"Siempre que
haya un debilitamiento de la Ley y un crecimiento de la ilegalidad en todas
partes, entonces Yo me manifiesto."
"Para la
salvación de los justos y la destrucción de aquellos que hacen el mal, para el
firme establecimiento de la Ley, Yo vuelvo a nacer edad tras edad."
Bhagavad Gita Li ...bro
IV, Aforismos 7 y 8.)
CAPÍTULO 1
LA DOCTRINA DE AQUEL
QUE VIENE...
Enseñanza Occidental
LA DOCTRINA DE LOS
AVATARES:
Enseñanza Oriental
En todas las épocas,
en muchos ciclos mundiales, en muchos países (y hoy en todos), han habido
grandes momentos de tensión que se caracterizaron por un sentimiento de
esperanzada expectativa. Se espera a Alguien y Su venida es presentida. En el
pasado, los instructores religiosos fueron siempre los que han fomentado y
proclamado esta expectativa en su época, y lo han hecho en los momentos de caos
y dificultades al acercarse el fin de una civilización o cultura, y cuando los
recursos de las antiguas religiones parecían ser inadecuados para solucionar
las dificultades o resolver los problemas de los hombres.
La venida del
Avatar, el advenimiento de Aquel que viene y, en términos actuales, la
reaparición de Cristo, constituyen las notas clave de la preponderante
expectativa. Cuando los tiempos están maduros, la invocación de las masas es
suficientemente clamorosa y muy vehemente la fe de quienes saben, entonces Él
ha venido, y esta antigua regla o ley universal no será hoy exceptuada. La
reaparición de Cristo, el Avatar, ha sido, durante décadas, anticipada por los
creyentes de ambos hemisferios ‑no sólo por los cristianos, sino también por
quienes esperan a Maitreya, al Boddhisattva y al Iman Mahdi.
Cuando los hombres
sienten que han agotado todos sus recursos, que han llegado al término de
todas sus posibilidades innatas y que no pueden resolver ni manejar los
problemas y condiciones que enfrentan, suelen buscar a un Intermediario divino
y al Mediador que abogue por su causa ante Dios y logre su salvación. Buscan
un Salvador. Esta doctrina de Mediadores, Mesías, Cristos y Avatares, abunda
en todas partes y puede ser trazada como un hilo dorado que atraviesa todos los
credos y Escrituras del mundo, relacionándolos con una fuente central de
emanación. Incluso el alma humana es considerada el intermediario entre el
hombre y Dios; incontables millones de seres humanos creen que Cristo actúa
como el divino Mediador entre la humanidad y la divinidad.
Todo el sistema de
revelación espiritual está basado –siempre lo ha estado-‑ en la doctrina de la
interdependencia y la vinculación planificada, ordenada y consciente, y en la
transmisión de energía desde un aspecto de la manifestación divina a otro ‑des
de Dios que se halla en el "Lugar secreto del Altísimo", hasta el más
humilde ser humano que vive, lucha y padece en la tierra. En todas partes
existe esta transmisión de energía; Cristo lo ha dicho: "Yo he venido para
que ellos puedan tener vida", y las Escrituras de todo el mundo hablan
repetidamente sobre la intervención de algún Ser, originario de una fuente más
elevada que la estrictamente humana. Siempre ha aparecido el mecanismo
apropiado a través del cual la divinidad puede llegar a comunicarse con la
humanidad, y la doctrina de los Avatares, o "Seres divinos que
vienen" tiene que ver con esta comunicación y estos Instrumentos de
energía divina.
Avatar
es aquel que posee la capacidad (además de una tarea autoiniciada y un destino
predesignado) de trasmitir energía y poder divinos. Esto constituye lógicamente
un profundo misterio que Cristo demostró en forma singular y en relación con la
energía cósmica. Por primera vez en la historia planetaria, hasta donde podemos
saberlo, trasmitió la divina energía del amor directamente a nuestro planeta y
en forma muy definida a la
humanidad. A estos Avatares o Mensajeros divinos, también se
los vincula con el concepto formulado por alguna Orden subjetiva espiritual, o
Jerarquía de Vidas espirituales, que se ocupa de desarrollar el bienestar
humano. Todo lo que realmente sabemos es que en el transcurso de las
épocas, grandes y divinos Representantes de Dios personifican el propósito
divino y afectan de tal manera el entero mundo, que Sus nombres e influencias
se conocen y se sienten miles de años después que han dejado de caminar entre
los hombres. Repetidas veces han venido y han cambiado al mundo legando una
nueva religión mundial; sabemos también que por la promesa de la profecía y la
fe, el género humano ha esperado su retorno en momentos de necesidad. Estas
afirmaciones se refieren a hechos históricamente comprobados. Más allá de esto
se conocen muy pocos detalles.
La palabra sánscrita
"Avatar", significa literalmente "descendiendo desde muy
lejos". Ava (como prefijo de verbos y sustantivos verbales)
expresa la idea de "lejos, lejano, distancia", Avataram (comparativo)
más lejano. La raíz AV
parece trasmitir la idea de protección desde lo alto, empleándose hoy
en palabras compuestas que se refieren a la protección que proviene de reyes o
regentes; en lo que respecta a los dioses significa aceptación favorable cuando
se ofrece un sacrificio. Puede decirse que la raíz de la palabra significa:
"Descendiendo con la aprobación de la fuente superior de la cual proviene,
a fin de beneficiar el lugar para el que fue destinado." (Diccionario
Sánscrito de Monier Williams)).
Sin embargo, todos
los Avatares o Salvadores mundiales, expresan dos incentivos básicos: la
necesidad de Dios de hacer contacto con la humanidad y relacionarse con los
hombres, y la necesidad que tiene la humanidad de entrar en contacto con la divinidad
y ser ayudada y comprendida por ella. Por estar sujetos a estos incentivos,
todos los verdaderos Avatares son por lo tanto intermediarios divinos. Pueden
actuar de esta manera porque se han emancipado completamente de toda limitación
y sentimiento de egoísmo y separatividad, y ya no son ‑de acuerdo a las
comunes normas humanas‑‑‑ el centro dramático de sus propias vidas, como lo
somos la mayoría de nosotros. Cuando han alcanzado esa etapa de
descentralización espiritual pueden
convertirse en verdaderos acontecimientos en la vida de nuestro planeta,
porque todos los ojos dirigen sus miradas hacia Ellos, y todos los hombres
pueden ser afectados por Ellos. Por lo tanto, un Avatar o un Cristo, aparece
por dos razones: la incógnita e inescrutable Causa que lo impele a hacerLo y la
demanda o la ‑invocación de la humanidad misma. Un Avatar que llega es, en
consecuencia, un acontecimiento espiritual que trae grandes cambios y
restauraciones, para inaugurar una nueva civilización o restablecer
"antiguos jalones" y llevar al hombre más cerca de lo divino. Han
sido descriptos como "hombres extraordinarios que aparecen de vez en
cuando para cambiar la faz del mundo e inaugurar una nueva era en el destino
de la humanidad". Llegan en momentos de crisis; frecuentemente crean
crisis, a fin de poner término a lo antiguo e indeseable, reemplazándolo por
las formas nuevas y más apropiadas para la evolucionante vida de Dios, inmanente
en la naturaleza.
Llegan cuando el mal predomina. Aunque sólo sea por esta
razón podemos en la actualidad esperar un Avatar. El escenario adecuado para la
reaparición de Cristo está ya preparado.
Hay
Avatares de muchas graduaciones y clases; unos son de gran importancia
planetaria porque expresan ciclos completos de futuros desarrollos y emiten la
nota y la enseñanza que introducirán en Sí Mismos una nueva era y una nueva
civilización: Ellos personifican las grandes verdades que las razas humanas deben
tratar de conocer y constituyen todavía el objetivo de las más grandes
mentalidades de la época, a pesar de ser incomprendidas. Determinados Avatares
también expresan en Sí Mismos la suma total de la realización humana y la
perfección racial, llegando a ser los "hombres ideales" de las
épocas. A otros más evolucionados se les permite ser custodios de algún principio
y cualidad divinos, que requieren una nueva presentación y expresión en la
Tierra, y pueden serlo porque han logrado la perfección y alcanzaron la más
elevada iniciación posible. Tienen el don de ser esas cualidades
espirituales personificadas porque han expresado íntegramente tal cualidad y
principio específicos, y pueden actuar como canales para trasmitirlos desde el
centro de toda Vida espiritual. Ésta es la base de la doctrina de los Avatares
y Mensajeros divinos.
Así
fue Cristo, dos veces Avatar, no solamente porque emitió la nota clave de la
nueva era (hace más de dos mil años), y también en forma misteriosa e
incomprensible personificó en Sí Mismo el divino principio del Amor, siendo el
primero que reveló a los hombres la verdadera naturaleza de Dios. La demanda
invocadora de la humanidad (el segundo de los incentivos que producen una
Aparición divina) tiene un efecto poderoso, pues las almas de los hombres
poseen, especialmente cuando actúan en forma conjunta, algo que es afín con la
naturaleza divina del Avatar. Todos somos Dioses e hijos de un solo
Padre, como lo ha dicho el último Avatar que ha venido, el Cristo. En cada corazón
humano existe ese centro divino que, cuando entra en actividad, puede evocar
respuesta desde ese elevado Lugar donde Aquel que viene espera su momento
oportuno para aparecer. únicamente la demanda unida de la humanidad y su
"intención masiva" puede precipitar el descenso (como se lo
denomina) de un Avatar.
Resumiendo: la
doctrina de los Avatares y la doctrina de la continuidad de la
revelación van paralelas. En todas las épocas y en cada gran crisis humana, y
siempre en las horas de necesidad, en la creación de una nueva raza o en el
despertar de una humanidad preparada para recibir una nueva y más amplia
misión, el Corazón de Dios ‑impulsado por la Ley de Compasión envía un
Instructor, un Salvador del mundo, un Iluminador, un Avatar, un Intermediario
Transmisor, un Cristo. Trae el mensaje de curación que indicará el próximo
paso que la raza humana debe dar; además iluminará un oscuro problema mundial,
e impartirá al hombre el conocimiento de un aspecto de la divinidad hasta
ahora incomprendido. La doctrina de los Avatares, Mensajeros divinos,
Apariciones divinas y Salvadores, está fundada en el hecho de la continuidad de
la revelación y en la secuencia de esta manifestación progresiva de la
naturaleza divina. La historia da testimonio inequívoco de todos Ellos. En la
realidad de esta continuidad, de esta secuencia de Mensajeros y Avatares y en
la horrenda y espantosa necesidad de la humanidad de esta época, se basa la
expectativa mundial de la reaparición de Cristo. El reconocimiento innato de
estas realidades ha producido el clamor invocador, elevado constantemente por
la humanidad, en demanda de algún alivio o intervención divina; el reconocimiento
de estos hechos también inspirará el mandato que ha surgido desde "el
centro donde la voluntad de Dios es conocida para que el Avatar venga
nuevamente; el conocimiento de ambas demandas indujo al Cristo a prometer a
todos Sus discípulos del mundo que Él reaparecería cuando hayan realizado el
trabajo preparatorio necesario.
Los Avatares más comúnmente
conocidos y reconocidos son: Buda en Oriente y Cristo en Occidente. Sus
mensajes son familiares a todos, y los frutos de Sus vidas y palabras han
condicionado el pensamiento y la civilización de ambos hemisferios. Debido a
que son Avatares humanos‑divinos, representan aquello que la humanidad puede
comprender fácilmente, porque su naturaleza es igual a la nuestra, "carne
de nuestra carne, espíritu de nuestro espíritu"; los conocemos y
confiamos en ellos, significando para nosotros más que otras Apariciones
divinas. Son conocidos por millones de seres que también Los conocen, confían
en Ellos y Los aman. Cada uno estableció un núcleo de energía espiritual que
está más allá de nuestra capacidad de comprensión. La tarea incesante de un
Avatar consiste en establecer un núcleo de energía persistente y
espiritualmente positivo; enfoca o introduce una verdad dinámica, una
potente forma mental o un vórtice de energía magnética en el mundo del humano
vivir. Este punto focal actúa acrecentadamente como transmisor de energía
espiritual; permite a la humanidad expresar alguna idea divina que con el
tiempo produce una civilización con su consiguiente cultura, religión,
política, gobierno y métodos educativos. Así se hace la historia, la cual
después de todo no es más que el registro de la reacción cíclica de la
humanidad hacia alguna afluyente energía divina, hacia un líder inspirado o
algún Avatar.
Un
Avatar es por lo general, por tiempo indefinido, un Representante del segundo
aspecto divino, el de Amor‑Sabiduría, el Amor de Dios. Se manifestará como un
Salvador, un Constructor, un Preservador; la humanidad no está todavía
suficientemente desarrollada ni adecuadamente orientada hacia la vida del
Espíritu como para resistir fácilmente el impacto de un Avatar que exprese la
dinámica voluntad de Dios. Para nosotros (y ésta es nuestra limitación),
Avatar es aquel que preserva, desarrolla, construye, protege, ampara y socorre
los impulsos espirituales por los cuales vive el hombre. La necesidad del
hombre y su demanda de preservación y ayuda, hace que Él se manifieste. La
humanidad necesita Amor, comprensión y correctas relaciones humanas, como
expresión de una divinidad realizada. Esta necesidad nos trajo anteriormente al
Cristo como Avatar de Amor. Cristo, ese gran Mensajero humano‑divino, debido a
su magna realización -- en el sentido de su comprensión ‑ trasmitió a la
humanidad un aspecto y una potencialidad de la naturaleza de Dios mismo, el
principio Amor de la
Deidad. La luz, la aspiración y el reconocimiento de Dios
Trascendente ha sido la expresión vacilante de la actitud humana hacia Dios,
antes del advenimiento del Buddha, el Avatar de la Iluminación. Cuando
vino el Buddha demostró en su propia vida la realidad de Dios Inmanente y de
Dios Trascendente, de Dios en el universo y de Dios en la humanidad. La
individualidad de la Deidad y del yo en el corazón del hombre llegó a ser una
realidad en la conciencia humana. Fue una verdad relativamente nueva para el
hombre.
Sin embargo, las
Escrituras mundiales acentuaron muy poco a Dios como aspecto Amor, hasta que
vino Cristo y vivió una vida de amor y de servicio y dio a los hombres el nuevo
mandamiento de amarse los unos a los otros. Después de su venida como el
Avatar de Amor, Dios llegó a ser conocido como amor supremo, amor como meta y
objetivo de la creación, amor como principio fundamental de las relaciones y
amor que actúa en todo lo manifestado, que se dirige hacia un Plan motivado por
el Amor. Cristo reveló y acentuó esta divina cualidad, que alteró el vivir,
las metas y los valores humanos.
La razón por la cual
Él no ha venido nuevamente se debe a que sus seguidores no han realizado el
trabajo necesario en todos los países. Su venida depende en gran parte, como
veremos más adelante, de que se establezcan las correctas relaciones humanas,
lo cual fue obstaculizado por la iglesia en el transcurso de los siglos, y no
ha ayudado a ello debido a su fanatismo de hacer "cristianos" a todos
los pueblos, en vez de seguidores del Cristo. Ha recalcado la doctrina
teológica y no el amor y la comprensión amorosa como Cristo la ejemplificó. Predicó
la doctrina del iracundo Saúl de Tarso y no la del bondadoso carpintero de
Galilea. Por eso Él está esperando. Pero su hora ya ha llegado, debido a la
"necesidad" de todos los pueblos, a la demanda invocadora de las
masas de todas partes y a la petición de Sus discípulos que profesan todos los
credos y religiones del mundo.
No nos es dable
conocer aún la fecha y el momento de Su reaparición. Su venida depende de la
demanda (tantas veces silenciosa) de todos los que aguardan con intención
masiva; también de que las correctas relaciones humanas estén mejor establecidas,
y de determinado trabajo que realizan hoy los Miembros avanzados del Reino de
Dios, la Iglesia
Invisible, la Jerarquía espiritual de nuestro planeta; además
depende hoy de la constancia de los discípulos de Cristo en el mundo y de Sus
colaboradores iniciados que actúan en los numerosos grupos religiosos,
políticos y económicos. A esto debe agregarse lo que los cristianos acostumbran
llamar "la Voluntad inescrutable de Dios", ese propósito no
reconocido del Señor del Mundo, el Anciano de los Días (como se lo llama en El Antiguo
Testamento), Que conoce Su propio pensamiento, irradia la cualidad más
elevada del amor y enfoca Su voluntad en Su propio lugar elevado, dentro del
centro donde "la voluntad de Dios es conocida".
Cuando aparezca el
Cristo, el Avatar de Amor, entonces "Los hijos de los hombres que son
ahora los hijos de Dios apartarán Sus rostros de la Luz resplandeciente e
irradiarán esa Luz sobre los hijos de los hombres que todavía no saben que
son los hijos de Dios". Entonces aparecerá Aquel que viene; Sus pasos
se acelerarán en el valle de las sombras, porque el Todopoderoso que se halla
sobre la cumbre de la montaña, exhala amor eterno, luz suprema y pacífica y
silenciosa voluntad.
"Entonces
responderán los hijos de los hombres. Una nueva luz brillará en el cansado y
lúgubre valle de la
tierra. Una nueva vida circulará por sus venas y su visión
abarcará todos los caminos de lo que vendrá".
"Así vendrá
nuevamente la paz a la tierra, ‑pero una paz desconocida hasta ahora. Entonces
la voluntad al bien florecerá como comprensión, y la comprensión fructificará
como buena voluntad en los hombres."
domingo, 25 de abril de 2010