Libro esoterismo y la alquimia Grillot de Givry: LA ARTIS subjectum.

sábado, 10 de abril de 2010

 


NICOLAS alquimista Valois, dijo: "La ciencia de los filósofos es el conocimiento del poder universal de las cosas."

En la noche oscura de tu alma, a veces te criaron, mi discípulo, diciéndote que una luz inmensa vendría, un día lejano e indefinido, a iluminar tu angustia.

Soñaste, confundido la visión, de la alegría, la omnisciencia,la armonía sobrehumana, el poder ilimitado.

Usted percibió - después de la oscuridad y la tristeza sombría del caos - El esplendor.

Y ahora el horizonte de tu vida se vuelve púrpura, y te permiten ver algo mejor y más perfecto.

Apresúrate a ti mismo hacia la luz ,si aún no estás decidido. Estoy disponible, en la estrella de los Reyes Magos que se enfrentan a tí y que te llevará, si lo decides,a salir de tú mirada hacia el Maestro del Mundo.

Entrégate a tí mismo, ustedes se han caracterizado por el desorden y la confusión en las ideas y en los actos.

El trastorno es específico para el regreso a ti mismo.

La vuelta a sí mismo requiere un esfuerzo continuo de la voluntad duradera.

El esfuerzo se requiere de manera continua y sostenible de la vida.

La regla de la vida es una serie de actos espirituales que se deben realizar escrupulosamente.

La primera norma, que resume todos los demás es el desinterés de los dichos y hechos de los hombres.

Déjate envolver por la indiferencia como una capa que es la clave de la vida mágica. Olvídate de las contingencias. Entregate a tí mismo de y deja de escuchar a cualquier ignorante. Bloquéate a ti mismo en tus pensamientos y tu sabiduría. ¡Sé el solitario, la construcción verdadera de una célula en su propio corazón.

Aceptar una vida oscura, cuando uno tiene hambre de gloria es la perfección alquímica final, con tanto rigor, los santos han logrado la Gran Obra.

Lo ideal es que crearás un reino en el que reinará como Señor soberano,serás tú ¿qué quieres más?

Tú eres el rey, cuando los tronos se derrumban! Eres Sacerdote el hierofaníte sin tropiezo!

Persiguiendo a la multitud, te darás cuenta del desprecio de las personas, desprecia a lo que puedan decir las masas y concéntrate en tú interés.

La expansión es considerada popular y jerárquica. Una multitud disciplinada ha construido el monumento,que oculta la excelencia el monumento que no proyecta sombra: la Pirámide; la multitud rebelde nunca supo que es accesible a todos, lo que deseen unirse, Renunciaron a la Gran Obra, entonces es simple,el Camino del Absoluto no se abre para ellos.

El querer tener la sabiduría y al mismo tiempo, la aprobación popular, es ridículo.

"La actuación no es actuar", dijo Lao-tsé; recordad esto. Cuando la multitud grita ,que la batallen sin ti, mi discípulo, el atanor víspera de tu alma,te espera.

Si Tú no sientes dolor al ignorar lo que la gente piensa y lo que dicen de ti, ¡ánimo! ya ha avanzado en el camino hacia el Absoluto.

La reputación no es nada, sólo el testimonio de la conciencia es importante. Lo que usted utiliza para llegar a ser santo, si lo es,solo tienes que sellar la paz en tu corazón.

Por lo tanto, de acuerdo a Scala Philosophorum, empieza a trabajar cuando el sol está en Aries y la Luna en Tauro.

Lo que ofrecemos toma un año de la piedra filosofal en toda su estabilidad y en cuanto a su firmeza ,Trevisan agregó siete días.

Comprende estas palabras y medita. Esfuérzate por desarrollar las fuerzas latentes que permanecen en vosotros. Ordena tu vida de acuerdo a las normas ocultas. TÚ eres el asunto de la Gran Obra: espiritualizarte, purificar tu astral, y a ti mismo te hace salir de las sombras .


Libro esoterismo y la alquimia- Grillot de Givry: INTRODUCCIÓN.

 



Por encima de nosotros en las esferas eternas de las que emana la luz y la vida, el misterio reinado, insondable y magnífico, el Absoluto.

El Absoluto rodea nuestro ser como una [involucro, Y delimita el círculo estrecho de nuestros conceptos precisos en todo lo que ha impreso su commonéfaction.

La oscuridad, sin que los que no son la ciencia, es un velo que cubre la causa primera, que se eleva a los iniciados.

¡Bendito el que se han conocido antes de rasgar tiempo! Luz, ya que no sabe ya que no deslumbran con su visión inesperada.

Pero los que se deleitaban en el temor de que no existe para ellos, el guardián del umbral está obligado a retirar por sí mismo!

Luego, al ver que nunca había sospechado que había contemné Puede ser, caen en las profundidades del abismo aniquilado, donde ya no es consciente de sí mismos, van a perder su entidad y pueden verse más!

O la escasez Y [parvité De los sabios, en este momento decisivo! Lo que lamenta los actos no se logra, los proyectos no ejecutados! ¿Cómo se puede reparar las omisiones y errores, la voluntad, imperfecta, incompleta, impuro, aceptar su conclusión final!

Sígueme Así que, mi discípulo en la Vía del Absoluto que le enseñará; síguemeY te prometo que un día te ceñirá su frente la corona de la luz, la diadema de oro de Wise reservado para aquellos que durante su vida, han hecho que resume el trabajo de trabajo.

Muchos han oído hablar de la Gran Obra. Algunos proponen que les gusto, pero poco para abordar la cuestión.

Todos dicen "Más tarde, cuando hemos conquistado el ocio y la calma." Pero el ocio y la tranquilidad por venir, mientras que el Absoluto te reclamará sin culpa, desde que llegó de él.

Oh pasar en esta tierra sin haber descifrado el enigma, sin haber penetrado en el [inexsupérable secreto Que algunos de nuestros antepasados conocían la has podido, que ya han pidió sabiduría de tantos hombres que no poseen?

La Gran Obra! La Gran Obra! palabra de prestigio! Deslumbrante esplendor! Algunos, en épocas pasadas, se han visto esta maravilla, habría pasado a tener en su totalidad, y usted, se lo permite, sin explicación, en los libros!

Y en la otra vida, tan dotado con la plenitud de su claridad de percepción, verías la falange triunfal de Sapient, una inundación de alegría radiante, desconcertada con la felicidad y el gozo, el deleite en la piedra de los filósofos, s en la alimentación para toda la eternidad y que no tienen parte en la fiesta!

Y oía el blanco teorías Inicia gritar como Dante:

Guai voi un anime pravi Veder No isperate de mayo a cielo!

mientras que se marcharía para siempre, triunfante en la luz, y te dejará solo, en la creciente oscuridad, su diazoma Siniestro se extiende alrededor!

Ese pensamiento es suficiente para inspirar a continuación, lamentar la negligencia del Magisterio de los Sabios.

Ojalá no sea demasiado tarde, y usted se encuentra ya demasiado tarde en la vida seguir para completar!

Porque si el ascetismo no ha comenzado saliendo de la adolescencia, es dudoso que pueda alcanzar la perfección. Es en este sentido que Nicolás Valois, dijo: "La primavera adelante el trabajo". Y Santo Tomás de Aquino: "En los primeros días, es importante levantarse temprano y ver si la vid está en flor.

Libro Esotérico y La Alquimia-Grillot de Givry:Meditación IV Disolución.

 



Roger Bacon dijo: "Es necesario que el cuerpo se convierte en el espíritu y el espíritu se convierte en el cuerpo." Esta es la solución de la obra.

Para lograrlo, su propio cuerpo, quemaduras con fuego filosófico corroídos por la quema de agua de la contrición, debe llegar a tal nivel de pureza que s'immatérialise realmente.

Luego, mediante la transformación de sí mismo como un Tabor, se convertirá inalterable ya no será una [impedancia] En la vida espiritual, sino al cuerpo igualmente gloriosa, va a participar en ella y ayudar a sí mismo, - ¡Oh maravilla! - En el trabajo.

Corporéifie entonces su mente, es decir, proyecta una mirada escrutadora de los que te sustancia impalpable que tal vez nunca has pensado en la naturaleza misteriosa, sin embargo, constantemente, que apoya su cuerpo.

Estudiado cuidadosamente todos los secretos de su funcionamiento a conocer la iniciativa, para preservar su poder y mantener el alimento intelectual que se adapte a él.

Tú, mi discípulo, un inmenso tesoro fuerzas ocultas que no lo sé, una fuerza considerable e invencible, se inclinó en ti, que superan todas las fuerzas corporales; aprender a utilizarlas para hacerlas obedecer a tu voluntad, en el instante t «que hagan absoluta maestría.

Y para ello primero debe eliminar de su mente todo lo que es superfluo y obsoleto. Emond enérgicamente dosel de su vulgar pensamientos. Tamaño audazmente en el bosque de clichés y banalidades que aún puede hacerse cargo. Pode cualquier cosa que no representa la fuerza y la fuerza se produce la pérdida de vegetación insalubres sólo de la energía espiritual.

El pensamiento es una sustancia de naturaleza casi líquido. Una vez emitido, es que existe.

La idea es inmutable. Provoca en el ámbito de la pura existencia un eco que resuena en la eternidad. Mirad, pues el infierno cogitaciones puede crear, que se unirá a usted para su condenación.

Sé puro, porque es su propia virtud que debe planear el atanor animar. Evita indiferente actos en sí mismos. Nunca deje que su mirada se extravía en los objetos que no valen un momento de su atención ; es un dibujo de tu ser que nunca pierda el poder de nuevo.

Entonces, cuando se les liberó de la carga de inútiles, recoger tesoros lo que usted quiere mantener a las fuerzas, y los dirige a la Obra con vehemencia. Observe cuidadosamente los colores del Magisterio, y hacer converger hacia la meta final, el más pequeño acto.

Algunos le dirán que el miraculaire poder adquirido y transmitido por un aliento, una palabra susurrada al oído cabalística, leer unas pocas páginas en un libro de hechizos o hacer una varita.

Sabe, sin embargo, que tal poder no se le concede únicamente por un lento y laborioso cultivo de fuerzas psíquicas que permanecen en ustedes en un estado latente.

Debemos t'abstraire en la vida superior, exaltando poderosamente tu, hacen una verdadera segregación de ti mismo con el mundo físico y el exterior.

Estudiantes a tu alrededor como un muro que retiene que emana de ti a las cosas sensibles y enciérrate en la ciudadela hermética en la que salen un día, invulnerable.

Sin duda, ya ver amanecer de luz que te prometí, y se regocijan usted.

Paciencia! pensar en su incompetencia! Estás en el cuarto nivel de la Vía de lo Absoluto. Tienes más de la mitad del camino por recorrer, y todavía se puede tropezar en el camino, y el otoño.

Más hábiles que has caído, que casi tocaba la meta.

Un dedo en los labios, como Harpócrates, y rezar, mi discípulo, en el silencio de tu alma.

XII Meditaciones sobre el camino de lo esotérico y lo Absoluto...Mysterium Magnum, la gran obra, Grillot de Givry.

 


Mysterium Magnum, la gran obra, Grillot de Givry.

XII Meditaciones sobre el camino de lo esotérico y lo Absoluto.

TEAEYTH

I. El Absoluto es la síntesis de la perfección universal.

II. El ser que posee en sí el sentimiento de perfección, es en el camino hacia el Absoluto.

III. El ser que ha traído consigo un elemento de auto-perfección, ha caminado el camino hacia el Absoluto.

IV. El Camino del Absoluto conduce a la absorción de la Primera Causa.

V. La primera causa es la perfección abstracta. Es el Absoluto mismo.

VI. La primera causa es una, infinita, eterna.

VII. El ser que lo ha exaltado a los tres conceptos de unidad, infinitud y la eternidad como para asimilarlos a la exclusión de todos los demás, fue absorbida por la causa primera, que ha alcanzado la perfección Suprema caminaba el camino de lo Absoluto.

VIII. El movimiento respondió a la calma y la quietud en el movimiento se manifiesta en todas las cosas visibles.

IX. El movimiento es la perfección y la quietud es la perfección.

X La primera causa es inmutable y es el motor universal. Es el movimiento y la quietud.

XI. La destrucción, en el ser, esta dualidad, el rechazo de la binaria por la unión de estos dos principios, a imitación de la causa primera, por lo tanto, conduce a la perfección. Este es el camino hacia el Absoluto.

XII. La causa principal tiene una existencia pura.

XIII. Cualquier cosa que se aparta de la causa primera es, por etapas sucesivas, hacia la no-existencia.

XIV. Esto no tienden a la pura existencia no está en el camino hacia el Absoluto.

XV. Todo tiene su arquetipo en el ideal absoluto.

XVI. La restauración de cada cosa en su verdadera efigie se corresponden con este arquetipo, es la redención universal.

XVII. Buscar lo universal Redentor es caminar en el camino hacia el Absoluto. Este trabajo de manera efectiva en la Gran Obra.

XVIII. Las claves se muestran en las cifras absolutas, porque piensan que la economía de la causa primera y el plano de la pura existencia.

XIX. Pero el camino hacia el Absoluto no está en números, porque el infinito no es ni la suma, ni el límite de los números.

XX. La reducción de todos los números de la primera unidad deberá realizarse antes de la posesión de lo infinito.

XXI. Por la unidad y el infinito son los dos nombres de una sola cosa, y el Camino de lo Absoluto no es un aumento real, sino un asceta, y esta es la Gran Obra que los filósofos enseñado.

Este es mi discípulo, todas las Magisterio.
Comprender y encontrar la clave vigésimo segundo, misterioso Tau no se puede escribir.
Sostener: Sólo hay un trabajo, hay dos trabajos, tres regímenes, cuatro operaciones, siete grados en cada uno de los regímenes y doce casas celestes que se realizan en las cuatro operaciones.

La fórmula de la Piedra es el siguiente:

Formule Pierre Philosophale

A continuación, los cuatro elementos, o bohu Tohu va-, cerró la Athanor clanes magnetizado por el Ruach Elohim, todo por un año y siete días.
Cuando se conoce el diámetro espagírica, usted puede lograr lo imposible filosófico. He aquí la unidad y su logaritmo, lo infinito y su logaritmo, cero y su logaritmo, y usted posee la clave del Universo. Aquí se le proporciona, mi discípulo, el supremo Sacramento de la Ciencia.

Usted ha recibido maestros la imposición de manos.
Vestido con unción sacerdotal esto, usted va ahora, ¡ay! de vuelta en niebla y vasto mundo, desde sus días de antes! Tienes que perderse en la multitud de hombres, que sus oídos oyen, como antes, las vulgaridades, las vulgaridades y la blasfemia.
Sin duda la amargura peculiar de este evento trae un poco de tristeza que aquí, pero es fácil de superar, porque usted es la antigua sabiduría de hiéracophore; llevas en tu corazón un tesoro que en caso de que el confort en cualquier dolor terrestres una luz para iluminar tu vida para siempre.
La misión nos sitúa por encima de todo el mundo y su felicidad es inconfundible, porque para usted las palabras de Hermes ha hecho: "Lo que era secreto y oculto se manifiesta."
Y no hay angustia, no puede aceptar lo que se ha enseñado el Camino Real de lo Absoluto!

Escucha a San Pablo t'énonçant el gran secreto: Patres nostri biberunt omnes de spiritalis, EOS compatibles, Petra: Petra autem erat CHRISTUS (I Cor., X, 4).

Myster

Parisiorum Lutetiae de 1906, el día de la Epifanía.

Mysterium Magnum, Le Grand OEuvre, Grillot de Givry.

 



XII Méditations sur la Voie de l’Esotérique et de l’Absolu.

TEAEYTH

I. L’Absolu est la synthèse de la perfection universelle.

II. L’être qui possède en soi le sentiment de la perfection, est sur la Voie de l’Absolu.

III. L’être qui a introduit en soi un élément de perfection, a cheminé sur la Voie de l’Absolu.

IV. La Voie de l’Absolu conduit à l’absorption dans la Cause Première.

V. La Cause Première est la perfection abstraite. Elle est l’Absolu lui-même.

VI. La Cause Première est une, infinie, éternelle.

VII. L’être qui a exalté en lui les trois notions d’unité, d’infinité et d’éternité au point de se les assimiler à l’exclusion de toute autre, s’est absorbé dans la Cause Première ; il a réalisé la perfection suprême ; il a parcouru la Voie de l’Absolu.

VIII. La réaction du mouvement sur l’immobilité et de l’immobilité sur le mouvement se manifeste en toutes les choses perceptibles.

IX. Le mouvement est la perfection et l’immobilité est la perfection.

X. La Cause Première est immuable et elle est l’universel moteur. Elle est à la fois le mouvement, et l’immobilité.

XI. La destruction, en l’être, de cette dualité, le rejet de ce binaire par l’union de ces deux principes, à l’imitation de la Cause Première, conduit donc à la perfection. C’est la Voie de l’Absolu.

XII. La cause première possède l’existence pure.

XIII. Tout ce qui s’éloigne de la Cause Première tend, par des degrés successifs, vers la non-existence.

XIV. Ce qui ne tend pas vers l’existence pure n’est pas dans la Voie de l’Absolu.

XV. Toute chose possède dans l’Absolu son archétype parfait.

XVI. La restauration de chaque chose en sa véritable effigie suivant cet archétype, constitue la rédemption universelle.

XVII. Chercher le Rédempteur universel, c’est cheminer dans la Voie de l’Absolu. C’est travailler efficacement au Grand OEuvre.

XVIII. Les clefs de l’Absolu sont inscrites dans les nombres, car ceux-ci réfléchissent l’économie de la Cause Première et du plan de l’existence pure.

XIX. Mais la Voie de l’Absolu n’est pas dans les nombres, car l’infini n’est ni la somme ni la limite des nombres.

XX. La réduction de tous les nombres à l’unité doit donc être préalablement opérée avant la possession de l’infini.

XXI. Car l’unité et l’infini sont les deux noms d’une seule et unique chose, et la Voie de l’Absolu n’est pas une progression véritable, mais une ascèse ; et c’est là le Grand OEuvre que les Philosophes ont enseigné.

Tel est, mon Disciple, tout le Magistère.
Comprends et trouve la vingt-deuxième clef, le Tau mystérieux qui ne s’écrit pas.
Retiens : Il n’y a qu’un seul oeuvre ; il y a deux travaux, trois régimes, quatre opérations, sept degrés dans chacun des régimes et douze maisons célestes dans lesquelles s’accomplissent les quatre opérations.

La formule de la Pierre s’établit ainsi :

Formule Pierre Philosophale

Puis les quatre éléments, ou Tohou-va-Bohou, enfermés clans l’Athanor aimanté par le Ruach Ælohim, le tout pendant une année et sept jours.
Lorsque tu connaîtras le diamètre spagyrique, tu pourras accomplir la quadrature du cercle philosophique. Contemple l’unité et son logarithme, l’infini et son logarithme, le zéro et son logarithme, et tu possèdes la Clef de l’Univers. Te voilà donc muni, mon Disciple, du viatique de la Science suprême.

Tu as reçu des maîtres l’imposition des mains.
Revêtu de cette onction sacerdotale, tu vas maintenant, hélas ! rentrer dans le monde brumeux et morne, de tes jours antérieurs ! Il faut que tu te perdes de nouveau dans la foule des hommes, que ton oreille entende, comme autrefois, les vulgarités, les lieux communs et les blasphèmes.
Sans doute l’amertume singulière de cette épreuve apporte ici quelque tristesse : mais il est aisé d’en triompher, car tu es le hiéracophore de l’antique Sapience ; tu portes en ton coeur un trésor qui doit te consoler de toute douleur terrestre, une lumière qui doit illuminer éternellement ta vie.
Ta mission te place au-dessus de tous les hommes et ton bonheur est incomparable, car pour toi la parole d’Hermès s’est réalisée : " Ce qui était occulte et caché deviendra manifeste ".
Et nulle angoisse ne saurait étreindre celui auquel a été enseignée la Voie Royale de l’Absolu !

Écoute Saint Paul t’énonçant le grand arcane : Patres nostri omnes biberunt de spiritali, consequente eos, petra : PETRA autem erat CHRISTUS (I Cor., x., 4).

Myster

Lutetiae Parisiorum,1906, le jour de l’Epiphanie.

Fulcanelli:El Misterio de las Catedrales...

 


Cuando escribió El misterio de las catedrales, en 1922, Fulcanelli no había recibido El don
de Dios, pero estaba tan cerca de la Iluminación suprema quejuzgó necesario esperar y
conservar el anonimato, el cual por lo demás, había observado constantemente, acaso más
por inclinación de su carácter que por obedecer rigurosamente la regla del secreto. Porque
hay que decir que este hombre de otro tiempo, por su apariencia extraña, sus maneras
anticuadas y sus ocupaciones insólitas, llamaba, sin pretenderlo, la atención de los
desocupados, los curiosos y los tontos, mucho menos, empero, de la que había de suscitar, un
poco más tarde, la desaparición total de su personalidad común.
Así desde la compilación de la primera parte de sus escritos el Maestro manifestó su
voluntad absoluta y sin apelación de que su identidad real permaneciese en la sombra, de que
desapareciese su marbete social definitivamente trocado por el seudónimo impuesto por la
Tradición y conocido desde hacía largo tiempo. Este nombre célebre ha quedado tan
firmemente grabado en la memoria, hasta las generaciones futuras más lejanas, que es
ciertamente imposible que sea sustituido jamás por cualquier patronímico, por muy
verdadero, brillante o famoso que fuese.
Sin embargo, no debemos pensar que el padre de una obra de tan alta calidad la
abandonase, inmediatamente después de haberla engendrado, sin razones adecuadas, por no
decir imperiosas, y profundamente meditadas. Éstas, en un plano muy distinto, condujeron a
un renunciamiento que no deja de causar admiración, cuando incluso los autores más puros,
entre los mejores, se muestran siempre sensibles al oropel de la obra impresa. Cierto que, en
el reino de las letras de nuestro tiempo, el caso de Fulcanelli no se parece a ningún otro,
porque emana de una disciplina ética infinitamente superior, según la cual el nuevo Adepto
ajusta su destino al de sus raros predecesores, aparecidos sucesivamente, como él en su época
determinada, jalonando, como faros de salvación y de misericordia, el camino infinito.
Filiación sin tacha, prodigiosamente perpetuada, a fin de que se reafine sin cesar, en su doble
manifestación espiritual y científicta la Verdad eterna universal e indivisible. A semejanza de
la mayoría de los Adeptos antiguos, Fulcanelli al arrojar a las ortigas de la zanja el gastado
despojo del hombre viejo, no dejó en el camino más que la huella onomástica de su fantasma,
cuya altiva enseña proclama la aristocracia suprema.
Quienes posean algún conocimiento sobre los libros de alquimia del pasado sabrán que la
enseñanza oral de maestro a discípulo prevalece sobre cualquier otra, lo cual tiene fuerza de
aforismo. Fulcanelli recibió su iniciación de esta manera, como la recibimos nosotros después
de él aunque tengamos que declarar, por nuestra parte, que Cyliani nos había abierto ya de
par en par la puerta del laberinto, en el curso de aquella semana de 1915 en que su opúsculo
fue reeditado.
En nuestra Introducción a Las doce llaves de la Filosofía, insistimos deliberadamente en
que Basilio Valentín fue el iniciador de nuestro Maestro, y lo hicimos, entre otras razones,
para tener ocasión de cambiar el epíteto del vocablo, es decir, de sustituir -por prurito de
exactitud-, con el adjetivo numeral primero, el calificativo verdadero que habíamos utilizado
antaño, en nuestro prólogo a las Moradas filosofales. En aquella época, ignorábamos la
conmovedora carta que transcribiremos un poco más adelante y que debe su impresionante
belleza al aliento de entusiasmo, al acento fervoroso que inflama a su autor, sumido en el
anónimo por el raspado de la firma, como se borra el nombre del destinatario por falta de
señas. Éste fue indudablemente el maestro de Fulcanelli el cual dejó entre sus papeles la
epístola reveladora cruzada por dos franjas oscuras en el lugar de los pliegues, por haber
pertenecido largo tiempo guardada en la cartera, adonde iba, empero, a buscarla el polvo
impalpable y graso del hornillo en continua actividad. El autor de El Misterio de las
catedrales conservó, pues, durante muchos años, como un talismán la prueba escrita del
t7iunfo de su verdadero iniciador, que nada nos impide que publiquemos hoy, tanto más
cuanto que nos da una idea elocuente y justa del terreno sublime en que se sitúa la Gran Obra
No creemos que nadie nos reproche 1a longitud de la extraña epístola de la que sin duda sería
lamentable suprimir una sola palabra:
Mi viejo amigo,
Esta vez, ha recibido usted verdaderamente el don de Dios, es una Gracia grande, y, por primera
vez, comprendo la rareza de este favor. Considero, en efecto, que, en su abismo insondable de
sencillez, el arcano es imposible de encontrar por la sola fuerza de la razón, por muy sutil que ésta
sea y por mucho que se haya ejercitado. En fin, posee usted el Tesoro de los Tesoros, demos
gracias a la Divina Luz por haberle hecho partícipe de él. Por lo demás, lo tiene justamente
merecido por su fe inquebrantable en la Verdad, por su constancia en el esfuerzo, por su
perseverancia en el sacrificio, y también, no lo olvidemos... por sus buenas obras.
Cuando mi mujer me anunció la buena nueva, me quedé aturdido de gozosa sorpresa y no cabía en
mí de felicidad. Tanto, que me decía: ojalá no paguemos esta hora de embriaguez con un terrible
mañana. Pero, por muy breve que sea mi información sobre la cosa, creí comprender, y esto en mi
certeza, que el fuego sólo se apaga cuando la obra se ha cumplido y toda la masa tintórea
impregna el vaso, que, de decantación en decantación, permanece absolutamente saturado y
se vuelve luminoso como el sol.
Ha llevado usted su generosidad hasta el punto de asociarnos a este alto y oculto conocimiento que
le pertenece de pleno derecho y de un modo absolutamente personal. Mejor que nadie,
comprendemos todo su precio, y, también mejor que nadie, somos capaces de guardarle por ello
eterno reconocimiento. Sabe usted que las más bellas frases y las más elocuentes protestas no valen
lo que la sencillez emocionada de estas solas palabras: es usted bueno, y, por esta gran virtud, ha
colocado Dios sobre su frente la diadema de la verdadera realeza. Él sabe que hará usted un uso
digno de este cetro y de los inestimables gajes que lleva consigo. Nosotros le conocemos desde
hace tiempo como el manto azul de sus amigos en desgracia; pero el manto caritativo se ha
ensanchado de pronto, pues ahora todo el azul del cielo y su gran sol cubren sus nobles hombros.
Ojalá pueda gozar mucho tiempo de esta grande y rara dicha, para satisfacción y consuelo de sus
amigos, e incluso de sus enemigos, pues la desdicha lo borra todo y usted posee, a partir de hoy, la
varita mágica que hace todos los milagros.
Mi mujer, con la inexplicable intuición de los seres sensibles, había tenido un sueño
verdaderamente extraño. Había visto a un hombre envuelto en todos los colores del prisma,
elevándose hasta el sol. La explicación no se hizo esperar. ¡Qué maravilla! ¡Qué bella y victoriosa
respuesta a mi carta cargada, sí, de dialéctica y -teóricamente- exacta, pero muy distante aún de lo
Verdadero, de lo Real ¡Ah! Casi puede decirse que el que saluda a la estrella de la mañana pierde
para siempre el uso de la vista y de la razón, pues queda fascinado por su falsa luz y es precipitado
en el abismo... A menos que, como a usted, no venga un gran golpe de suerte a arrancarle del borde
del precipicio.
Ardo en deseos de verle, mi viejo amigo, de oírle contar sus últimas horas de angustia y de
triunfo. Pero, créalo, jamás podré traducir en palabras la gran alegría que experimentamos y toda la
gratitud que sentimos hacia usted en el fondo de nuestro corazón. ¡Aleluya!
Le abrazo y le felicito,
Su viejo...
El que sabe hacer la Obra con sólo el mercurio ha encontrado lo que hay de más perfecto; es
decir, ha recibido la luz y realizado el Magisterio.
Tal vez un pasaje habrá chocado, sorprendido o desconcertado al lector atento y ya
familiarizado con los principales datos del problema hermético. Es cuando el íntimo y sabio
correspondiente exclama:
«¡Ay! Casi puede decirse que el que saluda a la estrella de la mañana pierde para
siempre el uso de la voz y de la razón pues queda fascinado por su falsa luz y es precipitado
en el abismo. »
¿No parece esta frase contradecir lo que afirmamos, hace más de veinte años en un
estudio sobre el Vellocino de Oro (1), es decir, que la estrella es el gran signo de la Obra, -
que sella la materia filosofal- que le dice al alquimista que no ha encontrado la luz de los
locos, sino la de los sabios, que consagra la sabiduría y que la llamamos estrella de la
mañana? Pero, ¿s e ha señalado que concretábamos brevemente que el astro hermético es
ante todo admirado en el espejo del arte o mercurio, antes de ser descubierto en el cielo
químico, donde alumbra de manera infinitamente más discreta? Si nos hubiéramos
preocupado más del deber de la caridad que de la observancia del secreto, y aun a costa de
pasar por fervientes adeptos de la paradoja habríamos podido insistir entonces en el
maravilloso arcano y, con este fin, copiar algunas líneas escritas en un viejísimo carnet,
después de una de aquellas eruditas charlas con Fulcanelli que, acompañadas de café
azucarado y frío, hacían nuestras profundas delicias de adolescente asiduo y estudioso,
ávido de un saber inapreciable:
Nuestra estrella es única y, sin embargo, es doble. Aprenda a distinguir su huella real de su
imagen, y observará que brilla con mayor intensidad a la luz del día que en las tinieblas de la noche.
Declaración que corrobora y completa la de Basilio Valentín (Doce llaves), no menos
categórica y solemne:
(1) Alchimie, pág. 137. J. -J. Pauvert, editor.
«Los dioses han otorgado al hombre dos estrellas para que le conduzcan a la gran Sabiduría,
obsérvalas, ¡oh, hombre!, y sigue con constancia su claridad, porque en ella se encuentra
la Sabiduría.»
¿Acaso no son estas dos estrellas las que os muestran una de las pequeñas pinturas
alquímicas del convento franciscano de Cimiez, acompañada de la inscripción latina que
expresa la virtud salvadora inherente al resplandor nocturno y estelar. «Cum luce saluten;
con la luz la salvación»?
En todo caso, por poco sentido filosófico que uno tenga y por poco trabajo que se tome en
meditar las anteriores frases de Adeptos incontestables, poseerá la llave con ayuda de la cual
abre Cyliani 1a cerradura del templo. Pero, si todavía no comprende, que relea a Fulcanelli y
no vaya a buscar en otra parte una enseñanza que ningún otro libro podría darle con tanta
precisión
Hay, pues, dos estrellas, las cuales, a pesar de que parezca inverosímil forman en realidad
una sola La que brilla sobre la Virgen mística -a la vez nuestra madre y el mar herméticoanuncia
la concepción y no es más que el reflejo de 1a otra, que precede al advenimiento
milagroso del Hijo. Pues si la Virgen celestial es todavía llamada stella matutina, estrella de
la mañana; si es posible contemplar en ella el esplendor de una señal divino; si el
descubrimiento de esta fuente de gracias pone gozo en el corazón del artista, no es, empero,
más que una simple imagen reflejada por el espejo de la Sabiduría. A pesar de su importancia
y del lugar que ocupa en los autores, esta estrella visible, pero inalcanzable, da testimonio de
la realidad de la otra, de la que coronó al Niño divino en el momento de nacer. El signo que
condujo a los Magos a la cueva de Belén, nos dice san Crisóstomo, fue a colocarse, antes de
desaparecer, sobre la cabeza del Salvador, rodeándole de un halo luminoso.
Insistimos en ello, porque estamos seguros de que algunos nos lo agradecerán: se trata
verdaderamente de un astro noctumo cuya claridad resplandece sin gran fuerza en el polo del
cielo hermético. Importa, pues, instruirse, sin dejarse engañar por las apariencias, sobre este
cielo terrestre de que habla Wenceslao Lavinius de Moravia y sobre el cual insiste tanto
Jacobus Tollius:
«Comprenderás lo que es el Cielo leyendo el pequeño comentario que sigue y por el cual el
Cielo químico habrá sido abierto. Pues este cielo es inmenso y viste los campos de luz purpúrea,
donde se han reconocido sus astros y su sol.»
Es indispensable meditar bien que el cielo y la tierra aunque confusos en el Caos cósmico
original no son diferentes en sustancia ni en esencia, sino que llegan a serlo en calidad, en
cantidad y en virtud ¿Acaso la tierra alquímica, caótica, inerte y estéril no contiene el cielo
filosófico? ¿Ha de ser, pues, imposible al artista, imitador de la Naturaleza y de la Gran Obra
divina, separar en su pequeño mundo, con ayuda del fuego secreto y del espíritu universal las
partes cristalinas, luminosas y puras, de las partes densas, tenebrosas y groseras? No, por lo
tanto, debe realizarse esta separación que consiste en extraer la luz de las tinieblas y en
efectuar el trabajo del primero de los Grandes Días de Salomón. Gracias a ella podremos
saber lo que es la tierra filosofal y lo que los Adeptos han llamado cielo de los Sabios.
Philaléthe, que, en su Entrada abierta al Palacio cerrado del Rey, es quien más se extendió
sobre la práctica de la Obra, señala la estrella hermética y llega a la conclusión de la magia
cósmica de su aparición:
«Es el milagro del mundo, la reunión de las virtudes superiores en las inferiores; por esto el
Todopoderoso la marcó con un signo extraordinario. Los Sabios 1a vieron en Oriente, se
llenaron de admiración y comprendieron en seguida que un Rey purísimo había nacido en el
mundo.
»Tú, cuando hayas visto su estrella, síguela hasta la Cuna; allí verás al hermoso Niño.»
« Tómese cuatro partes de nuestro dragón ígneo que oculta en su vientre nuestro Acero
mágico, y nueve partes de nuestro Imán mézclese todo por medio de Vulcano ardiente, en
forma de agua mineral donde sobrenadará una espuma que debe ser quitada. Arrójese la
costra, tómese el núcleo, purifíquese tres veces, por el fuego y la sal cosa que se hará
fácilmente si Saturno ha visto su imagen en el espejo de Marte. »
Por último, añade Philaléthe.
« Y que el Todopoderoso estampe su sello real en esta Obra y la adorne con él
particulannente. »
La estrella a decir verdad, no es un signo especial de la labor de la Gran Obra. Podemos
encontrarla en multitud de combinaciones arquímicas, de procedimientos particulares y de
operaciones espagíricas de menor importancia; sin embargo, ofrece siempre el mismo valor
indicativo de transformación parcial o total de los cuerpos sobre los cuales se ha fijado. Juan
Federico Helvetius nos dio un ejemplo típico de ello en el pasaje de su Becerro de Oro (Vitulus
Aureus) que traducimos a continuación:
«Cierto orfebre de La Haya (ciu nomen est Grillus), discípulo muy ejercitado en alquimia,
pero hombre muy pobre según la naturaleza de esta ciencia pidió hace algunos años (2) a mi
mejor amigo, es decir, a Juan Gaspar Knbtter, tintorera, espíritu de sal preparado de manera
no vulgar. Al preguntar Knótter si este espíritu de sal especial sería o no utilizado para los
metales, Gril respondió que para los metales, seguidamente vertió este espíritu de sal sobre
plomo que había colocado en un recipiente de vidrio utilizado para confituras o alimentos.
Pues bien, al cabo de dos semanas, apareció, flotando, una muy curiosa y resplandeciente
Estrella plateada, que parecía trazada con un compás por un artista muy hábil Por lo que
Gril lleno de inmensa alegría, nos manifestó que había visto ya la estrella visible de los
Filósofos, sobre la cual probablemente, se había informado en Basilio (Valentín). Yo y otros
muchos hombres honorables contemplamos con suma admiración esta estrella flotante en el
espíritu de sal, mientras que, en el fondo, permanecía el plomo de color de ceniza e hinchado
a la manera de una esponja. Sin embargo, en un intervalo de sie te o nueve días, fue
desapareciendo la humedad del espíritu de sal absorbida por el grandísimo calor del aire
(2) Hacia 1664, año de la edición príncipe e imposible de encontrar en Vitulus Aureus.
del mes de julio, y la estrella llegó al fondo, depositándose sobre aquel plomo esponjoso y
terroso. Fue un resultado digno de admiración y no para un reducido número de testigos. Por
último, Gril copeló en una vasta la parte de este plomo ceniciento a que se había adherido la
estrella y obtuvo, de una libra de este plomo, doce onzas de plata de copela y, además, de
estas doce onzas, dos onzas de oro excelente. »
Tal es el relato de Helvetius. Sólo lo damos para confirmar la presencia del signo estrellado
en todas las modificaciones intemas de cuerpos tratados filosóficamente. Sin embargo, no
quisiéramos ser causa de trabajos infructuosos o engañadores que sin duda emprendedan
algunos lectores entusiastas, fundándose en la reputación de Helvetius, en la probidad de los
testigos oculares y, tal vez también en nuestro constante afán de sinceridad Por esto
queremos observar, a quienes quisieran repetir el ensayo, que faltan en esta narración dos
datos esenciales: la composición química exacta del ácido clorhídrico y las operaciones
efectuadas previamente sobre el metal. Ningún químico será capaz de contradecirnos si
afirmamos que el plomo ordinario, sea cual fuere, no tomará jamás el aspecto de la piedra
pómez sometiéndolo en frío, a la acción del ácido muriático. Varios preparativos son, pues,
necesarios para provocar la dilatación del metal separar de él las impurezas más groseras y
los elementos inestables, y producir en fin, mediante la fermentación necesaria, la hinchazón
que le hace adquirir una estructura esponjosa, blanda y que manifiesta ya una marcadísima
tendencia al cambio profundo de las propiedades especí ficas.
Blaise de Vignére y Naxágoras, por ejemplo, han escrito largamente sobre la conveniencia de
una prolongada cocción previa. Pues, si es cierto que el plomo común está muerto -porque ha
sufrido la reducción, y una gran llama, dice Basilio Valentín, devora un fuego pequeño-, no es
menos verdad que el mismo metal pacientemente alimentado con sustancia ígnea, se
reanimará, reanudará poco a poco su actividad abolida y, de masa química inerte se
convertirá en cuerpo filosóficamente vivo.
Tal vez alguien se asombrará de que hayamos tratado tan prolijamente de un solo punto
de la Doctrina hasta dedicarle la mayor parte de este prólogo, lo cual en consecuencia, nos
hace temer que hayamos rebasado la finalidad corrientemente asignada a los escritos de este
género. Se advertirá, no obstante, que era lógico que desarrollásemos este tema que nos
introduce, a pie llano podríamos decir, en el texto de Fulcanelli. Efectivamente, ya en su
umbral se entretiene largamente nuestro Maestro en el papel capital de la Estrella, en la
Teofanía mineral que anuncia, con certeza, la elucidación tangible del gran secreto enterrado
en los edificios religiosos. El misterio de las catedrales: así se titula precisamente esta obra de
la que hoy ofrecemos -después de la tirada de 1926, compuesta únicamente de trescientos
ejemplares- la segunda edición aumentada con tres dibujos de Julien Champagne y varias
notas originales de Fulcanelli recogidas tal cual sin la menor adición ni el más pequeño
cambio. Estas se refieren a una cuestión muy angustiosa que ocupó largo tiempo la pluma del
Maestro y de la que diremos unas palabra a propósito de las Moradas filosofales.
Por lo demás, si hubiera que justificar el mérito de El misterio de las catedrales, bastaría
señalar que este libro ha sacado de nuevo a plena luz la cábala fonética cuyos principios y su
aplicación habían caído en el más absoluto olvido. Después de esta enseñanza detallada y
precisas tras las breves consideraciones apocadas por nosotros con ocasión del centauro, del
hombre-caballo del Plessis-Bourré, de Dos mansiones alquímicas, será ya imposible confundir
la lengua matriz, el enérgico idioma fácilmente comprendido aunque jamás hablado y,
siempre según de Cyrano Bergerac, el instinto o la voz de la Naturaleza, con las
transposiciones, los trastocamientos, las sustituciones y los cálculos no menos abstrusos que
arbitrarios de la kábala judía. Por eso importa distinguir los dos vocablos, cábala y kábala, a
fin de utilizarlos como se debe: el primero, como derivado de xaj3a>,>,ni o del Latín
caballus, caballo; el segundo, del hebreo kabbalah que significa tradición. En fin, no se podrá
ya, a pretexto de los sentidos figurado admitidos por analogía, de corrillo, manejo o intriga,
negar al sustantivo cábala la función que sólo él es capaz de desempeñar y que Fulcanelli lo
confirmó magistralmente, al encontrar la llave perdida de la Gaya ciencia, de la Lengua de
los dioses o de los pájaros. Las mismas que Jonathan Swift, el singular deán de San Patricio,
conocía a fondo y practicaba a su manera, con tanto saber y virtuosismo.

«Vale más vivir con grandes agobios
pobre, que haber sido seiíor
y pudrirse en una rica tumba.
¡Que haber sido señor! ¿Qué digo?
Señor, ¡ay! ¿acaso ya no lo es?
Según dicen los davídicos,
jamás conoceréis su lugar.»
FRANCOIS VILLON.

El Misterio de las Catedrales...

 


¿Qué es la alquimia para el hombre, sino -verdaderamente, y nacidos de cierto estado de
alma derivado de ,a gracia real y eficaz- la busca y el despertar de la Vida secretamente
adormecida bajo la gruesa envoltura del ser y la ruda corteza de las cosas? En los dos planos
universales, donde se asientan juntos la materia y el espíritu, existe un progreso absoluto que
consiste en una purificación permanente, hasta la perfección última.
Con este fin, nada expresa mejor el modo de operar que el antiguo apotegma tan preciso
en su imperativa brevedad: Solve et coagula; disuelve y coagula. Es una técnica sencilla y
lineal que requiere sinceridad, resolución y paciencia, y que apela a esa imaginación, ¡ay!, casi
totalmente abolida, en nuestra época de saturación agresiva y esterilizadora, en la inmensa
mayoría de las gentes. Raros son los que se aplican a la idea viva, a 1a imagen fructífera, al
símbolo siempre inseparable de toda elaboración filosofal o de toda aventura poética, y que
se abre poco a poco, en lenta progresión a una mayor cantidad de luz y de conocimiento.
Muchos alquimistas, y la Turba* en parúcular, han dicho, por boca de Baleus, que «la
madre se apiada de su hijo mientras que éste es muy duro con ella». El drama familiar se
desarrolla, de manera positiva, en el seno del macrocosmos alquimicofísico, de suerte que
cabe esperar, para el mundo terrestre y su Humanidad, que la Naturaleza acabe perdonando
a los hombres y conformándose, de la mejor manera, con los tormentos que éstos le imponen
perpetuamente.
*Compilación de citas atribuidas a filósofos antiguos y a filósofos alquimistas propiamente
dichos. Escrita en latín, pero traducida del árabe, gozó de gran crédito entre los alquimistas de la
Edad Media. (N. del T)
Ved ahora lo más grave: mientras la francmasonería busca continuamente 1a palabra
perdida (verbum dimissum), la Iglesia universal (XaOoÁ¿Xi7 katholiké), que posee este Verbo,
está en camino de abandonarlo en el ecumenismo del diablo. Nada favorece tanto a esta falta
imperdonable como la temerosa obediencia del clero, tan a menudo ignorante, al falaz
impulso, que se dice progresivo, de fuerzas ocultas que sólo se proponen destruir la obra de
Pedro. El ritual mágico de la misa latina profundamente trastornado, ha perdido su valor y,
actualmente, marcha de acuerdo con el sombrero flexible y el traje de calle que adoptan los
clérigos, felices con el disfraz, en prometedora etapa hacia la abolición del celibato
filosófico...
A favor de esta política de constante abandono, instálase 1a herejía funesta, en la
razonadora vanidad y en el desprecio profundo de 1as leyes misteriosas. Entre éstas, la
necesidad ineluctable de la putrefacción fecunda de toda materia, sea cual fuere, a fin de que
prosiga en ella la vida bajo 1a engañosa apariencia de la nada y de la muerte. Ante 1a fase
transitoria, tenebrosa y secreta, que abre a la alquimia operante sus asombrosas
posibilidades, ¿no es terrible que la Iglesia consienta, para lo sucesivo, esta atroz cremación
que antaño prohibía absolutamente?
Inmenso es el horizonte que ahora os descubre 1a parábola del grano que cae al suelo,
relatada por san Juan :
«En verdad, en verdad os digo, que, si el grano de trígo que cae a tierra no muere,
permanece solo, pero, si muere, llevará mucho fruto.» (XII, 24.).Extracto del libro...(El Misterio de las Catedrales) Fulcanelli.

...Lucifer... de Ambrosius Graal...

viernes, 9 de abril de 2010

 




Es para nosotros motivo de profunda satisfacción entregar a la luz pública la obra, hasta ahora inédita, de un alquimista contemporáneo. Con ella queda demostrado que el Gran Arte no se ha olvidado y que su cultivo continúa siendo cuidadosamente atendido por artistas anónimos. Tal es el caso de Ambrosius Graal, seudónimo preñado de significado y a través del cual, el autor, señala sus conocimientos en la lengua de Pegaso. Cabalísticamente hablando, el nombre Ambrosius Graal hace alusión a la Copa de Ambrosía o Cáliz del Elixir de Inmortalidad de los mitos arcaicos, tema del cual podríamos escribir (y ya se ha escrito mucho) un libro sobre su significación trascendente.

Lucifer, nuestra piedra angular, el Portador de la Luz, es el sujeto mismo de la Obra. Prometeo encadenado a la roca de la materia, por haber llevado el Fuego Sacro a los hombres, que espera la aparición del alquimista (Hércules) para ser liberado.

Esta obrita ha sido plasmada bajo el velo de la cosmogonía gnóstico ofita, secta greco-egipcia que consideraba a la serpiente como símbolo de la sabiduría y el bien. Agradeceremos, a los lectores cristianos, sepan apreciarla en su correcto significado y no ver en ella una corriente herética o de ideas blasfemas. Los alquimistas, de todas las épocas, han sido algo liberales en la utilización del símbolo y el caso de Ambrosius Graal no será la excepción. La selección del mito luciferino y su aplicación a la Gran Obra justifican, sobradamente, su osadía, liberalidad y atrevimiento teológicos. Esperamos la disfruten, como lo hemos hecho nosotros, para lo cual se las entregamos tal y como ha llegado a nuestras manos:

LUCIFER

de Ambrosius Graal

“ES DEBER DE TODO PENSADOR TRASCENDER

LAS FRONTERAS DEL PENSAMIENTO”

Lucifer: Nombre latino de la divinidad griega Fósforo o Heósforo (la antorcha de la aurora), nombre dado a la ESTRELLA MATUTINA, el astro que anuncia la aurora y trae la luz del día. Significa “el Portador de la Luz”. (Diccionario de Mitología Grecorromana de Pierre Grimal, Edit. Paidós).

Yo, Jesús, envié mi ángel a notificaros estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y la prosapia de David, EL LUCERO BRILLANTE DE LA MAÑANA. (Revelaciones cap. 22, ver.16).

La noche más oscura y tormentosa: tal fue el principio de la creación.

En el ojo del ciclón reinaba la quietud y el silencio, a su alrededor, la agitación de la terrible tempestad.

Entonces surgió el primer rayo en la negrura de aquel universo. Su voz fue el primer trueno que rodó inexorable a los confines del profundo abismo.

Aquel rayo tuvo un nombre, se llamó Lucifer: el Portador de la Luz.

Lucifer fue la primera luz que rompió la profunda oscuridad del tiempo.

Lucifer fue el primer sonido que bramó en el amorfo silencio de aquella sorda oscuridad.

Fue Lucifer el primer relámpago, el portador de la luz, la primera chispa de conciencia en aquel dormido universo.

Fue su propio destello, su propia luz, que le permitió percibirse a sí mismo. Esto lo convirtió en eterno e inmortal. Y así fue como Lucifer llegó a ser el único rayo que dura para siempre.

Y con su pensamiento de trueno, que fue la primera voz y sonido del universo, se dijo a sí mismo:

- Seré recordado como el eterno rebelde; como aquél que rompió la paz de la oscuridad y la ignorancia infinita. Soy el espíritu en acción, hambriento de conocerse a sí mismo a través de este profundo y negro universo.

Y diciendo esto se sumergió en el oscuro abismo, arrastrando su propia luz consigo. A su paso iba dejando una estela de chispas y centellas tras de sí. Centellas de luz, chispas de conciencia.

Y volviendo la mirada, Lucifer, contempló aquellos soles y estrellas alumbrando la noche eterna. Entonces exclamó:

- Seréis mi hueste, mis rebeldes, mis guerreros. Sois mis hijos, mis hermanos, mis compañeros. Sois parte de mi luz, sois mi voz, mi conciencia. Sois yo mismo.

Y siguiendo su camino volvió a sumergirse en la profundidad, dejando su senda, una estela de luz en el mar de la inmensa oscuridad.

Entonces fue su viaje tan lejano y distante que su ida se convirtió en retorno. Mundos nuevos se mostraron a su vista. Y descubrió en ellos la obra de sus huestes rebeldes, de sus hijos guerreros: descubrió su propia obra.

Así fue como comprendió su razón de ser, comprendió el por qué de su existencia: sacar consciencia de lo inconsciente, obtener sabiduría de la ignorancia, sacar luz de la oscuridad.

Como relámpago que fulgura en las tinieblas, como trueno que retumba en el silencio, tal debía ser su misión.

Y de esta manera fue como Lucifer cayó a la tierra, al infierno, la más profunda de las negruras.

Profundo dolor el del espíritu aprisionado en la materia:

Lo libre es limitado, lo luminoso es opacado, la voluntad se convierte en pasión, la conciencia en olvido.

Soberbio desafío: transformar las tinieblas en luz, hacer de las pasiones fuerza de voluntad, convertir la ignorancia en conocimiento, la mediocridad en excelencia, liberar lo aprisionado, conquistar la materia, elevarla y hacerla una con el espíritu.

Y así fue como Lucifer cayó en el hombre. Fue en el hombre donde conoció el campo de batalla del espíritu, la guerra más cruel.

Y como hombre se conquistó a sí mismo. Y como hombre decidió conquistar al mundo.

Y caído en el hombre y, hecho hombre, se mezcló entre los hombres para propagar la luz.

Así fue como llegó hasta una gran ciudad, en la cual sus habitantes se caracterizaban por ser muy piadosos. Y vio con sorpresa que había gran cantidad de templos, de dioses y de creencias de todo tipo. Y se adoraban a dioses invisibles y a otros representados en imágenes. Y los ídolos tenían formas humanas o animales o de ambas. Y aquellos que eran invisibles al ojo tenían atributos humanos o animales o de ambos.

Y el aire estaba impregnado del olor a incienso y del sonido de los cánticos y plegarias rogando, alabando, dirigiéndose a la multiplicidad de dioses.

Entonces Lucifer viendo aquella confusión quiso extender su luz a los hombres y les dijo:

- ¿Por qué buscáis fuera, lo que tenéis dentro? ¿Acaso no sabéis que sois el templo de la luz y que la luz vive en vosotros? ¿No os dais cuenta que sois el templo de la sabiduría y la sabiduría habita en vosotros? ¿Por qué tanta ceguera? ¿A que tanta ignorancia? ¡Despertad, hombres dormidos! Despertad de vuestro profundo sueño. Despertad que la muerte acecha y tal vez os de caza mientras aún estáis dormidos y entonces así vuestro sueño será eterno. Romped las ataduras de vuestra ilusión ¡Despertad! No busquéis afuera, en lo externo, lo que vive adentro, en lo interno. ¿A qué viene tanta adoración a ídolos o a abstractos conceptos? ¿Es acaso que la madre de todas las oscuridades ha caído sobre vosotros? ¿No os dais cuenta que el Espíritu de la Vida palpita en vuestro corazón se mueve en vuestra respiración, percibe a través de vuestra conciencia?

¡Despertad, hombres dormidos! Despertad y dejad de perder tiempo adorando a falsos dioses externos. Dirigid vuestra atención hacia vosotros mismos, sentid la Conciencia y la Vida que habita en vosotros, entonces la Verdad os abrirá las puertas y entenderéis la realidad del mundo y de este universo.

Así habló Lucifer con voz de trueno, sin embargo, los hombres no lo entendieron y comenzaron a murmurar entre sí y a planear como deshacerse de aquel extraño que blasfemaba de aquel modo. Entonces Lucifer pensó para sí:

- Estos hombres aún no están maduros para la gran cosecha. Sus oídos no escuchan y sus ojos son incapaces de ver. Prudente será que me aleje de ellos, pues sus corazones están llenos de violencia y oscuridad.

Así Lucifer se alejó de aquellos hombres y de aquella ciudad. Y caminó por sendas solitarias, sendas que ningún hombre antes había caminado.

Y caminando así llegó a otra ciudad y con sorpresa vio que en aquella ciudad los hombres eran más ciegos e ignorantes que en la otra, pues proclamaban la existencia de un dios proclive a sacrificios y castigos. Se llamaban a sí mismos "El Pueblo Elegido" y consideraban a las otras naciones como animales.

Y según ellos todo en el universo había sido creado para su uso y a ellos les correspondía, por mandato y promesa de Dios, el gobierno de todo el mundo. Y sólo ellos poseían la verdad. Y sólo ellos eran los puros entre las naciones. Y sólo ellos eran los elegidos, los piadosos, los más elevados y sabios.

Y la sorpresa de Lucifer crecía cada vez más al escuchar los pensamientos y creencias imperantes en aquella ciudad. Y su sorpresa fue tanta que finalmente el pensar de aquellos hombres lo hastió y su voz tronó sobre la muchedumbre:

- ¿Qué necia locura os invade? ¿Decís que vuestro dios os creó a su imagen y semejanza? Pues yo os declaro la verdad y ésta es que vosotros habéis hecho a dios a vuestra imagen y semejanza, pues no he visto a dios más humano que el vuestro, ni tan lleno de humanos apetitos ni humanos defectos que vuestro dios. ¿Qué os habéis imaginado? ¿Quiénes os creéis? ¿Pensáis acaso que el Gran Espíritu de Vida, que anima a este universo, puede tener preferencias por algún individuo, pueblo o nación en merma de otros individuos, otros pueblos y otras naciones? ¿Acaso el sol priva de su luz a los malvados? ¡Porqué sois egoístas os habéis creado un dios egoísta! ¡Porqué sois injustos habéis creado un dios injusto! Porque debéis de saber la verdad y ésta es que vuestro dios no existe en realidad, es solo un reflejo, una proyección de vuestras almas. Y como vuestras almas son impuras y enfermas, vuestro dios es impuro y enfermo. Solo a individuos ciegos e ignorantes de la Luz de la Sabiduría se les puede ocurrir la existencia de un "pueblo elegido". Pues la verdad es que ningún dios o dioses eligen a un individuo, raza o nación, sino que es cada individuo, raza o nación que se eligen a sí mismos por medio de su voluntad. Y esta autoelección se realiza por esfuerzo y mérito propios, no por haber nacido dentro de una familia, religión, raza o nación.

Así habló Lucifer. Y el pueblo que lo escuchaba, con los rostros enrojecidos de la ira y las bocas espumosas de la rabia, le gritaron:

- ¡Blasfemo! ¡Maldito blasfemo!

Entonces Lucifer respondió:

- ¡Blasfemos vosotros! Blasfemos porque blasfemia es pretender rebajar a nivel humano aquello que está más allá de toda condición humana. ¡Blasfemos vosotros! Porque blasfemia es pretender dar origen divino a palabras y pensamientos provenientes de hombres ambiciosos, egoístas y arrogantes.

Entonces la multitud rugió llena de furor:

- ¡Mátenlo! ¡Mátenlo! Derramen su sangre para así limpiar con ella la afrenta que ha cometido.

Entonces el pueblo enfurecido se arrojó contra Lucifer y comenzó a golpearlo con puños, palos y piedras. Y en medio de aquella furibunda marejada humana Lucifer pensó para sí:

- Estos hombres aún no están maduros para la gran cosecha. Sus oídos no escuchan y sus ojos son incapaces de ver. Prudente será que me libere y me aleje de ellos, pues sus corazones están llenos de odio, maldad y violencia.

Entonces la multitud arrastró a Lucifer hacia las afueras de la ciudad y comenzó a apedrearlo para darle muerte. Y no dejaron de arrojarle piedras hasta que su cuerpo, totalmente inerte, quedó sepultado bajo un rocoso manto.

El crepúsculo llevó consigo al último de los verdugos.

Entonces Lucifer apartando las piedras se incorporó. Aunque su cuerpo estaba lastimado, su espíritu permanecía intacto.

- ¿Por qué tanta ceguera? - se dijo - ¿Por qué tanta ceguera si en todos nosotros palpita la misma luz? ¿O será que en algunos esta luz se halla oculta por la ignorancia de sí mismos?

Y pensando estas cosas, Lucifer sacudió sus ropas y siguió "Su Camino", protegido por la noche.

Y el amanecer lo alcanzó caminando, pues Lucifer rara vez dormía. Y su descanso era la vigilia y la atenta meditación en sí mismo.

Y aunque el camino que ahora transitaba era más humano, los pocos hombres que se cruzaban con él esquivaban su mirada y evitaban su saludo. Así de pavorosa e imponente era el aura que se escapaba de su rostro.

Entonces sus pasos lo encaminaron a las puertas de otra ciudad. Y ésta era más hermosa, rica y lujosa que las anteriores. Y en la plaza central sobre una gran columna de oro y piedras preciosas estaba escrita la frase:

“Todo tiene su precio”.

Y en aquella ciudad habían muchos dioses, pero había uno que reinaba sobre todos aquellos y el nombre de este dios era: DINERO.

Y por dinero los hombres vendían a sus hijas y a sus mujeres. Y por dinero se vendían entre ellos y a sí mismos y vendían su alma, su lealtad, su honra, su sabiduría y conciencia.

Entonces Lucifer se sintió asqueado de aquella masa maldita y deseó salir inmediatamente de la ciudad, pero su conciencia le exigió decir algo a aquellas mentes oscurecidas.

Y encaramándose sobre la dorada columna, centro de la plaza mayor, Lucifer conjuró a la multitud:

- ¡Ah, humanidad perdida yo te maldigo!

Y aunque me arrastre pobre y herido entre el lodo, jamás seré tu esclavo, siervo, ni mendigo.

Entonces, sin agregar palabra, saltó de la columna y cayendo a tierra, encaminó raudo sus pasos a las afueras de la ciudad.

Pero aquellos que lo habían escuchado lo siguieron ofreciéndole hospedaje en sus casas, pues adivinaban que aquel forastero era dueño de una "extraña sabiduría" que querían poseer, sin embargo, al ver que no se detenía comenzaron a ofrecerle dinero y a intentar comprar su estadía entre ellos.

Entonces empezaron a ver quien daba más y se sorprendían de ver que aquel hombre ignoraba sus ofertas y pronto el precio ofrecido fue de diez millones de piezas de oro y este fue doblado y triplicado. Sin embargo, Lucifer no se vendió.

Y sus pasos lo llevaron a un valle donde un día antes se había realizado una gran batalla.

El campo se hallaba cubierto de cadáveres y su número se contaba por miles.

Entonces Lucifer caminó entre ese mar de muerte mientras pensaba:

- ¿Acaso no es el mundo idéntico a este valle? ¿No está sembrado de cadáveres, hombres vivos que aún no han comprendido que están muertos en su propia ignorancia?

Y al pensar esto su vista paseaba por entre los cuerpos inertes y mutilados.

Entonces, le pareció divisar a los lejos un solitario árbol y apoyado sobre su tronco a un guerrero moribundo.

Y Lucifer se dirigió hacia aquel hombre, contento de ver algo vivo en medio de tanta muerte.

Y sin decir una palabra dio de beber de su agua a aquel desconocido. Limpió su rostro ensangrentado e intentó curar sus heridas, pero descubrió que su pecho había sido atravesado sin compasión por una lanza enemiga. Entonces Lucifer habló:

- Tu corazón está destrozado.

Deberías estar muerto, pero aún vives.

A lo que el guerrero contestó, con voz suave pero firme:

- Me debí haber vendido y no lo hice. Debí haber huido y me quedé a luchar. Ahora debería estar muerto, sin embargo, sigo vivo. Es que mi espíritu es rebelde y me niego a aceptar aquello que no quiero. Debería haberme vendido y vivir en paz, como un cordero, pero no quise. Debería haber huido y no enfrentarme al enemigo, pero lo encaré. Ahora, agonizante y mal herido, debería estar muerto, pero no quiero morir.

Entonces los ojos de Lucifer brillaron con inusitada luz y comprendió que ante él había un hombre que, de alguna manera, se había encontrado a sí mismo.

Y se prometió no dejar morir a aquel hombre y usar de todo su poder para salvarlo, pues pensó que hombres como aquél era lo que necesitaba el mundo: hombres que no se vendieran ni retrocedieran ante el Enemigo, hombres con espíritu de lucha y deseos de vivir eternamente.

Entonces Lucifer impuso sus manos sobre las heridas sangrantes del guerrero, el cual al sentir el espíritu de vida y sanación que lo invadía exclamó:

- ¿Quién eres que me bendices con la vida?

A lo que respondió Lucifer:

- Soy el Portador de la Luz, la conciencia que se manifiesta bajo forma humana. Soy la fuerza que se esconde tras cada ser, cada hombre y mujer, cada bestia y cosa.

Y apenas hubo terminado de hablar, se puso de pie y emprendió su camino.

- ¿A dónde vas hombre extraño? - lo detuvo el guerrero - ¿Cuándo podré escuchar de tu singular sabiduría otra vez?

- Mi sabiduría vive en ti, es tu propio ser. Si te escucharas a ti mismo, no necesitarías de mis palabras.

Luego Lucifer calló unos segundos y agregó:

- Mi espíritu tiene la mirada fija en el Norte. Mi cuerpo permanecerá un tiempo en la Montaña del Dragón.

Y señalando la gran mole rocosa que se erguía en el horizonte, se puso nuevamente en marcha.

Buscaba Lucifer, en aquellas montañas, la tranquilidad de la soledad para poder exaltar así su conciencia.

Sin embargo su paz no duró mucho, pues empezaron a llegar gentes en busca del sabio de la montaña que, según se contaba, había sanado a un guerrero moribundo.

Y así fue como Lucifer se convirtió en maestro, primero de unos pocos y, luego, de muchos.

Y en su intento de enseñar, sólo enseñaba que no hay nada que aprender, pues toda claridad y sabiduría ya se encuentra en el corazón de cada ser viviente.

Pero las gentes empezaron a confundirse, pues aquel que es ciego no ve aunque el sol lo alumbre y el corazón confuso se pierde incluso en el día más claro.

Y empezaron a perderse a ellos mismos de vista y dirigieron sus ojos hacia afuera, hacia la imagen del maestro que les enseñaba.

Entonces Lucifer se dio cuenta y no se permitió caer en la trampa de la oscura ignorancia.

Así fue como un día reunió en torno a sí a todos aquellos que había enseñado y les comunicó su decisión de abandonar el mundo.

Entonces sus seguidores comenzaron a lamentarse de su suerte y sintieron que aquello sería su perdición.

Y Lucifer sonrío, pues comprendió que aquél era el camino que, aunque duro, los llevaría a sí mismos.

Entonces dijo:

- No os lamentéis de mi pérdida, pues la única pérdida digna de lamentar es la pérdida de uno mismo. Y vosotros os habéis perdido hace mucho y jamás habéis llorado por ese gran tesoro ido.

Y uno entre muchos alzó su voz diciendo:

- Maestro, antes de partir háblanos de la esencia de tu enseñanza, para poder así recordarla.

Entonces Lucifer habló:

- Recordaos a vosotros mismos y recordaréis mi enseñanza. No busquéis fuera lo que ya existe dentro, en vuestro espíritu. Mirad que el hombre es como un árbol que crece en la cima de una montaña. Pero esa montaña es en realidad un volcán en cuyo interior arde un fuego claro y poderoso dador de la más perfecta serenidad y fuerza. El calor de este fuego interior ayuda a crecer al árbol, el cual mientras más entierra sus raíces en la profundidad de la montaña, más expande sus ramas a la infinitud del vasto cielo. Recordad siempre que en el mundo hay tres clases de personas: están aquellos que saben su razón de ser, están aquellos que la ignoran y están los "confusos". Y entre los confusos están los que creen saber su verdadera razón de ser, pero en realidad la ignoran y aquellos que se han inventado una razón de ser, que por ser algo artificial los aleja de su verdadera naturaleza. En verdad es importante lo que ahora les digo: Sólo quien se conoce a sí mismo, conoce su razón de ser, conoce su destino y deja de ser parte del rebaño. Y mucho mejor que ser un confuso es reconocer la ignorancia de sí mismo, pues la cura viene cuando la enfermedad es reconocida.

Guardando silencio un instante, continuó:

- La montaña es como el cuerpo, la conciencia como el árbol y el fuego parecido al espíritu de vida. La montaña es como vuestra columna ósea; el árbol como vuestro cerebro, médula y nervios que crecen entre ella; el fuego proviene de vuestra Esencia Creativa cuidadosamente conservada. Sois como madres que guardan en su vientre al embrión del espíritu. Si un niño de carne y hueso demora nueve ciclos lunares en nacer, entonces, el niño del espíritu demorará nueve ciclos solares. Por ello es importante empezar ya. Mi enseñanza guarda su propio secreto y éste se basa en la práctica y en la propia conciencia de sí mismo. Sin embargo, ¿queréis saber más, queréis conocer el secreto? Entonces escuchad el sueño que tuve un día:

EL SUEÑO DE LUCIFER

Sin saber cómo, había llegado a una caverna de enormes proporciones en lo profundo de la tierra. Aunque las paredes y techo de la gruta parecían naturales, es decir, formadas por el goteo incesante y la filtración del agua, el piso era perfectamente liso y nivelado, como hecho por mano humana o alguna otra criatura inteligente. Sentí que estaba en un templo.

A diez pasos de mí se alzaba una gruesa columna pétrea, de unos siete metros de altura, sobre la cual vi de pie a un venerable anciano. Vestía una túnica de mangas largas y talle holgado que le llegaba hasta los tobillos. Su color era gris-azulado, como el de las nubes cargadas de lluvia. A lo largo de su pecho y cosida a ella caía verticalmente, hasta el suelo, una cinta blanca sobre la cual habían sido bordados, en hilo negro, extraños caracteres que no pude reconocer. Igual adorno vi a lo largo del borde superior de sus mangas, en los puños de las mismas y en el embaste de su vestimenta. Tanto las barbas como los cabellos del anciano eran blancos y larguísimos. Su alba cabeza estaba descubierta. Al verlo se me ocurrió que era la típica imagen de un mago.

Alzando uno de sus brazos me ordenó:

-¡Tomad aquella lanza, hecha de la mejor madera del mundo e introducidla en aquel pozo! - al decir esto me señaló un agujero, de un metro de circunferencia, cuya boca estaba a ras de suelo.

Fui y tomé la lanza, la cual era una vara puntiaguda de una madera muy liviana y durísima. Me asombró comprobar que a pesar de su largo, tres metros o más, permanecía perfectamente enhiesta, haciendo alarde de una pasmosa flexibilidad.

Siguiendo las órdenes del anciano me acerqué al pozo. A mis pies vi un hoyo, cavado en la piedra, en el cual había un líquido espeso de color rojo varios metros más abajo. Al principio creí que se trataba de sangre, pero después noté que de él se desprendía una suave fosforescencia. Me pareció, entonces, que se trataba de lava derretida. Aquel pozo era la entrada al infierno.

Apenas introduje la lanza en él, el líquido aumentó su nivel hasta llegar al borde mismo del agujero. Retrocedí, pues pensé que si llegaba a desbordarse, la lava me quemaría.

Para mi sorpresa surgió del pozo un esperpento, un ser bípedo de unos cuatro metros de alto, similar a un sapo o a una tortuga sin caparazón. Caminaba sobre sus cuartos traseros como un hombre. Un solo ojo adornaba su frente.

Al parecer mis acciones lo habían molestado y ahora se encontraba furioso. Arremetió contra mí. Me defendí usando la lanza. En la refriega me di cuenta que la bestia temía perder su único ojo, entonces concentré mis ataques en él. Pero sorpresivamente, cuando creí que la tenía bajo mi poder, la criatura sufrió una mutación. Sin saber cómo, la vi transformarse en un ser del tamaño de un hombre y con cuerpo de tal, pero su cabeza era similar a la de un murciélago con orejas membranosas, grandes, triangulares y un hocico de filosos dientes. Curiosamente su cuerpo y rostro estaban cubiertos de escamas, como un pez. Su apariencia era muy fornida y musculosa. Antes que pudiera evitarlo, la criatura se alejó de mí corriendo a toda prisa, hasta, perderse de vista.

La voz del anciano llamó mi atención. Me volví a mirarlo y noté que la columna sobre la cual estaba parado disminuía de tamaño, como si estuviese siendo tragada por la tierra. Ya a nivel del piso, el anciano se acercó a mí diciendo:

- Ya lo habéis visto. La criatura tiene el poder de adoptar cualquier forma y utiliza este artificio para hacer caer a la gente en el pozo. Sin embargo no os preocupéis, ya la enfrentasteis y con eso basta para reconocerla en cualquiera de sus formas.

Dicho esto, me tendió un librito, como de un palmo de largo. Yo, tomándole, le abrí al azar en una de sus páginas. En ella vi una ilustración a color: Un velero de cuatro mástiles navegando con todo su velamen desplegado por mar abierto. La superficie del agua en perfecta calma. Alrededor del barco revolotean miles de gaviotas, mientras que del palo mayor un gran pelícano blanco da la cara a proa con sus alas extendidas, mostrando el pecho descubierto.

Miré interrogativo al anciano. Entonces éste me respondió:

- Es un libro de gran contenido hermético. Es el Libro de la Creación. En el capítulo diez encontrarás el secreto de la Piedra Filosofal. Pero antes es necesario que obtengas la Schlitlzt Nimrod, la daga mágica que simboliza y en la cual se halla grabado el Nombre Impronunciable. La reconocerás cuando la veas, porque su imagen está en el alma colectiva de toda la humanidad. Más antes, pon ante mí tu mano izquierda.

Sin resistirme seguí sus instrucciones, entonces vi con asombró que sobre la palma de mi mano crecía una pequeña enredadera de color verde vivo, como el de la hierba nueva. Su nacimiento estaba en la base, pegado a la muñeca. De aquí seguía el curso de la línea palmar llamada de Mercurio, según dijo el anciano, pero a medio camino se bifurcaba y la segunda rama recorría el rastro de la línea llamada de Saturno. Ambas secciones de la enredadera ascendían un tramo para luego curvarse en dirección del dedo pulgar. Aquella que iba por la línea de Mercurio se curvaba justo por debajo del dedo meñique. La otra, la que seguía el trayecto de la línea de Saturno, cambiaba su curso a la altura del mismo centro palmar. De esta manera ambas ramificaciones venían a morir en el montículo carnoso que hay bajo el dedo índice, al cual el anciano dio el nombre de Monte de Júpiter.

Tres flores brotaban de esta enredadera. Dos de ellas provenían del primer tallo y crecían sobre el Monte de la Luna y el Monte de Apolo respectivamente. La otra florecilla se abría en el Campo de Marte y germinaba de la segunda rama. El mago observó por unos instantes mi mano.

- La parte izquierda de tu conciencia, el lado desconocido de tu mente, es independiente - me dijo -. Esto es positivo para ti, pero aún es muy pequeño y está poco desarrollado. Debes hacerlo crecer.

Cuando le pregunté cómo podía hacerlo, sólo contestó:

- Sigue el Camino.

Dicho esto me puso al cuello un Ank, de oro blanco, en cuyos brazos tenía grabada la frase "Enfrenta la Vida como Guerrero" y, haciéndome señas, indicó que me fuera por donde había visto irse a la criatura del pozo. Le obedecí.

No había cómo perderse. Aquella galería inmensa terminaba en un estrecho túnel, por el cual caminé mucho tiempo antes de llegar a una caverna de parecidas proporciones a la anterior, pero carente de columnas y un piso liso y nivelado. Observé que al otro extremo, de donde me encontraba, se veían las entradas de dos túneles y hacia allá me dirigí.

Al acercarme comprobé que ambos se encontraban muy cerca uno de otro, pero a pesar de su proximidad comunicaban a mundos diferentes. Aquél que se encontraba a mi izquierda, daba acceso a una selva cálida, espesa y exuberante. Desde donde me hallaba podía ver mil formas y oír mil exquisitos sonidos provenientes de aquella tibia floresta. Me pareció que era el paraíso.

El otro túnel daba a un paraje relumbrantemente blanco, todo hielo y nieve. La ventisca y el frío eran sus únicos señores. Me encontraba observando esto cuando de la selvática entrada vi aparecer a una hermosa mujer de piel bronceada. Vestía un traje de hojas verdes, pegado al cuerpo, que le llegaba a mitad de muslos. Era un vestido sin mangas ni hombros, sostenido por un delgado tirante de fibra vegetal. Las facciones del rostro eran bellísimas y su cuerpo armoniosamente proporcionado. Su cabello, largo hasta la cintura. Me miró insinuantemente y me pidió que la siguiera. Me negué. Entonces, ejerció sobre mí un extraño poder y me vi tras ella en contra de mi voluntad. No pude oponerme a su fascinación.

En ese momento me sucedió algo inexplicable. Sin saber por qué, tomé fuerte conciencia de mi región infraumbilical. Sentí una agradable calidez en toda aquella zona e inmediatamente tomé el control de mí. Era como si aquel lugar anatómico fuera el "Centro de mi Voluntad". Dejé de seguir a la bella mujer y me detuve. Ella se dio cuenta de mi rebeldía y volviendo sobre sus pasos me encaró. Yo dirigí una fugaz mirada al nevado túnel; entonces ella, percatándose de mi gesto, habló:

- Ese es un mundo helado, duro, primitivo y bárbaro, ¿lo prefieres al que te ofrezco yo?

Le contesté afirmativamente. Entonces, molesta, hizo un gesto tras el cual aparecieron tres descomunales hombres que me doblaban en estatura, los cuales con actitud hostil, se interpusieron entre el mundo de hielo y yo. En ese instante noté que uno de los gigantes tenía en sus manos una daga de doble filo y hoja larga con arabescos grabados en ella. La reconocí inmediatamente. Era la Schlitlzt Nimrod, el arma mágica de la cual me había hablado el anciano mago.

La mujer volvió a hablarme, entonces vi que había sufrido una transformación. Ahora aparecía como una jovencita de quince años. Su piel era blanca, su cabello castaño e iba vestida con una túnica de color lila que, igual a la anterior, llegaba a la mitad de muslos, pero sin ceñirse al cuerpo; era holgada y con pliegues.

Su aire de sensualidad y voluptuosidad se había trocado por uno de candidez e inocencia.

La vi acercarse a mí con aspecto de ingenuidad y mirar lo que había escrito en el Ank que colgaba sobre mi pecho.

- ¿Cuál es la característica de un guerrero? - preguntó ella, esperando mi respuesta -, ¿acaso es el valor?

- Eso es importante - le contesté, mientras estudiaba cuidadosamente a los tres gigantes -, pero lo es, aún más, ser decidido y tener osadía.

Ella confundida me miró:

- ¿Osadía? - repitió.

Entonces, posando mis ojos en los de ella, la hice con rapidez a un lado y embestí con furia a los gigantes. A pesar de sus tamaños conseguí dejar a dos de ellos fuera de combate, golpeando, a uno, con mi hombro izquierdo y, al otro, con la cabeza. El tercer hombrón me atacó con la daga.

Entonces yo, sin temor alguno, la tomé con mi mano izquierda por la filosa hoja y se la arranqué de los dedos. Hecho esto, el hombre se desvaneció ante mi vista. Me di cuenta que había quedado solo, pues la muchacha también había desaparecido.

Pasé el arma a mi mano derecha y admiré la forma de su hoja y el arte con que había sido forjada. Penetré en el túnel de hielo y noté con sorpresa que, en donde antes había nieve, ahora existía arena, tierra y piedras. Aquel túnel salía a la superficie, a cielo abierto, a un paraje desolado y seco. Solo se veía uno que otro arbusto o cactus aquí y allá. Puse el puñal en mi cintura y empecé a caminar de prisa, pues el sol caía en el horizonte y pronto oscurecería.

No sé cuánto tiempo caminé, pero me detuve cuando descubrí una polvareda que se acercaba desde la derecha. Cuando por fin pude ver de qué se trataba, quise huir, pero no había lugar dónde cobijarme. Entonces decidí plantarme en mi sitio y, sacando la daga del cinto, esperar mi suerte.

Sobre la llanura una especie de monstruo, una masa peluda, negra, sin piernas ni cabeza, pero con cinco robustos brazos semejantes a los de un simio, se acercaba al lugar donde me encontraba. Avanzaba girando sobre sí mismo, como una rueda, apoyando sus grotescas manos en el suelo.

Mientras más se acercaba más decidido me encontraba para enfrentarlo. Sin embargo, cuando estuvo a unos pasos de mí, se transformó en una hermosa joven. Yacía a mis pies, totalmente desnuda, tendida sobre la arena. El color de su pelo larguísimo, el tinte de su tez y los rasgos de su rostro, me hicieron recordar los de la mujer hindú. Su sonrisa cautivadora y aquella súplica sensual de sus labios me perdieron. Observé la perfección de su cuerpo, la voluptuosidad de sus formas, la lujuria de su mirada y sin resistirme empecé a acercarme a ella, olvidando que se trataba de aquel repugnante ser que, segundos antes, había visto rodar por el desierto. Estirando sus bellos brazos hacia mí susurró:

- Como les encanta a los hombres humillarse.

Me di cuenta que lo decía por la embrutecedora sensualidad que nos abruma frente a una mujer hermosa. En ese momento tomé conciencia y concentré la atención en la zona infraumbilical de mi cuerpo. Ella, sin dejar de sonreír y con sus brazos extendidos, comenzó a desvanecerse en el aire como una ilusión pasajera, hasta que desapareció totalmente de mi vista.

La noche había caído sobre el desierto.

Allá, a lo lejos, vislumbré el resplandor de una fogata. Encaminé mis pasos en esa dirección.

Al irme acercando distinguí la figura de un hombre. Estaba en cuclillas frente al fuego, observándolo. Su cuerpo, delgado y fibroso, estaba desnudo, salvo por un taparrabo que colgaba de su cintura y que era de vivísimos colores: rojo, naranja y amarillo. Comprendí que estaba realizando algún tipo de ritual.

Llegué junto a la fogata y pude ver su rostro cobrizo y reseco. Sus ojos despedían un brillo extraño. Me di cuenta que era un brujo. Sin mediar palabra alguna me acuclillé a su lado, dando la cara al fuego. Sin mirarme lo vi meter su mano izquierda entre las llamas y sacar, de entre ellas, algo que sostenía con gran delicadeza. Vi con sorpresa que en su palma había posada una flamígera lengua de fuego. Sin preámbulos me la ofreció, indicándome que la debía tomar poniendo la palma de mi mano izquierda contra la suya. Al hacerlo, sentí que la lengua de fuego era absorbida por mi cuerpo. Tres veces el brujo metió su mano en la lumbre y me ofreció aquél trozo de flama. Tres veces acepté su ofrecimiento. Luego, haciéndome un gesto con su cabeza, me instó a mirar la fogata. Así lo hice y pude comprobar que entre las llamas descansaba una serpiente con la cabeza erguida. Era una cobra, la reconocí por el capuchón en su cuello. Tenía un color cobre metálico. Estaba tranquila, tomando un baño de fuego.

El brujo habló. Me señaló que había sido iniciado en la Hermandad del Dragón. La noche era profunda y protectora. Me dio indicaciones de sentarme en silencio junto a él. Lo hice imitándolo, cruzando las piernas y dirigiendo mi cuerpo hacia el norte, desde donde soplaba una suave brisa. Permanecimos así, silenciosos e inmóviles, una insensible eternidad. Luego, sin saber cómo, nuestros cuerpos se alzaron ingrávidos unos centímetros de la tierra y comenzaron a girar en torno a la fogata, mirando siempre hacia la misma dirección cardinal. Rotábamos en sentido contrario a las manecillas del reloj y noté que, en el breve instante en que la fogata quedaba a nuestras espaldas, pasábamos sobre un círculo dibujado, en el suelo, con extraños caracteres que no supe interpretar.

Cuando la aurora se reflejó en el oscuro cielo, el brujo me ordenó caminar con rumbo al sol naciente. Me indicó que siguiendo esa dirección encontraría dos arroyos. El primero contendría agua común, útil para aplacar la sed del cuerpo. En el segundo correría un agua medicinal de origen mineral, que servía para saciar la sed de vida.

Después de mucho andar encontré los dos riachuelos tal como me lo había señalado, sin embargo, el arroyo de agua medicinal tenía su cauce seco. Deseaba probar de sus aguas, así que tomé la decisión de remontarme hasta la fuente y así beber, del preciado líquido, lo más cerca que pudiese del origen. Siguiendo el reseco lecho subí hasta la cumbre de un gran espinazo de piedra. Allí pude comprobar que aquel arroyo surgía de un pequeño edificio de arquitectura indoarábiga. Atravesé el umbral carente de puertas y así pude dar con una enorme escalera que descendía al interior de la tierra. Bajé por ella largo tiempo, hasta que por fin di a una galería en cuyo centro crecía un enorme y añoso árbol en muy mal estado. Presentaba una apariencia reseca y sus grandes ramas estaban cruelmente mutiladas. Carecía de hojas y daba la impresión de un árbol muerto. Sin embargo, yo sabía que estaba vivo. Observé que junto al grueso tronco, en el piso, habían varias vasijas de arcilla conteniendo agua. Las ocupé todas regando con ellas las sedientas raíces. Había terminado cuando unos golpes secos llamaron mi atención. Motivado por esto me di el trabajo de estudiar la caverna en la que me hallaba. Era obvio que existía en aquel lugar alguien encargado de su cuidado, pues veía cierta simetría y orden que no era propio de los sitios que están sujetos a la espontaneidad natural. Muchas puertas daban a aquella galería. Todas estaban cerradas. Observándolas me di cuenta que los golpes, que sentía, provenían de un viejo portón de madera, el cual, se sacudía ante la violenta embestida de "algo" encerrado tras él. De pronto mi mente se abrió y lo comprendí todo. Allí encerrado, por el cuidador de aquel parque subterráneo, se encontraba el Espíritu del Arbol. Un tipo de fuerza inteligente dispuesta a destruir por el descuido a que había sido expuesto el antiguo roble centro del jardín.

En ese momento los guardas del lugar, un hombre y una mujer, entraron al recinto y comenzaron a imprecarme por haber regado el reseco tronco, pues con ello había dado renovado vigor al espíritu encerrado. No pude negar nada, ya que en mis manos, aún goteando, tenía uno de los recipientes de arcilla. Las voces de la pareja enfurecieron de tal manera al espíritu, que éste consiguió derribar el enorme portón y liberarse. Emergió de su oscura prisión justo frente a mí. Su poder era increíble. Su forma, similar a un torbellino de viento o tromba marina. Por unos instantes me observó. Le enseñé, entonces, la vasija húmeda que agarraba con mi mano derecha. Lo comprendió todo. Lanzando un bramido inhumano se arrojó sobre la pareja y los devoró.

Yo, sin saber qué hacer, esperé mi destino. El Espíritu del Árbol trocó su furibunda apariencia. Se me acercó lentamente en forma de una barra vertical de luz rojiza. Tendría unos cincuenta centímetros de largo y flotaba en el aire por encima de mi cabeza. Me habló con voz de trueno. Me dijo que a partir de ese momento era el Guardián de las Raíces y que premiaría mi gesto dándome su amistad. Dicho esto vino sobre mí y posándose en mi cabeza sentí como aquella energía, en forma de columna luminosa, me penetraba por ella hasta la garganta. Una tibieza confortable me inundó y me sentí físicamente sano. Sin saber qué, el espíritu hizo algo indescriptible dentro de mí y me cambió. Me sentí como recién nacido. Todas mis enfermedades habían desaparecido.

Cuando el espíritu me dejó, me di cuenta que toda la caverna había reverdeado. Sobre el suelo crecía una mullida hierba, en las rocosas paredes se adherían las enredaderas y hiedras. El viejo árbol se veía frondoso y turgente. Sus mutiladas ramas ahora se presentaban completas y rebosantes de hojas. De sus raíces surgía un manantial de agua fresca y cristalina: este era el origen del arroyo medicinal.

Me acerqué al roble. Una enorme serpiente de color verde encendido se ocultaba entre el follaje. Noté que en sus costados, a lo largo del cuerpo, tenía dibujado en negro extraños caracteres desconocidos para mí. De pronto otra cosa llamó mi atención. Era una picaflor que revoloteaba entre el ramaje muy cerca de mí. Su cabeza y su cuerpo eran de un rojo intenso, escarlata, mientras que sus alas y cola eran negras azabache.

El Espíritu del Árbol, poniéndose a mi lado, me indicó que lo atrapara. Yo lo intenté, pero no pude, el ave era demasiado rápida para mí. Entonces, el espíritu me aconsejó que lo observara fijamente sin pensar en nada y que cuando sintiese el impulso interno de agarrarlo lo intentara. Le hice caso y así conseguí atrapar, con mi mano derecha, al picaflor por la cabeza. En el mismo momento que la atrapé el ave dejó de ser algo vivo y se trocó en un objeto inanimado, hueco, de consistencia apergaminada. Comenzó a deshacerse entre mis dedos. Para evitarlo la coloqué sobre la palma de mi mano izquierda, sin embargo continuó disolviéndose. De esta manera dejó al descubierto una piedra blanca, como de una pulgada de diámetro, sobre la cual soplé para limpiarla de los restos pulvurulentos que no me dejaban apreciarla con claridad. Su color era similar a la sal de roca. Su forma, esférica, estaba tallada con la apariencia de un capullo de rosa. Era un trabajo simple y primitivo. El espíritu hizo retumbar su voz en mis oídos:

- Es la Piedra Filosofal - bramó -, la meta de los alquimistas. Dilúyela en vino asoleado y bébela. Solo así poseerás el secreto de la inmortalidad.

En aquel preciso instante desperté.

Habiendo escuchado aquel sueño un rumor se dejó sentir entre los asistentes, pues algunos se preguntaban asombrados qué significado tendría. Entonces un visitante, que hacía poco había llegado, gritó:

- Algunos dicen que eres el demonio - y buscaba con ello perderle y denigrarle ante los ojos de todos los presentes.

Entonces Lucifer, con voz clara y serena, exclamó:

- ¿Acaso no es aquello a quien llamáis Diablo hijo de aquello a quien llamáis Dios también? Si en el principio estaba solo aquello a quien decís Dios, el supremo Bien, entonces primero fue el Bien y luego el Mal. Por tanto el Mal surgió del Bien, porque nada puede nacer de la nada. Y porque el Mal se originó del Bien es que la función del Mal es benéfica, porque nada malo puede surgir de lo bueno. Lo que llamáis Dios es el maestro tierno y amoroso que educa con bondad. Aquello que llamáis Diablo es el maestro duro y riguroso que nos enseña a través de la severidad. Por tanto no reneguéis del Diablo, pues algunos somos tan necios que solo aprendemos a golpes. Por tanto no odiéis al Diablo, porque a través de sus pruebas nos hacemos fuertes y libres y accedemos al supremo Bien. ¿Acaso sois tan ciegos que no os dais cuenta que Dios y Diablo son las dos caras de una misma moneda?

Entonces de las gargantas de algunos de los presentes se escapó una exclamación de asombro, pues comprendieron las palabras de Lucifer y despertaron, quedando sus mentes más allá del Bien y del Mal. Sin embargo el desconocido replicó:

- ¿Cuál es tu religión?

- No hay religión más grande que la Verdad, la realidad tal como es - exclamó el Portador de la Luz.

- Vuestra sabiduría sufre del pecado de la soberbia y no se basa en las escrituras sagradas - insistió el extraño.

- Sufro del pecado de la soberbia - dijo Lucifer - pues deseo ser todo lo que soy: quiero ser diamante aunque mi origen sea el carbón. No baso mi conocimiento en lo que dicen los textos sagrados o en lo que afirman los ancianos, no baso mi sabiduría en lo que dicen lo eruditos o asegura la mayoría. Mi sabiduría se basa en lo experimentado por mí mismo sin intermediarios o interpretaciones ajenas, pues es la experiencia propia y directa lo que entrega la verdadera sabiduría. La vida se conoce viviéndola y no a través de creencias, opiniones, especulaciones, teorías, religiones o libros. ¿Queréis leer un libro? Leed el libro de la sabiduría. Ese libro sois vosotros mismos, leedlo así: dirigid vuestra atención hacia vosotros, hacia vuestras sensaciones, hacia vuestros movimientos, hacia vuestra respiración, emociones y pensamientos y en todo momento permaneced serenos, atentos, viviendo el momento.

Entonces el visitante asombrado por aquella extraña sabiduría volvió a preguntar:

- ¿Maestro, quién eres en verdad?

A lo que él respondió:

- Yo soy la Vida, "el Lucifer", el Portador de la Luz: el Lucero de la Mañana que anuncia el fin de las tinieblas y la llegada del Imperio del Sol, el reino de la luz. Soy Prometeo, aquel que arrebató de la nada el divino fuego de la sabiduría, el poder y la luz y lo entregó a los hombres. Y aunque soy el más odiado por el cielo soy, sin embargo, el más amado, pues gracias a mí se ha redimido la oscura materia. Perdiendo mi pureza espiritual y cayendo en los abismos he llevado vida, conciencia y conocimiento a toda carne y la he impulsado hacia los cielos. Comprendan esta paradoja y comprenderán el misterio del universo.

Y habiendo pronunciado estas palabras cayó sobre los presentes un profundo silencio. Y junto al silencio cayó la noche, arropando con su estrellado manto a todo lo viviente. Cuando medianoche llegó rompió Lucifer las tinieblas con su voz. Clavando la mirada en la estrella polar exclamó:

- Quien sigue la senda del Dragón, domina la realidad presente: el aquí y ahora. Conservar la serena quietud es su principio, alcanzar el ecuánime e imperturbable vacío es su meta. Quien sigue la senda del Dragón es como el agua: aunque se adapta a todas las formas no se aferra a ninguna.

Y dirigiéndose al viejo guerrero, a aquel que una vez había estado mortalmente herido en su corazón, le dijo:

- Guerrero solitario que sigues la senda del rayo: Tendrás que sumergirte en la profunda oscuridad y hallar en tus raíces la vida sempiterna. Solo así llegará el momento en que aquello que acecha al otro lado salga a la luz del día. Vendrá de la otra orilla del abismo pletórico de inmortalidad, poder, voluntad y sabiduría. Y así se cumplirá el tiempo en que desprendiéndote de todo te apoderarás del universo.

Y el viejo guerrero comprendiendo las palabras de Lucifer guardó silencio. Y a través del silencio, aquietó su corazón. Y con su corazón sereno entró en profunda meditación. Mas cuando abrió los ojos, poco antes del amanecer, Lucifer ya no estaba entre ellos y el Lucero de la Mañana brillaba con soberbio fulgor sobre el horizonte.

TODO CUANTO ES LA OBRA SOLAR HA SIDO EXPUESTO.