'No somos importantes para la vida'...Según la visión de Lynn Margulis...

domingo, 12 de septiembre de 2010

 


Entre otras muchas sorprendentes cosas, la geobiologa Lynn Margulis mantiene que las variopintas formas de vida existentes en la Tierra –incluido el hombre– tienen su origen en una sucesión de procesos simbióticos. No te pierdas las teorías de esta científica, te sorprenderá lo cerca que está la ciencia de conceptos que antes sólo manejaba la más arriesgada ciencia ficción...

No somos importantes para la vida...

Estornuda si hay un pelo de gato cerca, y le gustan las fresitas con nata. Esta simpática mujer, tan jovial, tan campechana, es un genio de la biología. Esta mujer está dándole una vuelta de tuerca a la teoría darwinista de la evolución. Un día obtendrá el premio Nobel por ello, seguro. Y no es que Lynn Margulis contradiga a Darwin, no: “sólo” lo completa.

¿Que diría Darwin hoy?

No lo sé. Él no disponía de los datos y observaciones de que hoy sí disponemos.

¿Y qué le diría usted a Darwin?

Que en su obra él habló poco del “origen de las especies”, de la aparición de especies nuevas. Le diría que yo atribuyo la aparición de especies nuevas a la simbiogénesis.

¿Simbiogénesis? ¿Qué es eso?

Generación por simbiosis. Es decir, que la generación de especies nuevas se debe a procesos simbióticos, a simbiosis. Esto es, el contacto físico entre dos organismos vivos distintos para cooperar, ¡acaba por generar organismos nuevos! Dos organismos acaban fusionados en un organismo nuevo, más complejo, con los genes de ambos: en un nuevo tipo de ser vivo.

¿Por fusión, dice?

¡Así fue como apareció la primera célula sobre este planeta! Dos bacterias se fusionaron... y se formó la célula con núcleo, eucariota: ¡las células de las que están hechos todos los animales y las plantas! Desde aquel momento, todo es ya simbiótico: la vida en la Tierra es la resultante de una simbiosis de organismos.

¿Yo soy simbiótico también?

Sin las bacterias de su intestino, usted moriría, por ejemplo. Y usted ve porque en el fondo de sus ojos actúa una célula que proviene de un tipo de alga, y que se hizo simbionte en algún momento de la evolución animal. Y cada una de sus células existe por simbiosis de bacterias...

Está asustándome...

¿Por qué? Lo que pasa es que solemos relacionar la palabra “bacteria”, “microbio” o “germen” con enfermedad, ¡cuando son justamente la vida!: usted es un saco ambulante de bacterias. Si se las quitasen todas, ¡pesaría usted un 10% menos..!, y moriría, claro.

Está usted enamorada de las bacterias, veo...

¡Son maravillosas formas de vida! Fueron la primera forma de vida que apareció sobre este planeta, y cuando la especie humana ya se haya extinguido, ellas seguirán aquí.

¿Y cuándo apareció la primera bacteria sobre la Tierra?

Hace unos 3.600 millones de años. O sea, ¡sólo 1.000 millones de años después de que la Tierra se originara como un cuerpo rocoso con atmósfera y océano!

Pero, ¿de dónde salió esa primera bacteria hace 3.600 millones de años? ¿Lo sabe usted?

Uff... Sólo podemos apuntar que hubo combinación de moléculas hasta generarse un ser vivo, un ser capaz de duplicarse, ¡el primer ser vivo sobre la Tierra!: una bacteria.

¿Y de aquella remota bacteria provenimos todos los seres vivos de este planeta?

¡Sí!

Cuesta creerlo...

También cuesta creer que usted, compuesto de millones de células, provenga ¡de una sola célula! fertilizada (zigoto) que existió hace... hace muy poquitos años, ¿no?

Sí, gracias: 42 años y meses.

¡Y aquí está usted!

Sí, y queriendo saber cómo era aquella primera bacteria...

Eran bacterias anóxicas: vivían sin oxígeno, porque no lo había por entonces en la atmósfera terrestre.

¿Ah, no?

¡No! El oxígeno fue justamente el gas residual que empezaron a expeler esas cianobacterias al tomar el hidrógeno del agua: al hacerlo, liberaban un residuo, un excremento bacteriano, un gas tóxico: el oxígeno.

¡El oxígeno, un gas tóxico!

Para la vida de entonces, aquel oxígeno supuso un holocausto mucho más brutal que cualquier actividad medioambiental humana. Pero, después, de las mismas cianobacterias surgió otro linaje de bacterias que supo aprovechar ese oxígeno para vivir de él. Esto es la ecopoyesis: ¡los residuos de un tipo de vida alimentan a otro tipo de vida!

El aire que yo respiro, pues, ¿es un residuo bacteriano, un viejo “excremento de bacterias”?

Así se originó. Hace 1.000 millones de años había menos oxígeno en la atmósfera del que habría medio millón de años después (que es más o menos el mismo que hay hoy).

¡Gracias, bacterias!

La vida en la Tierra constituye un enorme ecosistema (Gaia) formado por muchos ecosistemas menores. Si en la Tierra hubiera una sola especie viva, se ha calculado que no podría durar más de 300 millones de años, pues en ese tiempo habría ya agotado todo su sustento. Pero como la vida recicla la materia...: los desperdicios de unos seres vivos... ¡son aire fresco para otros!

¿Cómo era el primitivo ecosistema de las primeras bacterias?

Unas arenas sucias. En el delta del Ebro estoy estudiando un ecosistema así, ¡idéntico al que hubo en la Tierra en el origen de la vida! En ese ecosistema conviven cientos de microscópicas especies microbianas, en un universo en continuo reciclaje. ¡Y ahí he descubierto un “bichito catalán” muy importante!

¿A qué se refiere con lo de “bichito catalán”?

A la “Titanospirillium velox”, una bacteria espiroqueta ¡que originó la célula con núcleo, la célula eucariota, el tipo de célula del que estamos hechos nosotros, y todos los hongos, todas las plantas y animales!

¿Y cómo lo hizo?

Por simbiogénesis: esa bacteria con grandísima velocidad y movilidad nadadora (espiroqueta) se unió a otra bacteria resistente al calor y al ácido (arqueobacteria termoacidófila). La fusión funcionó, dio ventajas, persistió: dos socios formaban un nuevo ser (la primera célula nucleada), que sobrevivió y tuvo descendencia viva.

Dicho así, parece un mecano...

Sí, pero forzado por las necesidades –no por mero azar– de hace 3.000 millones de años. Después, hace 2.000 millones de años, se sumó a ese consorcio otra bacteria, capaz de respirar oxígeno. Vea las mitocondrias de nuestras células: ¡son vestigio de esas antiguas bacterias respiradoras! Las mitocondrias fueron un día bacterias de vida libre, y luego se integraron en la célula nucleada. Y con esas células se irían construyendo todos los seres vivos complejos; y aquí estamos.

¿Qué dicen sus colegas de todo esto?

Al principio miraban hacia otro lado. Poco a poco, tres cuartas partes de mis tesis han acabado por ser aceptadas. En 10 años lo serán al ciento por ciento, estoy segura.

A mí me resulta una propuesta de lo más poética...

Gracias. Yo creo que las colas de los espermatozoides, los cilios de células ciliadas, los cilios de las trompas de Falopio de las mujeres y los cilios de nuestras gargantas, por ejemplo, ¡derivan todos de aquellas antiquísimas y movedizas bacterias espiroquetas de vida libre!

Total, que somos fruto de larguísimos ensamblajes.

De procesos simbióticos: usted, yo y todos los seres vivos somos simbióticos. La vida misma es simbiótica. ¡Vivimos en un planeta simbiótico! O sea, la vida es la tupida red de todos los organismos macroscópicos y microscópicos –conexos, interpenetrados– que genera especies nuevas. Y ahora le hago yo una pregunta: ¿qué es una vaca?

Un animal de cuatro patas que come hierba, da leche...

Cuatro patas que transportan un tanque de 120 litros de fluido lleno de bacterias, levaduras, ciliados... que degradan la celulosa de la hierba. ¡Sin esas bacterias, la vaca no podría digerir ni una brizna de hierba! Sin ellas, no habría vaca. ¿Qué es una vaca, pues? ¡Esos microbios degradadores de celulosa son la vaca!

Pero esas bacterias viven “en” lo que llamamos “vaca”. ¿Cómo han llegado ahí?

Al ternero le llegan al lamer la placenta, al nacer. No están en otro sitio que en las vacas. Remotamente, estuvieron en el suelo, luego en algas... hasta que “fueron vaca”. Y, por cierto, el gas metano existente en la atmósfera viene en gran medida de la fermentación en estómagos bovinos: de los eructos de las vacas.

¿En serio?

Sí. ¡Y del ano de las termitas! Las termitas albergan también en sus entrañas bacterias que rompen la celulosa en compuestos químicos que los anos de millones de termitas expulsan al aire. ¿Ve? ¡Los sistemas gaseosos de la atmósfera, inestables a largo plazo, son resultado de la incesante vida microbiana!

Voy de sorpresa en sorpresa.

La superficie planetaria entera (seres vivos y atmósfera) está tan lejos del equilibrio químico... ¡que es más correcto considerarla algo vivo! ¡Ésa es la hipótesis Gaia! Gaia es la suma de la vida planetaria.

¿Y estamos los de la especie humana poniéndola en peligro?

Ja, ja... ¡No sea tan engreído! Gaia es la resultante de billones de seres que pugnan, se alimentan, se aparean y excretan. ¡La especie humana acaba de llegar, hombre! Gaia es perra vieja: ¡no está en absoluto siendo amenazada por los humanos!

¿No? ¿Seguro?

¡Cuánta arrogancia especie-centrista! La especie humana es peligrosa para sí misma, ¡jamás para Gaia!

O sea, que podemos provocar nuestra propia extinción, pero no la de la vida sobre el planeta.

Exacto. Aunque lo intentara, la especie humana jamás podría destruir la vida en este planeta.

¿Pretende espolearnos más?

Quiero decir que no hay una especie en particular que sea el centro de la vida. ¡Y los humanos, de hecho, ni siquiera somos importantes para la vida!

¿Somos sólo una banal excrecencia de este planeta?

Somos una parte reciente de un todo antiguo y enorme. Una parte reciente que crece rápidamente, eso sí. Eso nos hace sentirnos duros... Pero Gaia nos pondrá límite: el sobrecrecimiento de toda población viva conduce a un estrés y ese estrés hace disminuir dicho sobrecrecimiento. ¡Así se autorregula Gaia!

¿Gaia acabará con nosotros?

Sólo digo que nosotros no podemos acabar con la naturaleza, que la vida existía sin nosotros... y seguirá sin nosotros, autorregulándose.

Pero, dígame, ¿dónde está el cerebro de la sabia Gaia?

No hay tal cerebro central. Fíjese: todo ser vivo autorregula su temperatura interna para que fluctúe entre pocos grados, ¿no? ¿Y cómo “sabe” cada célula de ese cuerpo mantener dicha temperatura? Pues del mismo modo actúa Gaia.

Salude a Gaia de mi parte...

Gaia es la red entretrejida de toda vida: está viva, consciente y despierta en diferentes grados en todas sus células, cuerpos y sociedades. Gaia es la superficie autorregulada del planeta... que crea incesantemente nuevos medios ambientes y organismos. Gaia, la vida en este planeta, en toda su gloria simbiogenética, es exquisitamente resistente.


LA VANGUARDIA -
Por Víctor-M. Amela



Lynn Margulis (5 de marzo de 1938) es una destacada bióloga estadounidense, considerada una de las principales figuras del evolucionismo. [1] [2] Licenciada en ciencias por la Universidad de Chicago, máster en la Universidad de Wisconsin y doctora por la Universidad de California,[3] es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos desde 1983 y de la Academia Rusa de las Ciencias. En 2008 recibió la Medalla Darwin-Wallace. Actualmente es profesora distinguida en el Departamento de Geociencias de la Universidad de Massachusetts Amherst. [4]

En el año 1999 recibió, de la mano del presidente estadounidense Bill Clinton, la Medalla Nacional de Ciencia. Es mentora de la Universidad de Boston y ha sido nombrada doctora honoris causa por numerosas universidades, entre otras, por la Universidad de Valencia, Universidad de Vigo, la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Autónoma de Barcelona, realizando, en colaboración con esta última, trabajos de microbiología evolutiva en el Delta del Ebro. [5]

Entre sus numerosos trabajos en el campo del evolucionismo destaca, por describir un importante hito en la evolución, su teoría sobre la aparición de las células eucariotas como consecuencia de la incorporación simbiótica de diversas células procariotas (endosimbiosis seriada).[nota 1] También, la posible aceptación de su propuesta según la cual la simbiogénesis es la principal fuente de la novedad biológica[nota 2] pondría fin a cien años de prevalencia del neodarwinismo. Su importancia en el evolucionismo y el alcance de sus teorías están todavía por ver...

Teoría de la endosimbiosis seriada (SET)...


La teoría de la endosimbiosis seriada (SET) describe el origen de las células eucariotas como consecuencia de sucesivas incorporaciones simbiogenéticas de diferentes células procariotas. Margulis considera que esta teoría, en la que define ese proceso con una serie de interacciones simbióticas, es su mejor trabajo.[9]

Tras quince intentos fracasados de publicar sus trabajos sobre el origen de las células eucariotas,[10] en 1966 logró que la revista Journal of Theoretical Biology la aceptara y finalmente publicara a finales de 1967 su artículo Origin of Mitosing Cells (gracias, según ella misma dice, al especial interés del que fuera su editor James F. DaNelly).[11] Max Taylor, profesor de la Universidad de la Columbia Británica especializado en protistas, fue quien la bautizó con el acrónimo SET (Serial Endosymbiosis Theory).

Margulis continuó trabajando en su teoría sobre el origen de las células eucariotas y lo que en principio fue un artículo adquirió las dimensiones de un libro. Nuevamente fracasó en sus intentos de publicar (la que entonces era su editorial, Academia Press, tras mantener el manuscrito retenido durante cinco meses le envió una carta donde le comunicaban su rechazo sin más explicaciones). Tras más de un año de intentos el libro fue publicado por Yale University Press.

El paso de procariotas a eucariotas significó el gran salto en complejidad de la vida y uno de los más importantes de su evolución.[nota 6] Sin este paso, sin la complejidad que adquirieron las células eucariotas, sin la división de trabajo entre membranas y orgánulos presente en estas células, no habrían sido posibles ulteriores pasos como la aparición de los pluricelulares. La vida, probablemente, se habría limitado a constituirse en un conglomerado de bacterias. De hecho, los cuatro reinos restantes procedemos de ese salto cualitativo. El éxito de estas células eucariotas posibilitó las posteriores radiaciones adaptativas de la vida que han desembocado en la gran variedad de especies que existe en la actualidad.
La idea fundamental es que los genes adicionales que aparecen en el citoplasma de las células animales, vegetales y otras células nucleadas no son «genes desnudos», sino que más bien tienen su origen en genes bacterianos. Estos genes son el legado palpable de un pasado violento, competitivo y formador de treguas. Las bacterias que hace mucho tiempo fueron parcialmente devoradas, y quedaron atrapadas dentro de los cuerpos de otras, se convirtieron en orgánulos. Las bacterias verdes que fotosintetizan y producen oxígeno, las llamadas cianobacterias, todavía existen en los estanques y arroyos, en los lodos y sobre las playas. Sus parientes cohabitan con innumerables organismos de mayor tamaño: todas las plantas y todas las algas. […] Me gusta presumir de que nosotros, mis estudiantes, mis colegas y yo, hemos ganado tres de las cuatro batallas de la teoría de la endosimbiosis seriada (SET). Ahora podemos identificar tres de los cuatro socios que subyacen al origen de la individualidad celular. Los científicos interesados en este asunto están ahora de acuerdo en que la sustancia base de las células, el nucleocitoplasma, descendió de las arqueobacterias; en concreto, la mayor parte del metabolismo constructor de proteínas procede de las bacterias termoacidófilas («parecidas a las del género Thermoplasma»). Las mitocondrias respiradoras de oxígeno de nuestras células y otras células nucleadas evolucionaron a partir de simbiontes bacterianos ahora llamados «bacterias púrpura» o «proteobacterias». Los cloroplastos y otros plástidos de algas y plantas fueron en su tiempo cianobacterias fotosintéticas de vida libre.
Margulis, Una revolución en la Evolución, cap.: Individualidad por incorporación.

En los años 1960 este paso no constituía ningún problema de comprensión, el neodarwinismo se había ya consolidado y desde este paradigma, este paso se habría dado mediante pequeños cambios adaptativos producto de mutaciones aleatorias (errores en la replicación del ADN) que la selección natural se habría encargado de fijar. También, en aquel tiempo, el evolucionismo, liderado principalmente por zoólogos, ponía su énfasis especialmente en el reino animal, las bacterias pasaban desapercibidas para ese campo de la ciencia y eran tratadas casi exclusivamente como agentes patógenos, estudiadas desde el campo de la medicina.

Con anterioridad a Margulis, principalmente a finales del siglo XIX, principios del XX, diferentes científicos intuyeron y llegaron a proponer que el paso de procariotas a eucariotas era el resultado de interacciones simbióticas. Propuestas que fueron desestimadas, incluso ridiculizadas, y que costó perder el prestigio profesional a sus proponentes.[nota 7] Estos trabajos permanecieron olvidados hasta que Margulis, intuyendo igualmente el origen simbiótico de las eucariotas, los rescató y se apoyó en ellos para formular su teoría simbiogenética.

La propuesta simbiogenética de Margulis chocaba (y aún hoy en día choca, aunque se haya aceptado como un hecho puntual) con el paradigma neodarwiniano: la fusión de organismos y la plasmación de esa fusión en el ADN del individuo resultante, choca con la tesis neodarwiniana de que la evolución de los organismos y la aparición de nuevas especies tiene su origen en errores en la replicación del ADN (mutaciones aleatorias). También, la propuesta de Margulis, con las bacterias como agentes activos en un paso tan importante de la evolución, resultó exótica para el evolucionismo de la época, para el que las bacterias habían pasado desapercibidas. Margulis, para apoyar su hipótesis, reunió «gran número de hechos morfológicos, bioquímicos y paleontológicos» propios y de otros científicos.[12]

El escepticismo y el rechazo inicial que suscitó la posibilidad de que las células eucariotas hubiesen evolucionado por simbiogénesis, tuvieron que modificarse, dando paso a la parcial aceptación de la teoría ya que aún hoy se encuentran entre nosotros los descendientes de aquellas primigenias bacterias que protagonizaron la simbiosis.[nota 8]

Margulis se vio gratamente sorprendida cuando durante los años 1970 su teoría bautizada con el acrónimo SET comenzó a despertar el interés del mundo académico, apareciendo trabajos de investigadores y estudiantes de doctorado que desarrollaban aspectos de su teoría.[nota 9] La endosimbiosis seriada fue apoyada por Rayen, Schnepf & Brown y Taylor; siendo muy atacada por otros autores, sobre todo por Alsopp, Raff & Mahler y por Bogorad.[13]

Desde entonces, la SET se ha ido abriendo camino hasta hoy, que se considera probada la incorporación de tres de los cuatro simbiontes, o si se quiere, dos de los tres pasos propuestos por Margulis (la incorporación de las espiroquetas no se considera probada).[nota 10] [14] [nota 11]
Afortunadamente, gracias a la genial bióloga estadounidense Lynn Margulis, hoy tenemos la solución a este desconcertante enigma: una explicación científica mucho más sensata, lúcida y creativa que la que se ha empeñado en sostener la ortodoxia neodarwinista durante los últimos 35 años, pese a tener la solución, publicada por Margulis en 1967, literalmente delante de sus narices. La ortodoxia se ha resistido con uñas y dientes —en gran medida sigue resistiéndose— a aceptar la teoría de Margulis por el sencillo hecho de que no encaja con sus prejuicios darwinistas. Pero si usted logra liberarse de ese lastre irracional y anticientífico, verá inmediatamente que la idea de Margulis no sólo es la correcta, sino que está dotada de un luminoso poder explicativo. El modelo de Margulis sobre el origen de la célula eucariota no es gradual, pero no le hace ninguna falta para ser factible. Implica un suceso brusco y altamente creativo, pero también enteramente materialista, ciego y mecánico.
Javier Sampedro, Deconstruyendo a Darwin.[15]

Lynn Margulis ha anunciado que próximamente (a principios del año 2010) publicará un artículo científico en Biological Bulletin con sus últimos descubrimentos sobre los cirios de las células eucariotas que probarían su orígen simbiotico y el origen de la mitosis: «Existen formas intermedias en las que no se puede ver si son cilios o espiroquetas (bacterias helicoidales). Ahora hemos obtenido cada paso, y eso es noticia.»
Ahora tenemos cada paso y no hay eslabones perdidos en este tipo de simbiogénesis en la formación de cilios. Formamos relaciones con las espiroquetas pero cada paso está analizado. Para comprender este esquema hay que elegir cada elemento y ponerlo en orden porque en la naturaleza este orden no existe. Empezamos con un esquema teórico y en la vida tenemos ya exactamente lo que hemos predicho y todo va en la misma dirección...


SeGÚn Lynn Margullis...Después de 150 años, se puede decir con certeza que Darwin tenía razón, que existe un proceso de evolución y de selección natural. Esto se ha demostrado gracias a experimentos de bioquímica que no existían en su época. Ahora sabemos que todos los seres vivos tenemos un pasado común y que procedemos de un linaje, pero aún no se ha establecido cuál es la fuente de esa innovación que da lugar a las nuevas especies...


Entrevista con Lynn Márgulis, Muchas de las cosas que nadie sabe de Darwin han pasado en Chile, SINC, 27/11/2009...



Margulis ha evitado llamarse directamente lamarckista o neolamarckista, teoría de la evolución denostada desde el evolucionismo anglófono; pero, valorando la aportación de Darwin al evolucionismo, también rescata y valora la figura y la teoría de Lamarck.[nota 17] Margulis considera que el propio Darwin llegó a ser lamarckista, refiriéndose a su teoría, evidentemente lamarckista, sobre los caracteres adquiridos que él denominó «pangénesis».[nota 18]
Darwin admitía que, por sí solo, ese proceso de selección natural no parecía ser capaz de crear novedad, limitándose simplemente a eliminar, del inmenso catálogo de diferentes organismos presentes en la Naturaleza, aquellos individuos incapaces de reproducirse. Pero, ¿dónde se originaba esta variación intrínseca y heredada, postulada por Darwin?

Parecería como si Darwin quisiera hacernos creer que el concepto entero de evolución comienza con él. Consistentemente deja de hacer honor a su vital abuelo paterno, Erasmus Darwin, médico y poeta progresista cuya contribución en Zoonomia (1794-1796) acerca de la selección natural, no parece haber sido tomada demasiado en serio por su nieto. Jean-Baptiste Lamarck (1774-1829) fue el primer naturalista moderno en publicar un gran corpus de bibliografía argumentando la evolución de toda forma moderna de vida a partir de antecesores ancestrales. En los círculos anglófonos, se habla de Lamarck como del francés responsable de una contribución negativa a la ciencia, con su afirmación errónea de que las características adquiridas por un animal o una planta pueden ser heredadas por los descendientes del adquiriente.
La «herencia de características adquiridas», expresión inseparable ya del nombre de Lamarck, se conoce como lamarckismo y se equipara con error. Sin embargo, y al igual que Lamarck, el propio Darwin se debatió con el problema de la fuente primigenia de la variación heredable, llegando también a conclusiones erróneas. Al parecer se prefiere olvidar que, como señala Mayr en su libro (1982),[24] Darwin acabó por inventarse una explicación lamarckiana —su hipótesis pangenética— para explicar el origen de las variaciones heredables. Según esta teoría las gémulas, supuestas partículas de las que todo ser vivo estaría dotado y sujetas a la experiencia durante la vida de sus portadores, mandan representantes a la siguiente generación. El punto de vista de Darwin, difícilmente diferenciable del de Lamarck, constituye una declaración formal en favor de la «herencia de características adquiridas».
Margulis, Captando genomas.[25]

Margulis entiende la selección natural como una consecuencia de la evolución de los organismos: «Lo que Darwin llamó “selección natural” es simplemente este hecho de eliminación. Nunca el 100 % de la descendencia logra sobrevivir y reproducirse. El potencial biótico no se alcanza, salvo por períodos muy cortos de tiempo bajo condiciones ambientales extremadamente permisivas»; negándole así un carácter creativo. Para Margulis, la selección natural sigue sin dar respuesta a la fuente de novedad evolutiva, defendiendo la simbiogénesis: «Durante más de cuarenta años he oído repetidamente hablar de los errores genéticos. Los errores genéticos existen, pero generan enfermedades. No se conoce que haya surgido ninguna especie mediante errores genéticos. Sin embargo, observo numerosos casos de simbiogénesis».[26]



Margulis defiende la herencia de los caracteres adquiridos postulada por Lamarck, pero a diferencia de este, considera que no son rasgos lo que se hereda, sino genomas o conjuntos de genomas adquiridos en vida por los individuos...