Los Diez Principios Espirituales...

miércoles, 29 de septiembre de 2010

 





Primera Ley “El verdadero
estudiante de la vida empieza estudiándose a sí mismo” Este principio,
el más importante de todos, afirma que el verdadero estudiante de la
vida, de la Tierra, o del infinito Cosmos, al comprender la existencia y
naturaleza de una gota de agua puede fundirse con el océano. Una
criatura viviente y una estrella no están tan separadas como podrían
aparentarlo. Cada existencia se encuentra interconectada y se rige bajo
las mismas leyes. Según viejas enseñanzas esotéricas, la atenta
observación de uno mismo puede transformarse en una herramienta poderosa
para penetrar en los misterios de la naturaleza y sus mecanismos. Su formula no sólo se basa en el
importante archivo de información que custodian en sus Retiros
Interiores, sino en la comprensión de ellos mismos como parte de aquel
Todo.
Por ello el primer principio de su código espiritual afirma que
uno debe empezar investigando en su propia realidad interior.Muchos se
preguntarán: ¿Cómo?Las formas no son lo importante, sino la intención de
aquel que busca.El silencio y la meditación son buenas consejeras para
adquirir momentos de paz y claridad, instantes en donde nuestra mente
“verá” claro y podrá evaluar, sentir e interpretar nuestro camino. Los
Maestros dicen que la mente debe observar sin juzgar lo que ve. Entonces
automáticamente nuestro sexto sentido —o intuición, si preferimos
llamarla así— nos advertirá los pasos correctos para nuestra evolución y
aprendizaje, y las circunstancias y acciones que en una próxima ocasión
deberíamos evitar. Pero la atenta observación de uno mismo no sólo
involucra la meditación en sí misma, sino un estado de conciencia de
todo cuanto hacemos en nuestro desenvolver cotidiano.Hay cosas que
pueden —y deben— modificarse. Y otras que son inherentes a nuestro
aprendizaje. Ver nuestra vida desde afuera, como si fuésemos científicos
que están pendientes de cada detalle, de cada paso de aquel ser humano
que somos nosotros, es un buen ejercicio para comprender desde otra
perspectiva el milagro maravilloso que es nuestra existencia, y desde la
cual podemos ver el Universo entero.
Segunda Ley“La
luz verdadera alumbra o ciega según la actitud del estudiante”La
definición más aceptada de la luz sostiene que es una onda
electromagnética capaz de ser percibida por el ojo humano. Su frecuencia
determina su color. Si le pedimos a alguien que visualice un haz de
luz, o una radiación lumínica, lo más frecuente es que imagine un
resplandor blanco, brillante y muy claro. Es como si el color blanco
reuniera o sintetizara los diferentes matices de la luz. La luz
—sostiene la creencia Hindú— fue parte de la creación del Universo a
través de la exhalación de Brahma o el “Big Bang” que sugieren nuestros
actuales científicos. La Luz sería la información que todo lo impregna,existen “varios” estados en
la naturaleza de la luz. Dicen que la luz puede ser alterada,
modificada, y empleada a conciencia para distintos fines. Sin embargo,
el segundo principio del Decadron se refiere a la luz como una alegoría
que va más allá de este concepto. Habla de la luz como conocimiento. Sostiene
que su real naturaleza es perfecta, y que depende enteramente del
receptor el uso equilibrado de aquella revelación. En otras palabras,
este principio enseña dos cosas concretas: 1. Que el
conocimiento verdadero es por naturaleza inocuo. No va a izquierda o
derecha, no pierde su balance. Sencillamente, “Es”. 2. Es
de responsabilidad del estudiante hacer buen uso del conocimiento. Este
puede “iluminar” —conciencia, crecimiento—, o “cegar” —confundir,
desorientar— si se lleva a cabo un empleo indebido de lo recibido.Por
ello El Decadron afirma que la luz verdadera alumbra o ciega según la
actitud del estudiante. Es interesante constatar que el comportamiento
de la luz que estudian los científicos no escapa a la enseñanza de este
principio. Veamos un ejemplo sencillo: Todos sabemos que es peligroso
mirar directamente al Sol, pues su radiación podría lesionar nuestros
ojos. Ello no quiere decir que nuestra estrella —una enana amarilla— sea
“negativa”, pues nos da calor, abrigo, y permite que la vida sea
posible en el planeta. Sin embargo, en ciertos momentos sí se puede ver
la figura solar, como en el amanecer. En otras circunstancias —como
cuando el Sol se encuentra en el cenit— sería más que imprudente. Algo
similar ocurre con el conocimiento. El mal uso del
conocimiento se ha registrado desde épocas muy antiguas. Grandes
civilizaciones precipitaron su desaparición al perder la línea original
de las enseñanzas recibidas. Por ello la “luz” alumbra o ciega de
acuerdo a nuestra actitud. Tercera Ley“El verdadero
soldado de la luz batalla amando a su enemigo”Este principio sostiene
que cada acción posee una energía. Desde el acto de la guerra a las más
sublimes manifestaciones de amor. Por ejemplo, en experimentos
científicos se ha demostrado que un pensamiento positivo tiene mayor
energía que un conjunto de pensamientos negativos. Es decir, combatir el
fuego con fuego, no es la mejor formula, y más aún cuando los
principios universales —como el de causa y efecto— están operando
constantemente. El Decadron afirma que el verdadero “soldado de la luz”
enfrenta las cosas con amor. Y se refiere al estudiante como “soldado”
por cuanto el caminar humano se encuentra en el medio de una intensa
pugna de fuerzas e influencias. El sabio chino Lao Tse
impartía una forma adecuada para hacer frente a ese conflicto: la
quietud. El árbol manso y moldeable, era más resistente a las embestidas
del viento, frente a un árbol duro y rígido, que corría el riesgo de
romperse. Y es que, erróneamente, se ha pensado que una actitud calmada y
pacífica es sinónimo de debilidad. Al contrario, es una muestra de
poder y control interno. En un mundo donde es evidente la pugna de
fuerzas, la paz interior es la espada que protege al guerrero de la luz.
Un guerrero que comprende la naturaleza de su adversario. Por ello lo
ama, no lo odia. Y he allí el secreto del tercer enunciado de El
Decadron. El verdadero soldado de la luz batalla amando al
enemigo porque su lucha no es un acto de resistencia, sino de
no-resistencia, una actitud llena de paz, de quietud, de comprensión, de
perdón y, por consecuencia, de control de la situación.
Cuarta Ley“La
verdadera protección radica en el control del miedo interior”Los
Maestros son semejantes a los monjes orientales.
Poseen una gran espiritualidad y sabiduría, pero no por ello dejan de
ser fuertes y firmes. De hecho, una de sus principales tareas es
equilibrar la pugna de fuerzas que hay en el mundo. Como vimos en el
capítulo anterior, el caminante debe enfrentar las pruebas e influencias
que no vibran en la luz con amor y tranquilidad espiritual. Este nuevo
principio que tratamos explora un poco más allá estas situaciones de
conflicto, hablando concretamente del miedo y la protección. ¿Qué
significa la protección? ¿Por qué su efectividad depende del control de
nuestros propios miedos? Habitualmente, definimos como
“miedo” a una intensa emoción desagradable, activada por la percepción
de un peligro —sea este real o supuesto—, ante una situación no deseada,
o de cara a una experiencia desconocida, desarrollándose en tiempo
presente o con inquietud de que ocurra en el futuro. Para muchos
estudiosos, el miedo es una emoción primaria que se deriva de la
aversión natural a la “amenaza”. En el caso humano, muchas veces puede
ocurrir ante un evento que el individuo no desea por alguna u otra
razón. O que, sencillamente, desconoce, y esa situación le hace sentir
indefenso. Las explicaciones, desde luego, son diversas. Pero todas
concluyen de alguna u otra forma en que el miedo no es contraproducente,
sino que opera como un mecanismo natural de supervivencia y adaptación.
Si éste se desborda ante situaciones que tienen control, se podría
interpretar como un error de percepción. En otras palabras, muchas veces
el miedo puede derivar de la “ignorancia”. En todos los
casos, el control del miedo es una herramienta fundamental para
enfrentar las situaciones de riesgo o peligro. Es fácil de deducir que
la iniciación en el conocimiento puede disminuir la tendencia al miedo
irracional. Los grandes Maestros de la historia humana siempre hicieron
énfasis en no temer, pues la verdad estaba viva y nada ni nadie podía
hacerles daño. Cuando el caminante conoce cómo operan las leyes
universales, el miedo irracional empieza a desaparecer. La verdadera
protección radica en el control del miedo interior porque de nada sirve
conocer las leyes y ser asistidos por fuerzas superiores, si es que en
la misma medida tenemos miedo y aprensión. La mayor protección del
caminante es el dominio de sus propios fantasmas y temores.
Quinta Ley“El verdadero maestro enseña con el ejemplo” La
sencillez y contundencia de este principio fundamental, no requiere
mayor explicación. Es un consejo antiguo, lleno de sabiduría, y que ha
pervivido a través de las edades de la historia. Hoy en día, se ha
convertido prácticamente en un adagio popular: “La acción determina cómo
pensamos”. El Decadron afirma —sumándose a otras tantas filosofías de
antiguo— que el verdadero Maestro enseña con elejemplo; es decir,
que el poder de su sabiduría se encuentra en la acción, en la obra,
como reflejo de sus pensamientos. Un Maestro es vehículo de
conocimiento. Y lo debe inspirar primordialmente con su propia vida. En estos años, aprendí estas cuatro verdades sobre la maestría espiritual: 1.
Un verdadero Maestro no procura generar dependencias. Procura formar
nuevos maestros y no más discípulos permanentes. Su misión no está en
formar seguidores, sino conciencias libres. 2. Un
verdadero Maestro es humilde por naturaleza. No es perfecto, a pesar de
su conocimiento. Puede equivocarse en su sana intención, pero también
reconoce el error y lo enmienda con amor y tranquilidad. 3.
Un verdadero Maestro no obliga a aceptar sus enseñanzas. Ni impone su
punto de vista. Sólo lo expone con amor y sabiduría. Otorga sin juicio
alguno el conocimiento y deja que los oídos que están listos para
escuchar, escuchen. 4. Un verdadero Maestro es coherente en sus actos con lo que dice y enseña. Si no es así, algo no está marchando bien. Básicamente,
estas cuatro verdades que aprendí armonizan perfectamente en el
conocimiento que encierra El Decadron: El verdadero Maestro enseña con
el ejemplo.
Sexta Ley“El verdadero mensajero es
aquel que solo transmite el mensaje”Un mensajero es puente de una
información. Un instrumento del Universo para hacer llegar determinado
conocimiento o enseñanza. Por ello el Decadron sugiere que su
participación en esa importante tarea no altere la real naturaleza del
mensaje que se debe entregar. De lo contrario, podría afectar la esencia
de lo recibido. En otras palabras, un mensajero debe evitar cualquier
tipo de contaminación del mensaje que debe compartir. En
los grupos de contacto muchas veces los mensajes recibidos son alterados
inconscientemente por nuestra particular forma de entenderlos y
procesarlos, por nuestro carácter y opinión previa sobre ciertos
asuntos, e inclusive bajo la influencia de intereses personales. La
enseñanza de los Maestros hace hincapié en que todo aquello que vivamos
en el contacto, debe ser transmitido tal y cual ocurrió, sin juzgarlo,
sin resistencia, sin intentar interpretar la real esencia de las cosas
que se nos dieron. Un verdadero mensajero transmite sólo el mensaje, sin
alterarlo bajo ninguna circunstancia. Y comprendiendo, desde luego, que
el mensaje es más importante que el mensajero. Séptima Ley“La
fe verdadera se sustenta en el conocimiento”Nos encontramos ante una de
las fuerzas más poderosas del Universo. Una fuerza que puede ser
empleada por el ser humano para cambiar el rumbo de los acontecimientos,
modificar su vida, entorno, o al propio planeta. Podría decirse que es
una energía, capaz de hacer cualquier cosa. Pero nadie sabe exactamente
qué es la fe. Habitualmente se la define como “la convicción de lo que
uno no puede ver”. También podría traducirse como creer. Y aquí empiezan
a accionar los principios universales, el “secreto” que yace detrás de
la fe. ¿Qué quiso decir Jesús al afirmar que si tuviéramos
fe del tamaño de un “grano de mostaza”, podríamos desplazar montañas?
¿Fue sólo un símbolo aquel ejemplo? ¿O encierra una verdad antigua? La
fe, en realidad, no es un acto ciego o irracional. La razón de ser de
la fe puede hallarse en un conocimiento que la sustente, que expliqué
por qué y cómo actúa. ¿Esto quiere decir que podríamos mover físicamente
las montañas, tal como señalaba Jesús? Sin duda. Se puede. Pero para
lograr aquellas cosas “increíbles” debemos generar una cantidad
importante de energía. Por lo menos, del volumen de un grano de mostaza.
Este principio enseña que la fe no mueve montañas sólo por los
sentimientos o anhelos humanos, por más poderosos que sean. Habla de
leyes espirituales poderosas que podrían explicar cómo opera lo que
llamamos fe. Si sumamos ese conocimiento a nuestra poderosa capacidad de
crear lo que creemos, habremos cruzado la línea que separa el
discipulado de la maestría. He allí el secreto y sabiduría de esta ley.
Octava Ley“La
sagrada doctrina se torna aun más sagrada si se es consecuente con
ella”Hasta aquí, hemos analizado el mensaje de los primeros siete
principios de el Decadron. De acuerdo a los Maestros, los siete
enunciados iniciales se concentran de manera especial en el caminante.
En la persona o ser que siente vivir y realizar la luz. En los
siguientes tres principios —que empezamos a tratar desde este momento—
hallaremos un conocimiento orientado principalmente a la mística de
grupo. Para explicarlo de otra forma, el discipulado , requiere de
siete pasos, que como vimos consisten en:
1. Conocerse a uno mismo para
conocer al Universo.
2. Comprender la naturaleza de la luz y el
conocimiento verdaderos.
3. Saber enfrentar las adversidades a través del
amor y la no resistencia.
4. Controlar nuestras emociones para hacer
efectiva nuestra propia protección.
5. Ser ejemplo de lo que hemos
aprendido.
6. Comprender que el mensaje es más importante que el
mensajero.
7. Fortalecer nuestra fe en el conocimiento.
Una
vez que cruzamos estas siete “puertas”, nos hallamos ante la octava
ley. Un enunciado que vibra más en la labor de grupo o hermandad. ¿Qué
significa este nuevo principio?Habla de la “doctrina”. Pero no en la
acepción que muchas veces se relaciona a las religiones organizadas,
sino como un conjunto de enseñanzas o principios. Ser consecuente con
las enseñanzas espirituales significa no traicionar nuestro compromiso
con nosotros mismos y con la Luz. Servir amorosamente a los principios
que nos inspiraron e iluminaron. En suma, al propósito superior de
nuestra misión. Así, en cada acción y esfuerzo, los designios superiores
serán santificados, envueltos de una energía de voluntad y servicio. Se
harán fuertes y adquirirán vida propia. Se transformarán en el alma
colectiva de un grupo que trabaja en la luz. Y esa energía protegerá y
asistirá al caminante, y le ayudará en la consecución de la obra. Por
ello El Decadron afirma que la doctrina “se torna aún más sagrada”,
pues es nutrida de la energía de quienes vibran en ella y la realizan.
No es sólo un símbolo. Hay allí un poderoso fluir de fuerzas. Este es un
secreto que ha sido practicado desde épocas muy antiguas: Cuando un
grupo de personas se une bajo el amparo de un principio en el cual
vibran y creen, dan forma a un elemento, denominado por los Maestros “La
Ley del Núcleo”. Todo grupo humano, espiritual o bélico, religioso o
político, trabaja con la Ley del Núcleo, independientemente de que lo
sepan o no. La energía que generan al reunirse bajo ciertos ideales y
objetivos, y trabajar decididamente por ellos, va dando forma a este
elemento que se transforma en el “alma” o “Cuerpo Místico” de aquel
grupo. Aquel “Núcleo” o “Templo Espiritual”, si es construido sobre la
base de ideales elevados y amorosos, en proyección al servicio y la
ayuda a los demás, se podría convertir en un foco de irradiación
positiva en su momento de maduración. Esta verdad nos lleva directamente
a la Novena Ley.

Novena Ley“El verdadero templo es aquel que se construye sobre la base de sentimientos, pensamientos y actitudes” Habitualmente
definimos a un templo como un lugar para oración. El término proviene
del latín templum, que designa un edificio sagrado. En la antigüedad, se
le asociaba al cosmos —como si el cielo tuviese su reflejo en la
Tierra—, y muchas culturas irguieron maravillosas construcciones para
comunicarse con aquellos secretos de la bóveda celeste. Antes del
cristianismo, Sumeria, Egipto, Grecia o las culturas americanas —entre
ellas los mayas e incas— poseían importantes templos, en donde no sólo
se consagraban al Sol o las estrellas, sino también a la propia
naturaleza. Sin embargo, templo no sólo designa una construcción humana
para las prácticas místicas y la oración. Como vimos en la octava ley de
El Decadron, un conjunto de ideas o principios pueden ser santificados
si creemos en ellos y empezamos a trabajar decididamente en esa
dirección. La novena ley nos dice ahora que luego de ese proceso,
estamos creando un templo “espiritual”. Por ello advierte que el templo
verdadero “…se construye sobre la base de sentimientos, pensamientos y
actitudes”. Esotéricamente, se conoce este fenómeno con el
nombre de “Egrégor”, voz verbal del griego clásico que significa
“vigilar”, “velar”, “estar despierto”. Otra interpretación se desprende
de la contracción de las palabras árabes “eg” y “gregen”, que significan
“eso que reúne” o “lo que reúne”. En otras palabras, el Egrégor sería
aquel cuerpo místico que logramos crear gracias a la Ley del Núcleo que
agrupa el aporte psíquico. Este principio nos dice que todo lo que
sentimos pensamos y hacemos nutre, alimenta y construye nuestro Templo
Verdadero que es el espiritual. Décima Ley“El verdadero místico es aquel que pone en práctica los principios del Cielo y que muere constantemente por amor al prójimo” Es
difícil describir la belleza y verdad que encierra este principio.
Sintetiza el espíritu de todo verdadero caminante de la luz. Es,
sencillamente, la consigna y misión de la Hermandad Blanca: poner en
práctica los principios que rigen el Universo y aplicarlos en el
servicio a los demás. Y casi siempre en silencio. No hay mayor misterio,
pues “los principios del Cielo” no son otra cosa más que las leyes
universales. Un verdadero místico vive y acciona en total conocimiento
de estas leyes. Pero, ¿qué significa morir constantemente
por amor al prójimo?Es una alegoría que señala el sacrificio por amor a
los demás. El “sacro-oficio” o nuestro trabajo santo por el próximo, al
que tenemos más cerca. Esto quiere decir que nuestra vida debe ser una
labor de servicio sin esperar nada a cambio. Una tarea que puede
requerir en ciertas circunstancias de grandes pruebas y esfuerzos para
purificar nuestras intenciones y el alcance de la obra. “Morir
constantemente” expresa constancia en esa misión.El servicio es el
mensaje de la Décima Ley de El Decadron.

NOTA: Este
artículo es una adaptación del libro “Designios Superiores: El Decadron”
de Ricardo González (ECIS Publicaciones, Buenos Aires, 2007)