El principio imposible de vida/muerte...

domingo, 17 de julio de 2011

 





Pues he aquí que el reino de los cielos está en medio de vosotros.
Lucas 17,21

La idea principal de la nueva Alquimia, el cordel que liga todas las ideas que presentamos aquí, se encuentra en el concepto de la unidad: la gran inseparabilidad de las cosas. Tomado literalmente, esto significa, como veremos, que los conceptos mismos de un cielo aparte de la Tierra, de una mente aparte del cuerpo, de un libre albedrío aparte del determinismo, de una vida aparte de la muerte, y de hecho toda dualidad, toda pareja de opuestos en la que proponemos un adentro y un afuera, una frontera, una nación, una isla, una membrana, una distinción; todo eso y más, no son datos primarios.

Sin embargo, nos esforzamos inconscientemente por guardar enterrado este secreto dentro de nosotros. Trabajamos sin darnos cuenta por mantener el statu quo. Dicho de otro modo, optamos inconscientemente por vivir sujetos a la ilusión de que todo es tal como lo vemos. Ésta no sólo es una verdad fundamental para ti y para mí, sino que es el secreto profundo de la existencia del universo: esconderse del propio yo esencial. Es el gran truco de Dios, y si funciona es sólo porque nosotros accedemos a creernos el truco. Si somos capaces de dejar de creerlo durante un minuto, durante un segundo, aunque sea durante un milisegundo, y de permitir que nuestra consciencia advierta que nos hemos detenido, nos daremos cuenta del truco.

En algún momento de nuestras vidas, de alguna manera, en alguna parte, por un solo instante, se devela el gran misterio. Dios, el mago, levanta el telón, nos enseña ligeramente el truco y nosotros captamos un atisbo de ilusión. Pero no gritamos: Caramba!. El local no se llena de exclamaciones de asombro. Algo se vuelve distinguible de la nada en un solo acto creativo, pero nos engañamos a nosotros mismos para no ver. Y así sigue la cosa. El aire no se llena de aplausos. Nos quedamos sentados contemplando el espectáculo, liberamos un suspiro de alivio y nos decimos inconscientemente: Esto no lo entenderemos nunca, más nos vale aceptarlo sin más.

En realidad, todas las distinciones surgen de tales actos. Y la mayoría de nosotros solemos mantenernos inconscientes y aferrarnos a la ilusión hasta el último nanosegundo de nuestra existencia. Contemplamos la frontera que separa el mar y la tierra, que separa el aire, la tierra y el agua. Contemplamos la corteza efervescente de arena, agua y aire, y recordamos las distinciones. Y del mismo modo, vivimos nuestra vidas con la idea tranquilizadora de que existe una membrana invisible que nos separa a nosotros de ese mundo que está allí fuera; de que aquí dentro, en nuestras mentes, en nuestros mundos interiores de la imaginación, estamos solos y a salvo. Ninguna persona o cosa puede entrometerse de ninguna manera en nuestros mundos mentales individuales. Todos los sentidos de nuestros cuerpos nos dicen constantemente que esto es la verdad, que cada uno de nosotros está solo. No tenemos en cuenta ninguna información, ningún pensamiento, ninguna percepción, ningún relato de imaginación, ningún relato de otra persona que se oponga a nuestra presentación sensorial de los mundos separados del allí fuera y del aquí dentro. Miramos con escepticismo a las personas que nos dicen otra cosa, y lo más probable es que las tachemos de necios errados o incluso de locos.

Actualmente, muchos de nosotros, atrapados en este dilema entre la ilusión y la realidad, quisiéramos creer que la separación es una ilusión. En tal caso, tenemos suerte!.

Lo que sabían los alquimistas...

Las distinciones no son reales. Son los susurros pasajeros de una realidad potencial que todo lo alcanza, sutil y no expresiva. El mundo no está hecho de tareas separadas. La mente no está separada de la materia. Y tú no estás separado de ningún otro ser, animal, vegetal, vivo, muerto, o que sea aparentemente materia inanimada. El reino de los cielos y la isla del infierno se encuentran dentro de ti. Todo lo que has querido saber siempre se encuentra dentro de ti. Se encuentra dentro de ti una vasta potencialidad que se incita a sí mismo a levantarse y a convertirse en algo. Dentro de ti, como una serpiente enroscada que espera levantarse de tus sombras más profundas, se encuentra todo momento creativo que existe, que ha existido y que existirá.

Pero la marea acaba por bajar, como la del mar que baña las costas. El agua vuelve al mar. La orilla se hace valer. Todas las distinciones desaparecen tarde o temprano. Ninguna frontera perdura para siempre. Nada perdura. Todo vuelve al gran mar de la unidad. La vida, la muerte y todas las pautas se mueven de manera vibrátil. Puedes concebir esto como el principio imposible de vida/muerte.

Hasta el espacio y el tiempo (la palestra donde pasamos nuestras vidas) no sólo son reales, sino que son proyecciones que vienen de algo mucho más profundo y misterioso. Hasta esta misma palestra desaparecerá. Este pensamiento imposible, sin extensión espacial, no pensante, que no dura ni un segundo ni una eternidad, ni siquiera la menor pizca de tiempo ni el más largo de los eones, esta profundidad, esta luz/oscuridad que está más allá de lo que puede representarse como vacío, este principio paradójico de vida/muerte, este anhelo profundo, aparece como una nube, como un recuerdo, como una leve perturbación, y se desarrolla como tal. Pero a nosotros nos da la impresión de que cobra existencia sin más, sin el menor pensamiento ni aviso.

El gran oleaje, siempre ondulante, se hace valer una vez más. El mar baña la orilla. Es una ilusión producida por la necesidad misma de que el acto que da la existencia al universo requiere de esta ilusión.

Pero la requiere? Y si la noción misma de encontrar la verdad fuera puramente imaginaria?

Los antiguos alquimistas que percibieron el vacío.

La inseparabilidad es escurridiza; en la mayoría de los casos resulta imperceptible para nuestros sentidos, y es difícil de describir. No obstante, en todo el mundo antiguo hubo muchos alquimistas independientes entre sí que percibieron la presencia de este principio imposible, no dividido de vida/muerte que existen simultáneamente.

De manera no muy distinta de algunos científicos de nuestros días, de pensamiento profundo, que buscan en sus descubrimientos de nuevos principios de inseparabilidad el significado oculto de la vida y respuestas a los misterios del universo, los alquimistas buscaban maneras de salvar el aparente abismo que implica toda distinción. Buscaban el mal que estaba detrás de todo bien. Cuando quedaban convencidos de su visión, llegaban a creer que toda separación, descubierta o percibida, era ilusoria. Y por ello buscaron un camino que los condujera al reino de la inseparabilidad. Querían tener en las manos la paradoja de la existencia. Querían ver las dos caras de la moneda a la vez. Todo su trabajo, todos sus esfuerzos experimentales, tenían un único objetivo: destrozar la membrana de la separabilidad. Para conseguirlo no sólo debían trabajar en su arte alquímico, sino que debían trabajar también sobre sí mismos, replanteándose constantemente los límites de lo aceptable dentro de los que se sentían cómodos.

Disolver la antigua membrana.

Por tanto, la antigua alquimia tenía tanto que ver con el dominio de uno mismo como con el dominio de las leyes físicas de la naturaleza. Este dominio exigía paciencia, observación y, sobre todo, devoción. Un antiguo alquimista, Juan de Rupescisia, escribió en el siglo XIV que la alquimia es el secreto del dominio de fijar el Sol en nuestro propio cielo, para que brille allí y arroje luz, y el principio de la luz, sobre nuestros cuerpos.

Disolver la membrana. Los antiguos alquimistas buscaron disolver la barrera entre la realidad que ellos veían que era una ilusión, y lo imaginario que pensaban que era real.

Para descubrir este secreto, los alquimistas tenían que aprender a dominar el arte de disolver todas las barreras de la separabilidad. Entre estas barreras se contaban, sobre todo, todas las ideas o conceptos que apuntaran a una distinción sensorial entre el allí fuera y el aquí adentro. Por tanto, la membrana más notable que tenían que disolver era la que separaba la mente de la materia. Aspiraban a aclararse a sí mismos la invalidez de la distinción entre el mundo real y el mundo imaginal. Para ello, tenían que descubrir el modo de pasar de manera consciente y voluntaria de uno de los reinos al otro. Esta tarea no era sencilla a causa de la ley de la inercia.

La ley secreta de la resistencia: la inercia...

Para los alquimistas, la inercia no sólo llenaba aparentemente el mundo exterior, tendiendo a mantener las cosas en sus lugares respectivos y separados, sino que también llenaba el mundo interior del pensamiento y de la percepción, tendiendo a hacerles aceptar como hecho objetivo aquello que podía repetirse una y otra vez. El mismo Isaac Newton, que también era alquimista, descubrió el principio universal de la inercia, que lo llevó a formular las leyes mecánicas objetivas del movimiento.

Para conseguir la ruptura que supone superar la inercia mental se precisa una manera nueva de pensar. Con una forma nueva de pensar aparecen maneras nuevas de evaluar lo que pensamos. Y con estos nuevos instrumentos de evaluación surgen nuevas formas de sentir. Cuando hablo de sentir no me refiero a lo que se percibe por el sentido del tacto. Uso el término con el significado que le daba Carl Jung. Sentir significa pasar por un devenir asegurado y duradero, ser conscientes de una vivencia aquí dentro a lo largo del tiempo, pero sin ser conscientes del tiempo que dura este sentir; ser conscientes, a lo largo de un período de tiempo, de un tipo o cualidad concreta de un estado físico, mental o emocional. La cualidad duradera de un sentimiento tiene una importancia extrema en lo que sigue.

Cuando te ha surgido una nueva manera de sentir acerca de tus pensamientos, empiezas a percibir el mundo allí fuera con ojos nuevos: de manera creativa, informativa, nueva; como un niño. Con el surgimiento de nuevas sensaciones iluminadas, empiezas a tener intuiciones más profundas. Estas intuiciones surgen en forma de ideas, nociones, predicciones del futuro o reevaluaciones del pasado. Aparecen en forma de visiones. Y cada pensamiento nuevo instituye un ciclo. El ciclo recorre unas fases, como las del Sol y la Luna, del pensar al sentir, del sentir al percibir, del percibir al intuir, y ahí vuelve a comenzar el ciclo. La repetición del ciclo forma una energía vibratoria que se repite físicamente en el cuerpo. Si no hay nada que lo interrumpa, constituye un recuerdo al que se puede acceder, como quien acude a un barril de cerveza a llenar su jarra.

De esta manera cíclica se forman todos los recuerdos, se estabilizan todas las impresiones en forma de hechos, se forman todas las opiniones sobre el mundo y todas las opiniones sobre ti mismo en ese mundo. Cuando se interrumpe el ciclo, cuando se disuelve su hábito adictivo, comienza un nuevo ciclo. Como se verá, el ciclo completo tiene todo lo necesario para pasar a formar parte de la realidad: tiene inercia, tiene resistencia y si se alimenta de ciclos energéticos que están en fase con él, se desarrolla y vive. Si se desarrolla y vive sin trabas, se convierte en un arquetipo y posee al usuario con tanta seguridad como un demonio poseería a un filósofo medieval empeñado en penetrar en los secretos de Dios, cueste lo que cueste.

Un secreto así se revelaba continuamente a los antiguos alquimistas y los poseía. Se les aparecía en sueños o les surgía en sus pensamientos cuando ellos revolvían la materia en sus laboratorios. Recibían un atisbo de que lo que pasaba aquí, en la Tierra (en el mundo inferior), estaba vinculado con lo que pasaba en los cielos (el mundo superior), y de que lo que tenía lugar en el mundo interior de la psique transforma el mundo exterior de las estrellas, las personas, los lugares y las cosas. Habían visto cómo podía transformarse la información en materia. Y habían visto lo inverso. Habían discernido el principio de la vida y la muerte. Se habían aventurado en el vacío y habían traspasado la membrana de la inercia.

El misticismo antiguo y la ciencia moderna...

Podríamos considerar que estos antiguos místicos estaban errados. Quizás lo estuvieran, en el sentido de que no conocían la ciencia moderna. Pero en lo que respecta al principio esencial vida/muerte, daban en el clavo, hablando desde el punto de vista científico. Un mundo imaginal abstracto interior tenía que ejercer un efecto de causación sobre el mundo material exterior, y viceversa. Lo que es abajo es como lo que es arriba. Lo que es afuera es como lo que es adentro. Los estados soberanos de lo imaginal y de lo real están conectados entre sí estrechamente.

Este hecho de la naturaleza, que se sospechaba desde hacía mucho tiempo pero que se dudó y se enterró, vuelve a salir a la superficie en esta era basada en la ciencia a la que llamamos era de la información. Nos conduce a una visión nueva de la realidad; a una visión en que la realidad imaginal, subjetiva o virtual de la ciencia y la realidad física, exterior u objetiva de la materia están vinculadas entre sí inseparablemente. Como veremos en seguida, este vínculo trasciende el tiempo y el espacio.

Dado que este vínculo es exterior al reino espacio-temporal, muchas personas inteligentes creen que la respuesta al acertijo de la relación entre el mundo exterior de la sustancia y el mundo interior del conocimiento no se encuentra en el mundo de la ciencia, sino que debe buscarse únicamente en el mundo metafísico de la espiritualidad. No obstante, y tal como veremos aquí, estos dos mundos están unidos entre sí, fuera del espacio y del tiempo, para constituir una visión del mundo única, constituyendo una unión tan íntima como la del propio espacio y el tiempo en la teoría de la relatividad de Einstein-Minkowski. Están vinculados tan estrechamente como la mente y la materia, como lo real y lo imaginal. La mente no está en el cerebro; el cerebro no está en la mente. Podemos concebirlos, en cierto sentido, como dos países fronterizos, o como regiones o hemisferios del mundo. Desde perspectivas separadas, cada uno puede considerarse como si estuviera contenido por el otro. Desde el exterior, aparecen como una unidad.

Aun actualmente nos resulta difícil creer que el mundo imaginal ejerce un efecto de causación sobre el mundo real. Por otra parte, nos cuesta poco trabajo creer que el mundo material influye sobre el mental. Al fin y al cabo, sabemos que las drogas y los medicamentos que alteran la mente pueden hacer cambiar los estados de ánimo, hacer que el dolor se disipe aparentemente e incluso aliviar las enfermedades. La medicación puede transformar el cerebro de una persona que padece esquizofrenia de manera que produzca una mente de funcionamiento aparentemente normal.

La locura de los alquimistas...

Hoy día no está muy clara la frontera que separa al loco del ingenioso. También los antiguos alquimistas tenían que cargar con la etiqueta de locos. Todo lo que tocaban los alquimistas quedaba rodeado de una aureola de locura. De hecho, para muchos que presenciaban sus actos, ser alquimistas era estar loco. Esto se debía a que para conseguir sus aparentes milagros los alquimistas debían viajar a lugares de la mente a los que pocos se atrevían a llegar. Y según la leyenda, al llegar allí tenían que hacer frente a un embaucador, a un engañador, que estaba en la frontera que separa la realidad de la imaginación, iluminada por la Luna.

Pero cómo conseguían realizar los antiguos alquimistas su aparente magia? Cómo cruzaban la frontera, sorteando al embaucador que estaba siempre presente en el límite? No cabe duda de que, metafóricamente, debían dejarse guiar por la luz de la Luna. Y tenían que esperar ver al embaucador, que los dejaría pasar cuando ellos lo hubieran reconocido como a una imagen de sí mismos.

Su visión del mundo iluminada por la Luna, toda su manera de ver el mundo, suponía que:

Cielo arriba
Cielo abajo
Estrellas arriba
Estrellas abajo
Todo lo que es arriba
También es abajo
Capta esto
Y regocíjate.

Los alquimistas veían los mundos superior e inferior como analogías de los mundos interior (personal) y exterior (externo), de lo que hoy llamamos lo subjetivo y lo objetivo. En nuestra nueva alquimia, estos mundos están conectados por líneas de relato múltiples, por historias de posibilidad relacionadas con la idea de la física cuántica de los caminos de acción. Resulta que podemos alterar estas líneas de relato con sólo que nos arriesguemos a plantarnos cara al embaucador en cada uno de los puntos del camino.

Cuando te desplazas por tu propia línea de relato, los objetos mentales (los contenidos de una realidad virtual dentro del reino subjetivo, que suelen aparecer en tus sueños como personajes oscuros) cobran vida y se te aparecen como nuevas imágenes, pensamientos, sentimientos e intuiciones. Estas imágenes te pueden arrastrar como si te llevara una ola gigante.

La línea de relato conecta el mundo de allí fuera con el mundo de aquí dentro. La onda de la vida desplaza al yo desde los objetos mentales de la línea de relato hasta el reino físico, donde anima las contrapartidas materiales. Entonces, las contrapartidas materiales reaccionan y devuelven por esas mismas líneas de relato una onda reflejada que establece una conexión entre la realidad virtual interior y el campo físico exterior. Esta respuesta de onda imaginal de iniciación/onda física reflejada produce un bucle en el tiempo, en el que la actividad física se produce antes o después de que aparezca el objeto mental. Cuando la actividad física se produce después, tú lo experimentas como el cumplimiento de un deseo. Cuando se produce antes, lo ves como un dejá vu, o tienes una sensación interior de saber lo que va a pasar.

Acuérdate del primer ser, Adán Kadmón. De sus ojos, boca, nariz y oídos emanó la luz primigenia ilimitada. En un gran misterio abrumador, surgieron entonces de la nada unos recipientes especiales que recogieron esta luz primigenia. Estos recipientes eran materia primigenia o seminal. Eran los primeros actos de limitación.

Para convertirte en este Adán debes ser consciente de este misterio de la luz contenida. Debes acceder a la línea de relato del tiempo, acudir al pozo de lo imaginal y dar el primer paso hacia la magia y hacia un despertar sagrado. Este paso fue y es el principio de algo, en lugar de nada. Fue y es el acto primigenio de la creación. Fue y es la formación de la herramienta más poderosa que se ha creado jamás: la palabra...

Fred Alan Wolf...

La Realidad...

 


Enfréntate a la realidad como un niño pequeño, abandona la idea preconcebida,sigue con humildad cualquier abismo adonde la naturaleza te conduzca o no aprenderás nada...

Thomas Huxley...

Auto-Conciencia...

 


"Si se logra entender la relación íntima entre nuestras acciones y sus consecuencias para uno mismo y los demás, nos transformaremos automáticamente en cuidadosos y concienzudos. Esto es lo que significa tener auto-consciencia. " Lama Yeshe...

Creo...

 



NO CREO en conseguir a una persona que nos “llene la vida”, CREO en una vida llena para poder compartir la felicidad con otra persona. NO CREO en que el amor lo genera alguien, CREO en que el amor está en nosotros, si hemos llegado a crecer lo suficien …te como para desarrollarlo y mantenerlo, y que de pronto se dispara por personas que comparten pensamientos y sentimientos.
NO CREO en la exclusividad de dar y estar, CREO en una actitud frente a la vida integral, con diferentes expresiones pero sin condiciones. NO CREO en el “amor” a primera vista ni en “creer en alguien” en muy poco tiempo, CREO en hablar el mismo idioma, en el “feeling”, en la comodidad de estar cerca, en conexiones de energía, como los ríos que se unen en un mismo curso.
NO CREO en el amor de hoy prometido para toda la vida, CREO en el respeto y en la sinceridad. En el amor maduro que nos deja espacio para crecer juntos… CREO en el amor que dos deciden, en el amor que nos da la gana de compartirlo… sin presiones… sin exigencias.
NO CREO en esfuerzos “unilaterales” por llegar. CREO en la naturaleza del fluir y coincidir. El estar centrados para escuchar hasta donde podemos llegar. Para equilibrar sin sufrir. NO CREO en amar sufriendo, CREO en amar con armonía. En que el amor es más y nunca menos. En el “te quiero” sin porqué…… NO CREO en amores que coartan, en amores que frenan. CREO en las relaciones que nos apoyan en los malos momentos, que leen la mirada… que sonríen con el alma… que están…!
NO CREO en callarse por no dañar…, CREO en la comunicación como la mejor vía para construir, coincidir y decidir. CREO en la absoluta sinceridad al decir “te amo” y también al decir “me voy”. CREO en que la vida la construimos nosotros y CREO en la frase que dice…”La vida es 10% lo que nos sucede y 90% cómo reaccionamos a ello”, y lo único que nos puede asegurar que así sea, es tener la valentía de enfrentarla sin miedos en el presente ya que el mañana podrían no estar… CREO completa y ciegamente en el AMOR Puro, integro, incondicional, cálido, ése que es tan profundo, como sensación, como belleza, como entrega, que en esencia no se diferencia del maternal, del fraternal, de la amistad, del de pareja. CREO que debemos asegurarnos cómo lo hacemos llegar, porque nos toca puntos distintos, pero al final es uno solo… el que está en nosotros como consecuencia de tener mente, emoción, sentimientos y corazón.

Antonio Ruiz Suñer...