mismo acerca de los cuales no te haya sido
posible encontrar respuesta. ¿Dónde encontrar esa respuesta?

La ley del karma:

El
gran maestro Buda nos enseña: «Eres lo que piensas, habiéndote
convertido en lo que pensaste». La Biblia nos dice: «No os engañéis,
nadie se burla de Dios Según sea la siembra del hombre, así será su
cosecha».

Todos los pensamientos que se tienen se imprimen en la
substancia de la materia universal, donde se manifestarán en último
término como un efecto en el mundo físico. A veces, el efecto puede
producirse pocos momentos después del origen de la causa, por lo que
nosotros tendremos la oportunidad de ver hasta qué punto se hallan
imbricados el pensamiento y el efecto, tal como si arrojáramos una
piedra a un lago y observáramos las ondas producidas. Pero en otras
ocasiones los efectos se producen muchos años después de la causa y
resulta mucho más difícil relacionar ambas cosas. Y, sin embargo, a una
estación siempre sigue otra. El verano sigue a la primavera. El pie
derecho siempre sigue al pie izquierdo. Un hombre nunca puede ir a
ninguna parte sin venir de alguna parte.

Cada día es el resultado
del día anterior, del mismo modo que hoy es el retoño del árbol del
mañana. Cada pensamiento es el resultado del pensamiento que le precede,
del mismo modo que cada vida es otro anillo concéntrico en el árbol de
la vida eterna. Todo lo que se tiene que hacer en cada encarnación es
encontrarse con uno mismo, hágase lo que se haga, váyase adonde se vaya,
piénsese lo que se piense. Y toda experiencia vital está destinada a
ayudarle a uno a refinar ese sí-mismo que evoluciona constantemente
hacia una expresión cada vez más perfecta del alma.

El alma
expande continuamente su consciencia a través de su experiencia, hasta
que finalmente ya no tiene la menor necesidad de reencarnar en un cuerpo
físico. Antes de nacer, el alma escoge las almas de quienes se
convertirán en sus padres. Define la religión en la que vivirá.
Selecciona el ambiente en el que nacerá y será educado, y en último
término programa en yuxtaposición todas las experiencias de la vida por
las que tiene que pasar, incluyendo cada uno de los callejones sin
salida en los que entrará hasta descubrir el camino que conduce a la
verdad.

A medida que los pasos dados por la vida se hacen más y
más ligeros, lo mismo sucede con el peso kármico, Sin embargo, no se
puede apresurar este proceso de encontrarse consigo mismo, porque si uno
trata de avanzar en puntillas se pierde el equilibrio.

El hombre
no hace más que buscar el camino de regreso a casa, y define su estado
de felicidad por la seguridad experimentada al recorrer ese camino. Vaya
donde vaya, el hombre siempre se dirige a casa (como el Hijo Pródigo) y
sus lecciones kármicas son el mapa de ruta en el que se señalan las
detenciones, obstáculos y rodeos que tiene que superar para llevar su
alma al estado de perfección en que volverá a ser uno con el Espíritu
Puro.

La vida bajo la Ley kármica:

El gran místico
Yogananda explicaba la reencarnación y el karma con las siguientes
palabras: «La vida es como una gran cadena en el océano de Dios. Cuando
una porción de la cadena surge de las aguas, sólo se ve esa pequeña
parte. El principio y el final permanecen ocultos. En esta encarnación
sólo estás viendo un eslabón de la cadena de la vida, mientras el pasado
y el futuro, siendo aun invisibles, permanecen en las profundidades de
Dios, que sólo revela sus secretos a quienes se hallan sintonizados con
él.»

Aunque la mayor parte de nosotros no poseemos recuerdos
conscientes de nuestras vidas pasadas, no sólo estamos viviendo los
efectos de todo lo que hemos causado en aquellas vidas, sino que son
precisamente aquellas causas las que nos hacen nacer desiguales,

No
debemos confundir la creencia de que «todos los hombres han sido
creados iguales» con la de «todos los hombres nacen iguales». Sabemos
perfectamente que un niño nacido con un defecto invalidante no tendrá el
mismo estilo de vida ni disfrutará de las mismas oportunidades de otro
niño nacido sin defectos. Un niño nacido en un ghetto no puede esperar
tener las mismas experiencias que otro niño nacido en el campo. Sabemos
que el concepto de que todos los hombres son creados iguales es correcto
en la medida en la que se refiere al hombre como una entidad con alma
en su creación original, en cambio, lo que este mismo hombre haga con
dicha igualdad a partir del momento en que empiece a moverse en la vida,
es algo que depende por completo de su libre albedrío. Naturalmente,
aquello que haga con su voluntad determinará también los niveles de
evolución que alcanzará su alma, así cómo y cuándo los alcanzará.

Dos
individuos confrontados con los mismos acontecimientos o circunstancias
se comportarán de modo diferente. Uno echará a correr huyendo del
acontecimiento, mientras que el otro se enfrentará con él hasta el
máximo de sus posibilidades. El primer individuo tendrá que volver a
repetir la experiencia una y otra vez, mientras que el segundo se
hallará preparado para avanzar hacia el aprendizaje de nuevas lecciones.
A medida que transcurre el tiempo, no medido ya en meses y años sino en
vidas enteras, el segundo individuo irá alcanzando niveles de evolución
cada vez más elevados y con mayor rapidez, mientras que el primero se
tendrá que enfrentar a las mismas lecciones kármicas, básicas y
elementales, durante una eternidad de períodos de vida.

A pesar
de que todos vivimos bajo la misma ley kármica, cada uno de nosotros se
encuentra en un peldaño distinto de la escalera que conduce a la
perfección. Cada peldaño es una fase de crecimiento diferente, pero
siempre estará en consonancia con todos los peldaños ya subidos que nos
han permitido llegar al nivel en el que estamos ahora. Cada uno de los
peldaños dejados atrás es una encarnación pasada, y en cada vida que
vivimos nos vamos asegurando que la estructura de la escalera que está
bajo nosotros sea firme y sólida. Es muy arriesgado subir corriendo una
escalera que temblequea; hay que esforzarse en los peldaños inferiores
para dejarlos bien asegurados.

Martin Schulman..