EvOlUcIóN Y CoNcIeNcIA...

domingo, 20 de junio de 2010

 



En la Epoca del Despertar de la Conciencia... El Alma Consciente Según opinión extendida en la ciencia moderna las religiones son el resultado de la invención del hombre para hacer frente a su temor a lo
desconocido y para rellenar el vacío de su ignorancia. Y
... sin embargo ello se contradice con cualquier investigación rigurosa de la realidad: el ser humano primitivo era incapaz de inventarse nada, o
de percibir un vacío existencial, pero sÍ era capaz de recibir enseñanzas, no a través del intelecto, sino de entidades suprasensibles que percibía y que le supervisaban y conducían. Por tanto, la religión era el código de comportamiento y comunicación del
hombre primitivo con tales entidades no materiales. Y así ha sido durante milenios.Cuando, tal como nos relata Steiner, el ser humano pierde sus facultades de
percepción suprasensible, ya casi extinguidas al final de la época anímica conocida como del Alma Sensible (hacia el 747 A.C.), tras la decadencia de la época egipcio/persa/caldeo/babilónica/judia, comienza la época cultural greco-latina de desarrollo del Alma Racional o de sentimiento y que va a durar aprox. hasta 1413 con el Renacimiento. Supone la transición de un tipo de conciencia afectiva-participativa a una pensante-separativa.En la etapa del Alma Sensible el ser humano estaba conectado directamente con la realidad que le circundaba a través del sentimiento y de una percepción no mediatizada por el pensamiento.
Totalmente integrado en la realidad, formaba parte de ella y sentía conjuntamente con ella, no se cuestionaba su papel en el mundo.Cuando decaen las facultades propias de este tipo de configuración anímica se plantean las propias del Alma Racional.
Hay una desvinculación con el entorno y sentimiento de aislamiento que hace que el hombre se plantee su destino y el profundo sentido de las cosas, del sufrimiento en la vida y acerca de la verdad. En esa época tenemos el surgir del pensamiento como un instrumento para empezar a conocer la realidad y el papel que el hombre tiene en el mundo. Es el inicio del ejercitamiento del juicio y la crítica, que se
manifiestan en los primeros autores griegos y en el nacimiento de la filosofía, al mismo tiempo que de un pensamiento racional, aunque cargado de emotividad.
El Desarrollo del Alma Consciente...
Desde el siglo VI D.C. se prepara, como impulso espiritual en el proceso evolutivo, el germen de
una nueva facultad en el ser humano, en aquella parte de nuestro psiquismo ejercida sobre la percepción sensorial del mundo físico que nos confiere una conciencia de vigilia o alerta sobre la realidad
físico-material, necesaria para despertar la
individualidad, que subyace en el concepto de egoísmo o falsa individualidad, inicio de lo que en el futuro ha de ser la auténtica individualidad en lo fraternal, en un absoluto desprendimiento y entrega crística. Este impulso va a fermentar a partir del siglo XV, que es lo
que se conoce como etapa anímica del desarrollo del Alma Consciente en la que estamos, y que va a durar aproximadamente hasta el 3573. Gracias a esta nueva facultad en la psique de la persona, ésta tiene la
opción de encontrarse frente a su propia identidad individual distintiva del resto de los seres, posibilitándole su auto-determinación
independiente de las entidades sociales político-religiosas que hasta entonces la han dirigido, o de la atadura a los lazos hereditario-sanguineos o de razas, pueblos y nacionalidades.En el periodo del Alma
Consciente el hombre puede ir despertando a su individualidad absoluta,frente al resto de la realidad entendida como algo ajeno. Van a surgir
movimientos filosóficos y diversas teorías de conocimiento, como el romanticismo, el idealismo, el positivismo, el racionalismo y el existencialismo, etc,, en esa búsqueda del comportamiento idóneo para
conseguir trasformar positivamente la realidad. La conexión mundo externo / cerebro (sistema neurosensorio) nunca ha sido tan nítida y
clara como en esta época, y eso hace posible ese despertar de la individualidad, de la conciencia, a pesar de la dificultad, todavía, de situarnos dentro de la realidad, de lo que es y de lo que nosotros somos
dentro de ella.En esta nueva etapa anímica de
despertar de la conciencia se hace una especie de recapitulación, como impulso espiritual de las etapas anteriores, que se pueden caracterizar en lo cultural en los siglos XV y XVI desde Italia del alma sensible (en el Renacimiento) y desde el XVII en Francia del alma
racional (con la Revolución Francesa).Posteriormente es en la cultura germano-anglo-sajona (británicos y alemanes) en donde se va a caracterizar plenamente la
época del Alma Consciente con la revolución industrial. A partir del siglo XVIII, en el XIX y sobre todo en el XX, después de la 2ª guerra mundial, estos pueblos que la representan, y en su extensión al continente americano, son los que van a ejercer la dirección real en todo el planeta. Sabemos que los impulsos
espirituales que tienen que caracterizar a una época cultural ineludiblemente se producen, aunque sean pervertidos en su aplicación.Como ejemplo tenemos a lo acaecido con la Revolución Francesa,
en la que los impulsos crísticos rosacruces de libertad, igualdad y fraternidad, en lugar del efecto de modelación de los sistemas sociales van a favorecer a los dirigentes y clases burguesas poseedoras de los bienes económicos.¿Qué es lo que caracteriza a la época del Alma de Conciencia hoy
día?. ¿Qué es lo que ha pervertido los impulsos espirituales correctos de fraternidad en lo económico, de igualdad en lo político-jurídico y de libertad en el pensar?. ¿Qué es lo que mueve
las voluntades de más de 6000 millones de seres humanos que habitan el planeta? La respuesta es clara y terminante: el dinero, se quiera
o no, en manos de oligopolios de empresas multinacionales unidos a los sistemas financieros globales, conjuntamente con la libertad de
la economía en todo el mundo regida por el liberalismo o
neo-liberalismo económico, asumido a nivel internacional por todo el poder mundial, con el movimiento total de capitales, beneficios ilimitados, etc.Libertad en el Pensar y Fraternidad en lo Económico Es una tergiversación de la libertad de pensamiento que tenía que producirse en el siglo XIX: los libre-pensadores; las personas no tienen que estar sometidas, en su capacidad pensante, a ninguna doctrina o creencia, ideologías, raza, sexo o estado, sino a su propio yo. Los procesos culturales y educativos han de posibilitar el funcionamiento autónomo del pensamiento en los procesos de
individualización necesarios en la época del Alma Consciente. Aunque en la realidad que
observamos a nuestro alrededor, no es así, lo que sí debería de estar condicionado y regulado por leyes es precisamente la economía, que no se puede mover en absoluta libertad, sino en base al concepto de
fraternidad. La economía en plena libertad significa que todo el que pueda va a ejercer los estímulos y a poner los mecanismos para optimizar una producción en base al beneficio exclusivamente personal, sin leyes
que le limiten o impidan tal ejercicio. ¿Qué pasaría con la economía si no existiera el dinero, si sólo existiera lo
que cada uno necesita como es vivienda, comida, vestido, etc.?.¿Cómo nos íbamos a proveer de todo eso?. Nos daríamos cuenta de que lo
importante no es el dinero, que el mismo desapareciese, sino quedarnos
sin lo que tenemos (ropa, casa, coche, colegio, etc.). Es esencial el diferenciar entre las estructuras actuales montadas en base al dinero, al trabajar por un sueldo, etc., de la posibilidad de llegar a ser consciente de que si yo produzco algo no es únicamente para mi, sino
para los demás, a los que a su vez necesito para vivir, desde un jersey a unos zapatos, todo el intercambio de artículos está sometido a un juego de necesidades mutuas a las que todos servimos para poder nutrir las
propias de cada uno en un bien común. En realidad miles de personas están trabajando para permitirme desarrollar mi existencia, y mi trabajo al fin y al cabo siempre es para los demás, no para mi mismo, en ese
juego de contraprestaciones mutuas que es la vida social y económica. Si piloto un avión, por ejemplo, no es por el sueldo, sino porque ayudo a desplazarse a 200 personas que lo necesitan. Sin embargo ese proceso se ha pervertido a través del ciclo económico en los últimos siglos y por eso ahora todos creemos que trabajamos exclusivamente para nosotros
mismos. El desarrollo profesional es absolutamente egoísta y sin embargo entendemos que eso es lo normal yconveniente. Pero lo importante es lo
que cada uno de nosotros aporta a los demás y lo que muchas personas, los demás, nos aportan con su trabajo a lo largo de nuestra vida.
Hijos del Siglo XX...
Todos los procesos culturales están basados en teorías
de conocimiento, o fundamentos filosóficos que los dirigen. En este
sentido todos nosotros somos “hijos del siglo
XX”, inmersos en una cultura que se ha estado preparando desde hace
algunos siglos, y por eso pensamos como lo hacemos, en normas y
creencias que desde la infancia nos han sido enseñadas y que
consideramos y creemos verdaderas. En nuestra época de desarrollo de la
conciencia individual sería el momento de poner en cuestión todo eso
aprendido y darnos cuenta de la gran cantidad de cosas que “sabemos”
pero que no son verdaderas. Salvo que seamos analfabetos y marginados
socialmente todos estamos educados en base a una civilización occidental
que se ha extendido a todo el mundo, desde Europa y América a Asia y
desde África a Australia. Es una influencia que viene de los Estados
Unidos de América, y está fundamentada en una gnoseología que procede de
Europa, concretamente algo de Francia y Alemania, pero fundamentalmente
dirigido desde Inglaterra en lo económico, fermentado en USA y
expandido al resto del mundo.Durante miles de años la humanidad había estado
vivenciando que los pensamientos son seres vivos que desde el mundo
espiritual se manifiestan en la mente humana, que recoge esos
pensamientos y los ordena y comprende adecuándolos al mundo físico
material. En el siglo XV, como hemos visto
comienzo del desarrollo de la conciencia, determinadas personas empiezan
a experimentar que su pensamiento nace en su cerebro: “pienso, se me
ocurre, tengo ideas elaboradas por mi”. Se va desvaneciendo
toda posibilidad de percibir el pensamiento como un regalo, cual lluvia
procedente del mundo espiritual, proceso que culmina en los siglos XIX y
XX con la expansión de la cultura y la alfabetización de grandes masas
de población; se genera una ola cultural que desvanece cualquier
conocimiento (que no creencia) espiritual. Surge el concepto de
propiedad intelectual, regida por el dinero, los derechos de autor, la
propiedad intelectual, creaciones mentales que tienen un autor. Es un
proceso paralelo al aislamiento, al sentimiento de no pertenencia a un
grupo, a la importancia personal. Yo soy el que importo, por encima de
la familia, raza, país, etc, cada uno es cada uno, con toda su miseria y
grandeza. Retrospectivamente, si volvemos la mirada hacia atrás en el
tiempo la importancia grupal era mayor, el individuo era importante en
función del grupo al que pertenecía. En la época del alma consciente nos
consideramos yoes individuales. Es un proceso evolutivo por el que el
ser humano tiene que pasar porque es lo previsto en el plan evolutivo
divino, pero es evidente cada día más que el hombre habrá de concienciar
y enfrentarse a la problemática del egoísmo que rige la
individualización, fundamentalmente mediante el incremento de las
fuerzas del pensamiento en relación con los sentimientos personales, en
esa disyuntiva inevitable que parece oponer al individuo con el
exterior: estoy yo sólo y está el mundo, el sujeto y el objeto
aparentemente contrapuestos. Y a la vez en ese desarrollo, a partir de
mediados del siglo XX, se constata un impulso revolucionario consistente
en la nueva toma de posición de la mujer, el aspecto femenino del ser
humano, que va a tomar para sí también el impulso de la
individualización; deja de estar secuestrada por la masculinidad
para actuar autónomamente en el entramado social.
Individualidad e Individualismo...
El problema de la individualidad es que
puede conducir a crear individuos, algo imprescindible y que obviamente
se necesita, pero también conlleva un incremento del individualismo, en
la forma más agresiva y separativa de egoísmo. La individualidad es
necesaria como proceso, necesariamente egoísta, por el que todos tenemos
que pasar y en el que tenemos la oportunidad y el derecho a decidir
guiar nuestra voluntad para pensar y actuar de la manera que
consideremos más adecuada. Ello supone un enorme cambio cultural en el
que las doctrinas religiosas y creencias van perdiendo fuerza. El
individualismo hace que me aísle del grupo y vea a los demás,
intuitivamente, como algo distinto a mí y por tanto peligroso
potencialmente, y por tanto algo a enfrentar. Cuanto más soy “yo” más
pierdo en empatía con los demás y menos dependo del grupo, con el que no
me puedo comunicar. Ello conduce a la competitividad en un mundo de
triunfadores y perdedores, que lo son porque se lo merecen. Sin embargo
el individuo es la persona que ha podido independizarse, de alguna
manera, de los condicionamientos sociales impuestos. Desarrolla una
personalidad acorde con lo que moralmente cree es verdadero y bueno.
Puede aportar a lo social lo mejor que tiene ya que la sociedad necesita
muchos individuos que hayan desarrollado primero y luego superado las
fuerzas de egoísmo.El yo tiene
que relacionarse con el otro yo, no simplemente en función de que el
otro me agrade o no constitucionalmente. La esencia está dentro, la
animidad y el espíritu están encorsetados y encapsulados en el cuerpo
del otro, nuestra realidad espiritual está “acorazada”, y tantas veces
oprimida por el egoísmo individualista. Tengo que ver al individuo que
está detrás más allá o detrás de la pura apariencia exterior, esforzarme
en trascender conscientemente la pura forma exterior del otro,
potencialmente peligrosa u opuesta a mí yo, para percibir la
interioridad del otro, todo lo cual dificulta tremendamente la
intercomunicación y fluidez de las relaciones humanas.El proceso autocognitivo consiste en asumir que necesito
verme a mi mismo y conocerme, pero en realidad hago lo que sea para no
ver mi propio yo, y por ello el individuo suele
recurrir a drogas diversas, evasiones, etc. que aturden y atrofian mi
cuerpo astral (emocional), adormeciendo mi conciencia, porque la
conciencia me va a llevar a ver como vive la realidad de mi espíritu, y
ello nos puede conducir a la frustración e insatisfacción y por tanto a
la huida del propio conocimiento. La vigente cultura materialista tiene la ventaja
de poder homogeneizar, mediante el pensamiento único que allana todas
las diferencias, a miles de millones de seres humanos, “robotizándoles” y
masificándoles, para cumplir consignas, con todo el poder de los medios
de comunicación. En este sentido el problema actual del ser humano no
es por una carencia de capacidades espirituales, sino fundamentalmente
por condicionamientos culturales que nos han ido castrando
convenientemente cuando nos creemos los mensajes tradicionales y
reiterativos que contínuamente recibimos del sistema, al compararnos con
los arquetipos o estereotipos de los mitos sociales de turno, de los
triunfadores, de las guapas, etc.: mensajes como “no eres nadie, no
posees nada, no tienes nada trascendente, cuando te mueras se acaba
todo...o te condenas o salvas por toda la eternidad si no cumples
los mandatos, etc.” Con esto se ha conseguido aniquilar algo
absolutamente esencial como es la seguridad del ser humano en si mismo
pues todo lo que le daba sostén y firmeza, lo que tenía que ver con la
tradición y las costumbres, se ha debilitado y perdido, las iglesias y
las religiones pierden poder a marchas forzadas, al igual que las
tendencias y formas familiares tradicionales.Este proceso aniquilador de toda la influencia cultural
anterior, que se ha producido en el siglo XX y que sigue avanzando, hace
que el individuo se rebele al no haber ya nada que dirija su voluntad,
generándose un terrible vacío en las almas, la negación de Dios y de
todo lo trascendente, la inseguridad, la soledad del individuo frente al
sistema, la impotencia. Por debilidad anímica y fragilidad o vacío espiritual se ha sustituido la fe en la iglesia y en
sus dogmas, que ya no se comprenden, por una cierta fe en los postulados
científicos, que tampoco se comprenden, aunque se den cómo verdaderos.
El sistema socioeconómico y educativo ha olvidado que fundamentalmente
somos seres de fe, que necesitamos creer en algo, aunque sea en
instituciones que estén por encima de nosotros, a las que otorgar la
fuerza y la representación de la verdad que no conocemos: ello nos va a
dar una cierta seguridad, y esa necesidad esencial no la va a colmar la
ciencia, con sus avances tecnológicos, ya que sólo abarca el campo
físico-material, sin respuesta alguna sobre lo trascendente. Al final la
persona, si piensa, pierde también esa seguridad y se queda en lo que
hoy se vive como una indeterminación en la que el hombre vuelve a
experimentar la sensación: “sólo se que no se nada”; ante la
vastísima información que recibimos a través de todos los medios y que
de nada nos vale en lo esencial puesto que no sirve para contestar a las
preguntas vitales básicas: ¿De donde vengo? ¿quien soy? ¿hacia donde
voy?.
La Fuerza
del Pensar...
La humanidad, a lo largo de la historia, se ha
venido entregando con confianza infantil a una fe ciega cuyos
fundamentos no se integraba ni se comprendía, y así ha venido sucediendo
durante muchos siglos, de manera que el hombre se dirigía y sometía a
la providencia divina a través de sus “representantes” sacerdotales en
la tierra, tanto en el catolicismo como en el resto de religiones
establecidas. En este sentido, con respecto a esa fe espiritual exenta
de consciencia era necesario e imprescindible que se pudiera hacer un
trabajo desde el individuo. La fe era algo que no pasaba por el
raciocinio y el pensar autoasumido del individuo, no se comprendían sus
fundamentos, y el fenómeno religioso se integraba en base a la fuerza
del sentimiento, mediante una entrega y una confianza irracionales y
sustancialmente irreflexivas en aquello que no se podía unir o asumir
con la fuerza de la conciencia. Pero han pasado más de 2000 años de
evolución de historia espiritual desde que ocurrió el gran
acontecimiento que dio pié a la religión cristiana y a la creencia
espiritual más extendida del hombre moderno, y hoy ya podemos
plantearnos las cuestiones conscientemente con la fuerza de nuestro
pensar.La Conciencia MoralSi nos
preguntamos: ¿Qué es un ser humano?: entre otras cosas podemos
considerarlo como “un centro de conciencia moral en
evolución”, es decir, tenemos una conciencia y una moral, que
evolucionan. Sabemos que en la naturaleza todo está conformado para que
funcione equilibradamente, sin exceso ni defecto, sin que nadie ponga en
peligro la continuidad de la vida... salvo el ser humano, que puede ser
peligroso para el planeta. Entendemos como moral lo que facilita esa
continuidad, e inmoral, lo que la perjudica. El hombre, durante millones
de años, siempre ha tenido una moral, sin conciencia, desde cada célula
subsumida en el organismo, un organismo en el que actúan y del que
forma parte todo un ejército de seres espirituales actuando con la
exclusiva misión de conformar el cuerpo, ordenada y abnegadamente. Otras
conciencias actúan por nosotros en nuestros cuerpos.Ahora, a resultas del desarrollo de las diversas épocas
históricas, todos somos necesariamente egoístas con el fin de poder
individualizarnos, y en su consecuencia ha sucedido que ese proceso de
individuación y egoísmo ha hecho a los hombres, en una parte sustancial
de su estructura personal, particularmente inmorales. Nuestra conciencia
empieza a estar desligada de los estímulos espirituales que desde
siempre nos enviaban los impulsos morales instintivos. Históricamente el
pensamiento empezó a manifestarse realmente en la humanidad, desde el
comienzo de la filosofía -amor a la sabiduría- hace 2700 años en Grecia,
cuna de la civilización occidental. Ese pensamiento, aunque todavía se
vivenciaba como un regalo del mundo divino de las ideas, permitía entrar
en contacto con la realidad, e irá evolucionando hasta que, desligado
de lo divino, se considera un derecho de las personas, de los autores
pensantes. Se pierde la dirección moral automática, es decir el
comportamiento moral instintivo, y se gana la conciencia a través de
nuestro pensamiento, una libertad para su utilización en lo que queramos
sin la necesidad de estar mediatizados por doctrinas y normas.Hoy todos tenemos una capacidad de pensamiento,
con unas posibilidades ilimitadas que desconocemos; estamos al comienzo
de su utilización. Después de cinco siglos lo
usamos casi en exclusiva para nuestros intereses particulares, y en ese
sentido se ha ido utilizando para ir descubriendo algunas leyes físicas
que rigen en el plano material. Este uso egoísta del pensar era
necesario y lícito porque el ser humano tenía necesidad de dejar de
pensar “religiosamente” (es decir dogmáticamente, de dogma,
doctrinalmente, no nos referimos a espiritualmente) sustituyendo tal
dogma pensante por un pensar científico, para así ganar el control de la
subjetividad y la conquista de la objetividad. Esto tenía que generar
una actitud correcta de no usar ese pensar egoísta para adecuar las
leyes del mundo físico que puedo descubrir exclusivamente para mi
conveniencia y placer. Esa cualidad de objetividad del pensamiento
científico era necesaria para que se pudiera desarrollar la conciencia
moral individual. Para ello hay que dejar de pensar de forma
utilitaria para poner la conciencia de cada uno al nivel de la realidad,
proceso que aunque muy largo ya es posible realizar, a partir del siglo
XX, por la objetividad ganada gracias sobre todo al desapego en la
investigación científica.Objetividad en el pensamiento que ha llegado a muchos
millones de seres humanos, y que posibilita el comienzo de una nueva
conciencia moral dirigida por ese pensar libre de prejuicios y
condicionamientos culturales y doctrinas. Y todos podemos colaborar en
el comienzo de tal proceso si nos lo proponemos y empezamos a
desembarazarnos de todos esos condicionamientos culturales que tenemos
en la base de nuestra educación y de nuestros subconscientes personales y
colectivos. Para ello se requiere básicamente un trabajo personal de
auto-conocimiento, un camino de investigación personal sobre la
realidad, de cambio de la ciencia natural a la ciencia espiritual, no
negando lo natural, sino incluyéndolo dentro del ámbito de toda la
realidad anímico-espiritual en la que vive lo físico-material,
expandiendo así nuestra conciencia. Consciencia que hoy se halla todavía
tan limitada porque nuestra cultura nos enseña (y nos lo creemos) que
la misma tiene que ceñirse estrictamente a la enseñanza que recibimos, y
cuyas normas y reglas conforman en los hombres condicionamientos
mentales, que no han de ser determinaciones que no puedan ser
modificadas voluntaria y conscientemente.En definitiva todo esto nos puede dar la clave del
porqué de la situación actual del caos que padece el hombre hoy, de
tanta indeterminación y desesperanza. No hay otra salida que el uso
consciente del arma e instrumento más precioso con el que contamos: la
reflexión y el pensamiento, como puerta a la autocomprensión y
autoconsciencia. Cada uno tiene que reflexionar y dándose cuenta
(tomando conciencia de la realidad) ver lo que puede hacer. Lo
importante es la actitud que tomemos: obrar moralmente lo mejor que
podamos según lo que cada uno considere que es lo más adecuado. Ello va a
depender de la sabiduría de cada uno, sabiduría que
eventualmente se ha de trasformar en amor. La forma que se tenga
de ver la vida va a condicionar la moral que se posea. Por tanto lo que
ha de primar es sencillamente una actitud exigente y perseverante de
buena voluntad y total honestidad. Que los procesos personales sean
conscientes, lo más auténticos posible, no artificiales ni inducidos por
nada ni por nadie, sino por mi mismo, por mi voluntad, para que, sin
angustias ni imposiciones, yo mismo los pueda trasformar...

Fuente:Revista Biosófica...