La Mujer Solar...

domingo, 3 de octubre de 2010

 



"El patriarcado nace como una rebelión adolescente de los hombres contra la madre".

Paule Salomón, autora de "La mujer solar", investiga los orígenes del patriarcado y propone la alternativa de la "generación lúcida", donde cada persona asume su parte masculina y su parte femenina. "Seres completos que se relacionan por amor, no por necesidad ni complementaridad".



Paule Salomón:

Paule Salomón es una psicoterapeuta francesa que proviene del campo de la filosofía, y eso se nota. En los últimos 20 años, su vocación filósofa hizo que sus investigaciones, en el campo de la mente humana, tocaran el plano de la espiritualidad, y se dedicó a viajar entre lo divino y humano, encontrando conexiones sorprendentes, a las que sólo podemos llegar saliendo de nuestro ombligo, de las interpretaciones limitadas de nuestra cultura. Parte de sus conclusiones han sido plasmadas en su libro "La mujer solar. El final de la guerra de los sexos", recientemente traducido al castellano y publicado por ediciones Obelisco. Un viaje por las diferentes concepciones culturales a lo largo de la historia que explican, y determinan también, las relaciones entre hombres y mujeres en el curso de los tiempos.

Lejos de quedarse sólo en el campo de la teoría, imparte también talleres y seminarios dirigidos a superar los arquetipos que nos encierran y nos mantienen en una alienación que sólo puede manifestarse en una lucha de géneros. Está convencida de que hombres y mujeres podemos transformarnos, y que es posible superar nuestra alienación sólo a través de la reconciliación con nuestra propia soledad, para acceder a una identidad real que nos permita relacionarnos desde el amor y no desde el conflicto.En esta entrevista nos explica cómo...





P. Usted opina que arrastramos una serie de ideas preconcebidas, desde nuestra cultura monoteísta/androcéntrica, sobre la identidad de las mujeres, los hombres y sus relaciones. ¿Por qué cree que es tan importante comprender esto?



R. Es una cuestión de supervivencia. Es importante tomar conciencia de las alienaciones que la civilización ha construido y que toman parte continuamente en nuestra vida. Sólo así podremos salir de nuestra alienación, existir y relacionarnos verdaderamente.



P. Comienza su libro recordando que "hubo un tiempo en que Dios era mujer". ¿Por qué considera que este reconocimiento es "extremadamente revolucionario"?



R. ¿Usted no lo cree así? Comprender que Dios ha sido mujer, la Diosa Madre de los orígenes, fue una revelación para mí. En las religiones más mayoritarias actualmente, en Occidente, nunca nadie menciona esto ni por asomo: que la noción de Dios empezó por ser femenina. Esto no se lo puedes decir a una persona católica, por ejemplo, pero actualmente se sabe que incluso el Dios judaico tenía una homóloga femenina hasta 600 años antes de Cristo. En los 20.000 años que preceden a estos últimos 3.000 años de imposición monoteísta (no por casualidad androcéntrica) el culto a la Diosa Madre y a las fuerzas femeninas de la naturaleza era muy importante.





"La virgen es la que es fiel a sí misma, la que no pertenece a nadie."



P. Me llama la atención el concepto de la virgen, tan diferente al que conocemos. ¿Puede hablarnos sobre ello?



R. A las sacerdotisas también se les llamaba vírgenes, o vestales. Pero no tiene nada que ver con el concepto de "inmaculada" que más tarde le aportaría el cristianismo. Para el cristianismo, la virgen "no conoce hombre", no mantiene relaciones sexuales. Sin embargo, la virgen original era la mujer-Una, la que no pertenecía a nadie. Podía mantener relaciones con tantos hombres quisiera porque como sacerdotisas eran las intermediarias divinas. Las relaciones sexuales/místicas no eran más que una forma de conexión con la Diosa universal. Y eran las vírgenes. La que no pertenecía a nadie era la virgen, la que es fiel a sí misma. Con el monoteísmo judeocristiano se las empieza a perseguir y ellas se ven obligadas a realizar su culto en la sombra, a escondidas. Han pasado a ser propiedad del padre o el marido, y ellos redefinen el mundo. Las antiguas vírgenes empiezan a ser denominadas prostitutas y se las echa de casa, se las lapida o se las quema, dependiendo del momento histórico o situación cultural, pero siempre son condenadas a la exclusión social. Sin embargo, yo encuentro muy interesante aquel concepto de virgen, la que es Una y completa, la que no pertenece a nadie, la que es fiel a sí misma. Nada que ver con el concepto de "fidelidad" (exclusivamente sexual) que el patriarcado impuso luego a la mujer respecto al hombre.



P. Usted habla de recuperar a la Diosa Madre, ¿qué le aporta esto a la mujer del siglo XXI?



R. La potencia del vientre femenino, por tanto, el orgullo de ser la que engendra. Le aporta el aspecto mágico, el orgullo de sí misma y la sabiduría del instinto. La mujer sometida ya no es una mujer instintiva, no es salvaje, no posee ya esta libertad magnífica, esta sabiduría interior. Pero le aporta sobre todo el sentido de la Unidad. La dimensión de sacerdotisa significa que la mujer puede hablar con la Diosa que hay en ella. Ya no hay sacerdotisas. No se tiene en cuenta la sabiduría femenina; está desacreditada, menospreciada. Se ha construido el mundo exclusivamente a partir de la sabiduría masculina. Y no nos vendría mal buscar un equilibrio.



P. ¿Qué le aporta al hombre?



R. Cuando el hombre se ha convertido en dominante para convertirse en padre, se ha privado de una compañera que sea libre, de alguien que puede mostrarle el camino hacia su propia sensibilidad y su propia ternura.. Se ha encontrado encerrado en su papel de guerrero (guerrero de las finanzas, etc.) Hay muchos hombres, sin embargo, que se dan permiso para evolucionar hacia su propia ternura, y éstos son los que aman más la dimensión de la Diosa Madre. Son hombres muy respetuosos hacia sus madres y hacia lo femenino en general. Se construyen también sobre lo femenino.



P. Usted ha definido la era del Dios monoteísta/androcéntrico como una especie de rebelión adolescente de los hombres contra la madre, una adolescencia que ya dura 3.000 años. ¿Podría explicar esto?



R. Durante milenios se venera este poder de las mujeres, que son capaces de engendrar la vida, los hombres no. Y es una injusticia para ellos, porque esta capacidad implica un poder exorbitante. Como reacción ante esta omnipotencia armaron su raza, encerraron a la mujer, tomaron posesión de las tierras, de las mujeres y de su descendencia. Y toda la saga de la posesión continúa. No se trata tanto de una acción como de una re-acción. Y es una reacción a un ultraje. No es un acto de libertad. Es un acto que les aliena también a ellos. Se encierran en su armadura, y un día ya no consiguen salir. El primer signo de un hombre cuando estalla es que llora (y hay muchos nombres que no saben, no pueden llorar) , y llora pedazos de su armadura, que se funde. Pero no hay que olvidar que toda esta historia se revivirá consciente o inconscientemente en la relación de pareja, entre hombres y mujeres, una y otra vez, y siempre tiene que ver con la subyugación y la lucha de poder.



P. Así que el hombre/hijo se rebela contra la Diosa Madre y crea el patriarcado. ¿Cómo se rebela la mujer/hija contra la Madre?



R. Se busca un hombre. Esto lo explica muy bien el mito de Perséfone, que es atraída hacia la tierra por Hades, su tío. Deméter, la madre, se enfada y condena a la tierra a fuertes sequías. Zeus interviene y ordena que Perséfone pase seis meses con la madre y seis con Hades. Hay muchas mujeres así: están en el medio, y mienten sin parar; a su madre sobre su compañero, y viceversa. Viven alienadas en sus dos papeles y nunca son ellas mismas. La hija se rebela contra la madre cogiendo a un hombre. Es importante comprender esto porque si no hubiera habido esta complicidad el patriarcado no hubiera funcionado durante tanto tiempo. Cuando los hombres entienden esto comprenden que no se trata de una lucha contra ellos sino contra un sistema de re-acciones que nos aliena por igual a hombres y mujeres.



P. Y, si me permites una pregunta de madre, ¿cómo se rebela la Madre contra el hijo y la hija?



R. Dándoles alas. El trabajo de la madre, en este sentido, consiste en renunciar a su omnipotencia. Generalmente no se tiene en cuenta esta raíz de omnipotencia, que se mantiene muy sumergida. Por el contrario, las madres tienden a sentirse muy culpables, demasiado, incluso cuando realmente no se están concediendo el suficiente espacio como mujeres. Todo lo que hacen como madres es poco, y aún así se sienten culpables. Y pasan por alto el efecto de su omnipotencia. Y sin embargo, es importante entender que una mujer sacrificada aliena a su hijo, y a su hija. Cuando una persona tiene una madre que también es mujer (que se realiza como ser autónomo, como amante, como amiga, como ser social), esta hija, este hijo, tiene muchas más posibilidades de ser libre. Ya a los 11 años una criatura empieza a lanzar su mensaje de "déjame", que no es más que un reflejo de supervivencia. Proteger menos a sus criaturas, saberse menos importante, así es como se rebela la Madre. Y, cuando toque, ignorar todos los reproches y todas las facturas que te pasarán, la hija y el hijo, hagas lo que hagas, con sacrificios o sin ellos; así es como se rebela la Madre contra el hijo y contra la hija.







Ojos nuevos para mirar el mundo, y voz nueva para contarlo.



P. Seguimos hablando de "omnipotencia". La aspiración de la "superwoman" respecto a gustar y demostrar que es digna (de ser amada, valorada en todas sus funciones, etc.) y la "dimisión" del hombre, a la que usted alude en su libro, ¿pueden estar conduciéndonos hacia otro matriarcado?



R. En absoluto, estamos muy lejos de eso. El hombre, perdido en medio de estos movimientos que están teniendo lugar, "dimiten" de su viejo rol pero no acaban de crear otro todavía, y siguen utilizando mientras puedan sus parcelas de poder, que están en todas partes. No existe riesgo alguno de un matriarcado de signo similar al patriarcado. Todavía hoy sólo se escuchan voces de hombre, hablamos con un lenguaje de hombre y miramos el mundo con ojos de hombre. El mundo está muy construido en masculino. Aunque es cierto que está habiendo movimientos. En el plano afectivo, el 80% de los divorcios (en Francia) lo piden las mujeres. Ellas se están moviendo. Reivindican el amor (no la necesidad, aun renunciando a la seguridad de la dependencia), reivindican la libertad, el derecho de ser ellas mismas. Rechazan ser las sirvientas disfrazadas de señoras o de "amas de casa". Se han cansado de ser las sacrificadas. Pero aún no tienen una voz propia ni unos ojos propios para ver el mundo, interpretarlo y contarlo. Y crearlo.





La mujer está sometida en gran medida a ella misma.



P. La resistencia a asumir el poder por parte de la mujer hace que usted se pregunte si la mujer es menos ambiciosa que el hombre, ¿lo es?



R. Sí. Las mujeres han sido durante años las guardianas del amor y no quieren abandonar esta función. El poder social no les interesa tanto, ven un estilo demasiado bélico ahí fuera. La mujer ama menos el poder que el hombre.



P. ¿Podría decirse que prefieren ejercer el poder del amor que el poder de la guerra?



R. Podría ser.



P. Pero en cualquier caso puede darse una vertiente de dominio y manipulación.



R. Efectivamente. Pero en cualquier caso, no podemos olvidar que las mujeres están muy condicionadas históricamente a tener miedo de la libertad y del poder que esto implica. Con la imposición patriarcal la mujer fue privada de sus derechos económicos, cívicos y hasta de su propia identidad. Y en lo que respecta al plano espiritual se presenta una imagen que hace que sólo pueda ser salvada y redimida en la medida en que se ponga al servicio del hombre y del hijo. Esta imposición, que ya dura 3 milenios, acaba interiorizándose y finalmente las mujeres están sometidas en gran medida por ellas mismas. En mis seminarios las encuentro a menudo devoradas por una falta de confianza en ellas mismas y un enorme sentido de culpabilidad cada vez que intentan crear algo fuera de sus roles de madre y compañeras. Y en cambio, o precisamente por ello, aspiran a que su vida de madre y amante tenga éxito. Difícil, porque a menudo sacrifican sus capacidades de realización personal.



P. Y sin una realización personal es difícil la comunicación con las personas que amamos.



R. En nuestras relaciones se impone lo que yo llamo el estilo "batalla" y el lenguaje "claxon": tú, tú, tú, tú... Nuestras relaciones se llenan de acusaciones recíprocas nacidas de los resentimientos y de la falta de realización personal, precisamente. He podido observar que las relaciones de pareja que duran más tiempo son las relaciones sadomasoquistas, en la que hombres y mujeres se acostumbran a la guerra y al dolor, a los resentimientos y a las frustraciones, lo aceptan y viven con ello.



P. Pero usted cree que es posible otro tipo de amor. Tras la civilización de la copa (el culto a la Diosa Madre) y la de la espada (el monoteísmo androcéntrico), usted vislumbra lo que denomina "la civilización lúcida", en la que las relaciones son diferentes, y el concepto de amor es diferente. ¿Cómo ve este amor?



R. La civilización lúcida es aquella en la que conviven la influencia femenina y masculina. La copa simboliza el aspecto lunar receptivo; la espada, lo penetrante, la acción. En mis seminarios jugamos un juego simbólico. Un hombre sostiene una espada; una mujer sostiene una copa. El hombre da la espada a la mujer y la mujer le pasa la copa al hombre. Él se vuelve lunar y ella solar. Luego ella le devuelve la espada y recupera la copa. Y ahora tenemos una nueva mujer y un nuevo hombre. Un nuevo femenino y un nuevo masculino, vinculados en la transformación de cada uno. Ésa es la que yo denomino "la mujer solar". Como te digo, es un juego simbólico. Pues bien, volviendo a tu pregunta, tal como yo lo veo esta civilización lúcida permitiría amarse no desde la necesidad ("sin ti no me aguanto de pie"), sino desde una concepción mucho más creativa que hace que sí pueda vivir sin ti, pero contigo también está muy bien. No existe ahora la necesidad de ser amada, porque para superar la alienación nos hemos tenido que reconciliar con nuestra propia soledad y nuestra propia identidad. Y en la relación de pareja se da ahora lo que yo llamo la relación del doble, no del complementario. La pareja lúcida ya no es la pareja coja, convencida de que "tú representas las cualidades que yo no tengo". Ya no se sostienen la una al otro sino que son dos personas completas que se mantienen erguidas. Ya no se pelean. No digo que esa relación sea perfecta, pero sí da más espacio a la libertad.



P. Usted define a esa pareja como "solidaria, solitaria, andrógina".



R. Efectivamente: es solidaria porque se apoyan y se aventuran a compartir un viaje; solitaria, porque se relacionan desde entidades perfectamente completas y autónomas; es andrógina porque reconocen su parte femenina y su parte masculina, y no tienen miedo a desarrollarlas, ambas.

La aceptación de lo masculino y lo femenino que guardamos dentro nos sitúa más cerca del amor. Y hablo del amor real, no de la necesidad que da lugar a parejas cojas, de compromiso. Se habla mucho del amor pero pasamos el tiempo huyendo del amor, refugiándonos en actividades frenéticas que nos alejan del amor. Mi propuesta, para acabar, es que, desde nuestra libertad y nuestra autonomía, consagremos todo el tiempo que podamos al amor...