El Mercurio: Dragón, Serpiente y Materia Única de la Obra...

viernes, 9 de abril de 2010

 




"El que sabe hacer la Obra con solo el mercurio ha encontrado lo que hay de más perfecto, es decir, ha recibido la luz y realizado el Magisterio” (78).

Palabras que indican la importancia de esta materia que ha sido tildada con infinidad de nombres (dragón, serpiente, loco, peregrino, anciano, Kronos o Saturno, piedra, Isis, Eva, Virgen, madre, espejo, alkaest, vitriolo, gallo, águila, rémora, agua, fuente, espíritu, etc.),según los gustos e imaginación del alquimista que se refiere a ella. Si bien no hay consenso en el modo de llamarla, si lo hay al momento de señalar su importante y único papel en el desarrollo del proceso alquímico:

"(...) El mercurio contiene en si todo lo necesario para el trabajo. ¡Bendito sea el altísimo, exclamó Geber, que creó este mercurio y le dio una naturaleza a la cual nada puede resistirse! Pues sin él, por mucho que hiciesen los alquimistas, su labor sería inútil. Es la única materia que nos hace falta” (79).

" En nuestra Obra, afirman los Filósofos, basta con el Mercurio” (80).

" In Mercurio est quicquid quaerunt Sapientes: todo cuanto buscan los sabios está en el mercurio” (81).

La Filosofía Hermética está fundada en el conocimiento perfecto del Mercurio, en griego Hermes, de ahí el origen de su adjetivo “hermética”. La razón de esta importancia nos la aclara Fulcanelli:

" Los sabios, pues, tienen razón al enseñar que la piedra de los filósofos o nuestro mercurio y la piedra filosofal son una sola y misma cosa, de una sola y misma especie, aunque una sea más madura y excelente que la otra”(82).

Con lo anterior se nos señala que tanto mercurio como piedra filosofal son sinónimos y que su relación es la misma que existe entre un fruto verde y otro maduro. Sus apelativos indican sus virtudes o cualidades que, por supuesto, son muchas. Se le llama "espejo" por su capacidad de reflejar la naturaleza y la realidad:

“Alquímicamente, la materia prima, la que el artista debe elegir para empezar la Obra, se denomina Espejo del Arte” (83).

“Su espejo, que es el de la Verdad, fue siempre considerado por los autores clásicos como el jeroglífico de la materia universal, y particularmente reconocido entre ellos por el signo de la sustancia propia de la Gran Obra (...) En este espejo, dicen los maestros, el hombre ve la Naturaleza al descubierto. Gracias a él, puede conocer la antigua verdad en su realismo tradicional, pues la Naturaleza no se muestra jamás por sí misma al investigador, excepto por intermedio de este espejo que conserva su imagen reflejada” (84).

Un dato curioso. En la antigüedad los espejos se hacían de superficies metálicas cuidadosamente pulidas y no fue, hasta la Edad Media, que tomaron el aspecto que le conocemos hoy día: una lámina de vidrio sobre la cual se extiende una capa delgada de azogue o mercurio en una de sus caras, para que reflecte la imagen. Debido a ello, tanto por su virtud reflectiva como por su confección, el espejo se convirtió para los filósofos en sinónimo del mercurio filosófico.

Nuestro mercurio, es decir, nuestra mente, tiene la propiedad de reflejar el mundo que nos rodea y nuestro propio mundo interior. De su pureza, de su limpieza, depende que la imagen reflejada corresponda lo más fielmente a la realidad. Y es a este mercurio o mente purificada a la que los alquimistas llaman "su mercurio" o "mercurio filosofal", para así diferenciarlo de la mente mundana u ordinaria, e1 mercurio común o de los filósofos, pues es en él sobre el cual los adeptos o filósofos realizan sus labores. En el budismo zen, esta idea también ha sido expresada a través de la imagen del espejo:

“Este cuerpo es el árbol de la iluminación, ten cuidado de mantenerlo siempre limpio; la mente es como un brillante espejo, no dejes que en ella se amontone el polvo” (85).

Se le llama "anciano" porque es la materia primera o más antigua de la creación. Kronos, porque como el mito de Saturno devora a sus hijos, es decir, disuelve en sí a los otros cuerpos minerales ("minerales", porque crecen en la mina, en la profundidad de la tierra hermética: la mente), que son producidos o engendrados por él:

“La máscara de anciano es el emblema de la sustancia mercurial primaria, a la cual, según dicen los filósofos, todos los metales deben su origen” (86).

Le dicen Proteo, loco, viajero o peregrino, por su cualidad siempre cambiante, inestable y mudable:

"(...) El loco, emblema humanizado de los hijos de Hermes, evoca aún el mercurio mismo, única y propia materia de los sabios (...) Es él, pues, el dueño absoluto de la Obra, el trabajador oscuro y jamás ocioso, el agente secreto y el fiel o leal servidor del filósofo (...) El mercurio, llamado loco de la Gran Obra a causa de su inconstancia y volatilidad” (87).

Sin embargo, cuando más perplejidad causa entre los estudiosos es cuando recibe el epíteto de Serpiente o Cisne, pues se hace difícil entender que una sustancia sea al mismo tiempo volátil (celeste) y reptante (terrestre), es decir, que tenga dos tipos de movimientos contradictorios entre sí: uno ascendente y otro descendente. Más no debemos olvidar que en la naturaleza existen muchas sustancias con propiedades similares. Por ejemplo, pensemos en el agua, como vapor asciende al cielo y da formación a las nubes; en su estado líquido, o sólido, se precipita del cielo a la tierra en forma de lluvia, nieve o granizo, para continuar, siempre descendentemente, en forma de arroyos y ríos hasta el mar:

" La serpiente indica la naturaleza incisiva y disolvente del mercurio...” (88).

" Y nuestro mercurio filosófico es el pájaro de Hermes, a1 cual se da también el nombre de Oca o de Cisne y a veces el de Faisán” (89).

La oca o ganso salvaje se caracteriza por volar, durante los inviernos, hacia lugares más cálidos, lo cual hacía decir y creer, en la antigüedad, que volaba siguiendo al sol: símbolo de vida, luz y calor. El cisne, por su parte, posee un plumaje impermeable al agua, el cual lo mantiene inmaculado aún en las marismas, pantanos y estanques lodosos en los que nada; su blancura perfecta lo hace símbolo de la pureza. El mismo significado, por las mismas particularidades, se encierra en la imagen de la Flor de Loto, tan utilizada y querida en el antiguo Egipto y extremo oriente. Por su parte, el faisán siempre ha sido asimilado al Fénix, especialmente el faisán dorado, por su plumaje vistoso en el cual abunda el rojo y amarillo, colores ígneos y solares, símbolos de la Piedra Filosofal.

Sin embargo, es la serpiente el jeroglífico más cargado de significación esotérica a través de la historia y culturas de todo el mundo. Tanto en su aspecto natural de una simple víbora o culebra, como en su imagen mítica de dragón, la serpiente se nos revela en su doble aspecto como mensajero del bien o del mal. Para los Gnósticos Ofitas era símbolo de la Luz y de la Sabiduría. Para el cristianismo, era el animal más astuto de la creación, a través del cual Satanás tentó a Adán y Eva.

Es la serpiente el mercurio en su aspecto denso, fluídico, que por su pesadez tiende a permanecer en lo bajo. En la India recibió el nombre de Kundalini. La alquimia generada en el yoga tántrico nos enseña:

“(...) La columna vertebral se divide en cinco regiones, que, comenzando desde la más baja, son la coccígea, consistente en cuatro vértebras imperfectas, a menudo unidas en un solo hueso llamado cóccix; la región sacra, consistente en cinco vértebras unidas que forman un solo hueso, el sacro; la región lumbar o región de los ijares, consistente en cinco vértebras; la región dorsal, o región de la espalda, consistente en doce vértebras; y la región cervical o región del cuello, consistente en siete vértebras (...) A grandes rasgos, éstas corresponden a las regiones asignadas al control gobernante de los centros Muladhara, Svadhistana, Manipura, Anahata y Visuddha, los Chakras o Lotos” (90).

En la cabeza se ubicarían dos centros más, a saber: Ajña y Sahasrara. Algunos han querido relacionar estos centros con órganos o plexos nerviosos susceptibles de ser localizados anatómicamente, sin embargo la tradición tántrica ha sido enfática:

"(...) Los Lotos están en la columna vertebral, en el Susumná (canal energético central), y no en los plexos nerviosos que lo rodean. En la columna vertebral existen como centros vitales extremadamente sutiles de Pranasakti (espíritu o aliento vital) y centros de conciencia” (90).

Sir John Woodroffe, en su excelente obra, El Poder Serpentino, nos declara:

" Según la doctrina hindú, estos chakras son diferentes centros de la CONCIENCIA, vitalidad y energía” (91).

No debemos olvidar estas palabras, pues ellas nos permitirán comprender que los Chakras están relacionados a determinados estados de conciencia de nuestra mente o espíritu. Kundalini es la "Divina Energía Cósmica" de los cuerpos (91). Su nombre deriva del sánscrito "kundala", que significa enroscado, pues se dice que su forma es la de una serpiente enroscada y dormida en el centro más bajo del cuerpo (Muladhara) en la base de la columna vertebral. El centro Muladhara está asociado a la conciencia o vitalidad de las funciones excretoras y sexuales, consideradas las más elementales en toda forma de vida orgánica. Por tanto Kundalini, dormida en el Muladhara, representa a la conciencia en su forma más burda o material. Cuando se la estimula, o despierta, tiende a ascender a través de la columna y llegar hasta el cerebro, donde se encuentra el centro Sahasrara, sede de la conciencia en su estado más puro o espiritual. Fulcanelli lo expresa así:

“Abajo, el Mercurio; arriba, el Absoluto. Procedimiento sencillo y completo que no permite más que un camino, no exige más que una materia, no requiere más que una operación. Aquel que sabe hacer la Obra con solo el mercurio ha encontrado todo lo que hay de más perfecto” (92).

El camino único, al que se refiere el insigne alquimista, es el canal energético Susumná de los tántricos, que recorre el interior de la columna desde Muladhara hasta Sahasrara. La materia única es el mercurio, mente o conciencia, que debe transformarse por sublimación, o aumento de sus vibraciones, de una forma burda (Kundalini) a otra más pura o sutil (Espíritu). Y la operación única, necesaria para realizar toda la Obra, es la disolución (solve).

Veamos que más nos enseña Fulcanelli, al referirse al símbolo de la serpiente mordiendo su propia cola:

"(...) La serpiente, jeroglífico del principio alquímico primordial, puede justificar el aserto de los sabios, que aseguran que todo cuanto buscan se encuentra contenido en el mercurio. Ella es, en verdad, el motor y la animadora de la Gran Obra, pues la comienza, la mantiene, la perfecciona y la acaba. Es el círculo místico del que el azufre, embrión del mercurio, marca el punto central a cuyo alrededor efectúa su rotación, trazando así el signo gráfico del Sol, padre de la luz, del espíritu y del oro, dispensador de todos los bienes terrestres” (93).

Curiosamente el tantrismo, al referirse a Kundalini, se expresa en términos parecidos:

“Así como Ananta, el Señor de las Serpientes, sostiene todo el universo, de igual modo ocurre con Kundalini, por la que es sostenido el cuerpo, que es el sostén de toda la práctica yóguica, y que así como se abre una puerta con una llave, de igual modo el Yogui ha de abrir la puerta de la liberación con el auxilio de la Kundalini (...) Ella, la sutilísima de lo sutil, tiene dentro de sí misma el misterio de la creación y la corriente de Ambrosía que fluye desde el Brahman sin atributos. El universo es iluminado por su resplandor y por éste despierta la conciencia eterna” (94).

En estos párrafos, Kundalini, recibe el título de “la sutilísima de lo sutil” porque, a pesar de reposar en el centro de mayor materialidad de todos, es al fin y al cabo una forma de Conciencia y en el tantrismo, como en el hermetismo, todo está compuesto de mente o espíritu:

“La realidad última o irreductible es Espíritu en el sentido de Conciencia Pura de la que proceden la mente y la materia. El Espíritu es uno solo (...) La Conciencia, que nunca está ausente en nada, con todo se manifiesta en diversos modos y grados. El grado de esta manifestación es determinado por la naturaleza y desarrollo de la mente y el cuerpo en el que está albergada. El Espíritu sigue siendo el mismo; la mente y el cuerpo cambian” (95).

“Cuanto existe de Mente o Materia en el universo, existe en alguna forma o manera en el cuerpo humano (...) Lo que está aquí está allí. Lo que no está aquí, no está en parte alguna” (96).

Lo cual nos hace recordar el Principio Hermético de Correspondencia: “como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. Es necesario que tengamos claro que, tanto en la filosofía tántrica como en la hermética, los términos: consciencia, espíritu, mente, alma e, incluso, materia hacen referencia a diferentes grados o estados de la sustancia primordial. La aparente desigualdad en las designaciones, nos facilita identificarlos y el poder hablar de ellos sin caer en confusión.

Kundalini, en el Muladhara, es la energía primordial y total en germen o latencia. La Kundalini que asciende es, también, la energía primordial, pero en una forma dinámica. El poder despertado es, en sí mismo, la Conciencia y, al ser despertado y llevado hasta el centro cerebral superior, es el dador del conocimiento verdadero, que es la Conciencia Suprema. Por ello para el tantrismo:

“La mente es una de las formas de la Kundalini, pues se trata de lo que se llama materia” (97).

El despertar de estas fuerzas se realiza mediante el poder de la voluntad y de la mente, acompañado de la apropiada acción física. Al estar el universo formado de una sola sustancia, sea que se considere a ésta “Mente materializada” o “Materia mentalizada”, según su grado o vibración, el ser humano se convierte en una individualidad en la cual:

"(...) Mente (manas), vitalidad (prana) y semen (virya) son uno solo. Por tanto la sujeción de la mente causa la sujeción de la vitalidad y del semen. De modo parecido, mediante el control del prana (vitalidad, aliento, respiración), son controlados automáticamente manas y virya. Además, si es controlado el semen, y si la sustancia que bajo la influencia del deseo sexual se desarrolla en semilla burda, es inducida a fluir hacia arriba, se obtiene el control de la mente y la vitalidad” (97).

Debido a ello, la disciplina mental, a través del control de los pensamientos se torna tan importante. Este es otro punto de comunión entre hermetismo y tantrismo. El alquimista Grillot De Givry lo expresa así:

“Posees, discípulo mío, un inmenso tesoro de fuerzas ocultas que desconoces, fuerzas considerables e invencibles plegadas en tu interior y que superan todas las fuerzas corporales. Aprende a servirte de ellas, a hacerlas obedecer a tu voluntad y a dominarlas completamente. Para ello, en primer lugar debes expulsar de tu intelecto todo lo que es superfluo y obsoleto. Poda con vigor la fronda de tus pensamientos vulgares (...) Expurga todo lo que no represente vigor y fuerza: es vegetación malsana que solo da desperdicio de energía espiritual. EL PENSAMIENTO ES UNA SUSTANCIA DE NATURALEZA CASI FLUIDICA. Una vez emitido, existe” (98).

"Entonces, ejercítate en recoger tus fuerzas anímicas y psíquicas. Coagúlalas. Da cuerpo a cada uno de tus pensamientos. Dales firmeza precisándolos cuidadosamente y concretizándolos en tu espíritu (…) Guárdate de perder ninguno; no dejes fluir este precioso poder, no lo desparrames sobre nociones inútiles y vanas. Por el contrario, determina con exactitud cuáles son aquellas sobre las que quieres concentrar tu atención (...) Después, reúne en un haz tus pensamientos emitidos voluntariamente y conságralos enunciándolos verbalmente con energía y voluntad. Así realizarás grandes cosas” (99).

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Sir John Woodroffe nos expone el pensamiento tántrico con

respecto a este tema:

“Desde el punto de vista creador, la mente llega primero y de ella evoluciona el mundo físico (...) Cuando la mente percibe un objeto, ésta se transforma en la forma de ese objeto (...) El pensamiento, como la mente, de la cual es la operación, es un Poder o Energía. Por tanto, es tan real como los objetos materiales externos” (100).

Este hecho conlleva a que el alquimista se procure una disciplina mental muy similar, por no decir idéntica, a las técnicas meditativas de oriente:

“Abandonado a ti mismo te has caracterizado por el desorden de las ideas y de los actos. Medicina para tal desorden es volver a entrar en ti mismo. Esta vuelta a ti mismo exige un esfuerzo de voluntad continuo y duradero (...) Deshazte de cualquier amor a la materia (...) Sé el solitario, el verdadero monje; constrúyete una morada aislada en tu propio corazón (…) Tú eres la materia misma de la Gran Obra: albifícate, espiritualízate, purifica tu astralidad” (101).

“La transmutación debe operarse en tu alma. La piedra en su estado definitivo es el Absoluto mismo” (102).

Las palabras de Grillot De Givry, "sé el solitario, el verdadero monje; constrúyete una morada aislada en tu propio corazón", son de un parecido asombroso con las de Buda:

“Sed cada uno de vosotros vuestra propia isla. Sed vuestro propio refugio; no hay ningún otro refugio. Haced que la verdad sea vuestra isla, haced que la verdad sea vuestro refugio; no hay ningún otro refugio” (103-A).

¿Y alcanzar el Absoluto, de De Givry, no es acaso la Iluminación o el Nirvana, de Gautama?

Al respecto Fulcanelli establece la siguiente relación:

"(...) La gema hermética, piedra filosofal de la Gran Obra o Medicina de los antiguos sabios es llamada también ABSOLUTO (...) o carbunclo precioso, el sol brillante de nuestro microcosmos y el astro de la eterna sapiencia” (103-B).

Que no se nos escape la asociación de ideas, las palabras “sol brillante”, del anterior pasaje, evoca la imagen de luminosidad, es decir, de iluminación, de donde la relación del término alquímico Absoluto con el concepto búdico de Iluminación. Creemos que la asociación es bastante clara dentro de la metáfora utilizada.

La filosofía tántrica caracteriza a Kundalini como una "diosa” y, como tal, la personifica en su aspecto femenino. Ella duerme, reposa enroscada o reside, en el centro Muladhara, “chakra raíz”, el cual es representado en la simbología hindú como un loto de cuatro pétalos con un cuadrado o cubo en su centro. A propósito de esto, Fulcanelli nos hace una sorprendente revelación al hacer referencia a la imagen de la Isis sagrada, sentada en un bloque cúbico (104), que se encontraba en los templos egipcios donde se impartían los secretos alquímicos. Con total certeza podemos afirmar que Isis sentada o reposando en una piedra cúbica, a modo de trono, es el jeroglífico egipcio de Kundalini enroscada en el Muladhara. Ante esta nueva perspectiva la imagen de la diosa o de la Virgen adopta un significado más claro:

“Antaño, las cámaras subterráneas de los templos servían de morada a las estatuas de Isis, las cuales se transformaron cuando la introducción del cristianismo en Galia, en esas Vírgenes negras a las que, en nuestros días, venera el pueblo de manera muy particular. Su simbolismo es, por lo demás, idéntico; unas y otras muestran, en su pedestal, la famosa inscripción: Virgini pariturae; a la Virgen que debe ser Madre” (105).

Isis, Ceres, Cibeles, Deméter, Hécate y la Kali hindú, como Kundalini, son vírgenes negras, oscuras, subterráneas, que representan en el simbolismo hermético la tierra primitiva, la que el artista debe elegir como sujeto de su Obra. La alquimia investiga las transformaciones de la sustancia original, de la Materia Elemental (del latín mater, madre), de la Virgen-Madre, personificación de la sustancia primitiva que utiliza el Principio Creador para realizar sus manifestaciones. Por ello Fulcanelli declara:

“(…) En el Ave Regina la Virgen es adecuadamente llamada Raíz (Salve, radix), para señalar que es principio y comienzo del Todo. Salve, raíz por la cual la luz ha brillado sobre el mundo” (106).

De la imagen de la Virgen-Madre a la de Madre Original o terrenal, de toda la humanidad, solo queda un paso. Debido a ello el Mercurio recibió el epíteto de Eva, por muchos alquimistas y como Madre se le consideró, al igual que a la Virgen, como vaso y recipiente: otra forma jeroglífica para designar al Mercurio. El mito cristiano representa a Eva como la incitadora, junto a la serpiente, de la desobediencia de Adán y como la primera en probar el fruto prohibido. Curiosamente, en algunas pinturas alegóricas a este mito, la serpiente tentadora aparece representada con torso y rostro de mujer. Este detalle tampoco pasó desapercibido al Maestro Fulcanelli:

“En el coro de Saint-Bertrand-de-Comminges (Alto Garona), el reptil descubre un busto provisto de mamas, con brazos y una cabeza de mujer. También una cabeza femenina presenta la serpiente de Vitrí, esculpida en el ajimez de una hermosa puerta del siglo XV en la rue Notre-Dame” (107).

Tal vez, la representación más famosa de esta imagen, la tenemos estampada en la decoración interior de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Que nos perdone Miguel Angel, pero no podemos ver en su representación pictórica de la tentación otra cosa que una alegoría a la Kundalini perfectamente resumida, pues la forma reptilesca y animal, en su mitad inferior, se transforma en humana en la superior. El pecho y rostro femenino señalan su carácter nutricio, dador de vida (pues es la mujer la que pare) y su poder erótico. No debemos olvidar que es el sexo, en el plano material, quien cumple con las funciones creativas propias del espíritu, en lo superior. Entre los Gnósticos Ofitas, Lucifer, el Portador de la Luz, era considerado el Padre del Conocimiento (como Kundalini en la tradición tántrica es considerada la "dadora del conocimiento") y tanto la serpiente, como la mujer, lejos de ser símbolos del mal y del pecado, eran consideradas como representantes de la eterna Sabiduría. Nos dice Fulcanelli:

“En Grecia, a todas las bacantes se les llamaba Eva, palabra que procedía de Evius, sobrenombre de Baco (...)

Eva y Baco son los símbolos de esta sustancia filosofal y natural comúnmente llamada con el nombre de Hermes o Mercurio. Pues se sabe que el mensajero alado de los dioses servía de intermediario entre las potencias del Olimpo y desempeñaba en la mitología un papel análogo al del mercurio en la labor hermética” (107).

Baco era el dios del vino y de la embriaguez divina. Llevaba en su mano siempre una copa o graal, rebosante de vino sagrado, fuego vivo y creador, del cual el ritual cristiano posteriormente se apoderaría, convirtiéndolo en la sangre de Cristo: licor del fuego divino. Y este fuego escondido en la forma líquida del mercurio, no es otro que nuestro azufre:

"(...) La Salamandra sulfurosa, que se complace en medio de las llamas, simboliza el aire y el fuego del cual el azufre posee la sequedad y el ardor ígneo” (108-A).

" Y a esta alma los sabios la han llamado fuego o azufre porque es, en verdad, el agente de todas las mutaciones (...) En griego, azufre se dice “delon”, palabra que procede de “delos”, que significa divino, maravilloso, sobrenatural (...) El azufre filosófico, considerado como el dios y el animador de la Gran Obra, revela por sus acciones una energía formadora comparable a la del Espíritu divino” (108-B).

Ahora bien, sigamos leyendo con atención a Fulcanelli, pues él nos explicará cómo y de qué forma obtener este azufre:

"(...) Cada fruto lleva en sí su semilla, y todo cuerpo, cualquiera que sea, posee la suya (...) Habiendo obtenido las cenizas del cuerpo, éstas serán sometidas a la calcinación, que quemará las partes heterogéneas, adustibles, y dejará la sal central, semilla incombustible y pura que la llama no puede vencer. Los sabios le han aplicado los nombres de azufre, primer agente u oro filosófico (...) Todo el arte se resume en descubrir la semilla, azufre o núcleo metálico, arrojarla en una tierra específica o mercurio, y, luego, en someter estos elementos al fuego” (109).

¿Y de dónde extraeremos este azufre?

"(...) El mercurio de los filósofos, de naturaleza y cualidad doble, en parte fijo y material y en parte volátil y espiritual, el cual basta para comenzar, acabar y multiplicar la obra (...) Él es la mina y la raíz del oro (...) Nuestro mercurio, apenas mineral, es menos aún metálico porque no encierra más que el espíritu o la semilla metálica” (110).

"(...) Los filósofos certifican que su piedra no es otra cosa que una coagulación completa del agua mercurial (...) Nuestro mercurio lleva en si el principio sulfuroso solubilizado, al que debe su coagulación ulterior” (111).

"(...) Nuestro mercurio debe elevarse progresivamente al supremo grado de pureza requerida, por una serie de sublimaciones que necesitan la ayuda de una sustancia especial, antes de ser parcialmente coagulado en azufre vivo” (112).

"(...) La cocción del mercurio filosófico, llamado de otro modo astro o estrella de los sabios, lo transforma en azufre fijo” (113).

Azufre y Mercurio son la misma materia. Su diferencia estriba en que el azufre representa las partes más puras e ígneas que existen en el cuerpo o sustancia del mercurio. El azufre es la semilla, el mercurio el fruto. El fruto contiene en sí a la semilla. El agente de cocción del mercurio es el Fuego de Rueda, elemento de la Gran Obra del cual hablaremos más adelante.

Para mayor claridad deberíamos considerar la producción de la piedra filosofal bajo la analogía del polluelo y el huevo. El huevo es el Mercurio, el embrión en él, es el Azufre. El polluelo, ya nacido, es la Piedra Filosofal. En cierto sentido, huevo, embrión y polluelo son la misma cosa. Desde otro punto de vista, son elementos diferentes. Esto explica las aparentes contradicciones, entre los alquimistas, al momento de describir la materia (o materias) y proceso (o procesos) de la Gran Obra. El estudioso de la alquimia jamás debe olvidar el principio básico o fundamental de toda la cosmogonía hermética: la unidad sustancial del universo. Este principio será el faro guía que lo ayudará a sobrevivir en el confuso mar de los símbolos, las palabras y la vida.

Si la imagen de la serpiente nos llevó a relacionar el simbolismo alquímico occidental con la alquimia tántrica hindú, pues el jeroglífico del dragón nos pondrá en contacto con la tradición alquímica taoísta surgida en China. Veamos lo que Fulcanelli nos enseña:

“En cuanto al dragón, se conoce mejor su doble expresión: desde el punto de vista moral y religioso, es la traducción del espíritu del mal, demonio, diablo o Satán. Para el filósofo y el alquimista, ha servido siempre para representar la materia prima, volátil y disolvente, llamada por otro nombre mercurio común” (114).

"(...) El dragón mítico, el cual se desdobla en mercurio común o primer disolvente (...) Ese mercurio primitivo, junto con cualquier cuerpo fijo, lo hace volátil, vivo, vegetativo y fructificante. Cambia entonces de nombre cambiando de cualidad y se convierte en el mercurio de los sabios, el húmedo radical metálico, la sal celeste o sal florecida (...) Los filósofos la han pintado con la imagen del dragón negro cubierto de escamas al que los chinos llaman Lung” (115).

En la antigua China el dragón (en castellano se pronuncia "long") era un espíritu de las aguas, principalmente de las lluvias, y por ello tenía una connotación celestial. Debido a esto, al emperador o a cualquier hombre eminente se le daba el titulo de "dragón". Sin embargo, fonéticamente, la palabra está asociada a una variedad de otras ideas: sobresaliente, grandioso, generoso, próspero, abundante, cesta, canasta, contenedor, cavidad y caverna (116).

En la alquimia taoísta la cavidad del dragón es el centro inferior tan t'ien, mejor conocido como campo del elixir o campo de la píldora de la inmortalidad. En realidad existen tres tan t'ien: uno inferior, bajo el ombligo; uno medio, a la altura del plexo solar; y otro superior, entre y por detrás de los ojos. El tan t'ien inferior recibe también el nombre de océano de la vitalidad y mar del norte. La tradición taoísta afirma que es ahí donde se forma la píldora o perla de la inmortalidad, de la unión de los alientos masculino y femenino, de las energías yinn y yang del organismo humano.

El arte tradicional chino, ha representado este proceso, a través de la imagen de dos dragones disputándose o luchando alrededor de una perla flamígera. Generalmente uno de ellos es rojo, simbolizando el elemento fuego, y el otro es verde o azul, significando el elemento acuático. Cuando ambos son del mismo color, uno de ellos se para sobre su cola, indicando ascensión, y el otro dirige su cabeza hacia abajo, señalando descenso. En otras representaciones, uno de los dragones se encuentra en la parte superior de la composición artística y el otro en la inferior. La idea es indicar, con claridad, las diferentes naturalezas de los contendientes. Durante la dinastía Tang el dragón ígneo fue reemplazado por el faisán o fénix. Y entre las castas guerreras el dragón tuvo, como digno adversario, al tigre. Ambos símbolos resumían en forma magistral el principio alquímico “disuelve y coagula”. El tigre, como el león en occidente, representa al oeste, la fijeza, mientras el dragón al sector oriental, la volatilidad o disolución. Ocaso y nacimiento del sol, respectivamente. Este símbolo fue tan venerado en el tao-budismo del templo Shaolín, que sus monjes se tatuaban a fuego ambos antebrazos con la imagen del tigre, en el derecho, y la del dragón en el izquierdo. Con el paso del tiempo el Dragón se convirtió en símbolo predilecto para representar al Espíritu y a las fuerzas de la Naturaleza. El emperador se apropió de su imagen, pasando a llamarse "dragón" o "hijo del dragón" y adornando con su efigie las vestimentas y estandartes imperiales.

Dentro de la alquimia occidental y a pesar de la connotación diabólica que le imprimió la influencia judeo-cristiana, el dragón también desempeñó un papel positivo y trascendente como símbolo. Veamos lo que nos indica Fulcanelli:

" Es, pues, en el dragón, imagen del mercurio, donde deberíamos buscar el símbolo representativo de la nutrición y de la progresión del Azufre o Elixir” (117).

“Contempla bien esos dos dragones, nos dice Flamel, pues son los verdaderos principios de la sabiduría que los sabios no han osado mostrar a sus propios hijos. El que está debajo, sin alas, es el fijo o macho, y el de encima, es el volátil o bien la hembra negra y oscura que dominará durante muchos meses. El primero, es llamado azufre o bien calidez y sequedad, y el último, azogue o frigidez y humedad. Son el Sol y la Luna, de fuente mercurial y origen sulfuroso que, por el fuego continuo, se ornan con adornos reales para vencer, estando unidos, y luego cambiados en quintaescencia, toda cosa metálica, sólida, dura y fuerte. Son esas serpientes y dragones que los antiguos egipcios pintaron formando un círculo, mordiéndose la cola para señalar que habían salido de una misma cosa y que se bastaba a si misma, y que se completaba en su contorno y circulación (...) Son las dos serpientes enroscadas en torno al Caduceo y Vara de Mercurio, con los que ejerce su gran poder y se transfigura como quiere (...) Tales son esas dos esperma, masculina y femenina (...) que SON ENGENDRADAS EN LOS RIÑONES y en las entrañas, y por operaciones de los cuatro elementos”(118).

De la anterior exposición quisiéramos destacar dos ideas: una, la del caduceo o vara de mercurio, la otra, la de las dos espermas engendradas en los riñones y entrañas. El cetro de Mercurio, emblema característico de la ciencia médica hoy en día, posee una estrecha relación con el yoga tántrico. La vara central es asimilada al canal energético Susumná, que recorre el interior de la columna vertebral. Las serpientes que se enroscan alrededor de ella representan los conductos energéticos Idá y Pingalá, de polaridades femenina y masculina, lunar y solar, respectivamente. La esfera alada, que remata el extremo superior de la vara, es el jeroglífico de la apertura del centro o loto Ajña, sede de la mente, conocido tradicionalmente como tercer ojo. En fin, el caduceo mercurial es un resumen de la ascensión, desarrollo y despertar de la Kundalini.

La creencia y concepción de que éstas energías (solar y lunar, macho y hembra) se generan, a nivel orgánico en los riñones y otros órganos, es típica de la medicina tradicional china. Creemos que esta es una de las pruebas más claras entregadas por Fulcanelli (y por Nicolás Flamel, a quien se le atribuye el comentario), sobre las relaciones directas e idénticas entre los alquimistas de oriente y occidente. La medicina tradicional china considera a los riñones como la sede de la esencia vital. Dentro de las funciones de la actividad renal se encuentra la producción de los fluidos sexuales, la estructura esquelética, médula ósea, médula espinal y cerebro. El riñón, al cual se le da el título de Señor del Agua (con lo cual se asocia al mercurio de los filósofos), ve afectada su vitalidad y buen funcionamiento cuando se produce una emisión excesiva de fluidos generativos por la actividad sexual. Estos fluidos reciben el nombre de ching y constituyen uno de los Tres Tesoros del ser humano, junto con el ch'i (vitalidad, respiración) y el shen (espíritu, mente). Dentro de la alquimia taoísta el ching, bajo los efectos del calor y cuidado apropiado, transmuta en ch'i, el cual, bajo el mismo procedimiento se sublima en espíritu, mente o shen. En el concepto energético taoísta shen, ch'i y ching son mutuamente transformables en un sentido y en otro, es decir, que así como ching por sublimación se convierte en ch'i y luego en shen, así shen, por coagulación, se transforma en ch'i y luego en ching. Ch'i, la vitalidad y respiración, cumple así un papel intermedio y es la principal energía corporal en la conservación de la salud orgánica y mental.

No solo las actividades superiores del intelecto y la salud corporal, en general, dependen de una buena provisión de ching. Para el alquimista chino es la materia primordial, que una vez transmutada, le permitirá la obtención de la tan preciada perla o píldora de la inmortalidad. Y de esta perla surgirá, primero, el embrión inmortal, y luego, el Yang Shen o cuerpo de proyección de la conciencia, concepto taoísta similar al Phowa de los tibetanos, al Dharmakaya de los budistas tántricos, al Vajrarupa de los hindúes o Cuerpo Astral de los teósofos. No creemos equivocarnos al afirmar que este vehículo de la conciencia es el que recibe el nombre de Absoluto o Piedra Filosofal entre los alquimistas occidentales.

Las técnicas alquímicas taoístas se basan, principalmente, en la meditación, proceso que generalmente se denomina cocción, encender el fuego, hacer girar la rueda ígnea o circular el fuego. Los budistas lo llaman hacer girar la rueda del Dharma, la rueda de la Ley Natural.

Éstos mecanismos introspectivos no eran desconocidos a los alquimistas occidentales. Grillot De Givry nos dice en La Gran Obra:

" Acuérdate que Lao-Tsé ha dicho: actuar consiste también en no actuar” (119).

Axioma que hace referencia al principio taoísta de wu-wei (no acción, no intervención, naturalidad) y demuestra que De Givry poseía nociones sobre la filosofía del Tao. A propósito, Lao-Tsé es traducido habitualmente por “anciano maestro” pero el término “lao” en chino posee otras significaciones, a saber: antiguo, experto, viejo, duro, pétreo. Esta última acepción, viejo-duro-pétreo, nos recuerda las cualidades de las rocas y piedras; con lo cual Lao-Tsé podría pasar a interpretarse como "piedra maestra": la piedra angular (fundamental) de nuestros alquimistas góticos. Idea nada absurda si recordamos que en los templos y jardines taoístas es común la existencia de monolitos en piedra bruta, sin tallar, como símbolos del Tao y de la naturalidad espontánea.

Volviendo a Grillot De Givry, es él quien nos pone en contacto nuevamente con el simbolismo oriental, al hacer comentarios acerca de la Obra Solar:

"¡La Gran Obra! ¡Pero si está escrita por todos sitios! (...) La puedes leer en el pórtico derecho de Notre-Dame de París y en la torre de Saint-Jacques-la-Boucherie (...) En Benarés te la enseñarán con la fórmula: OM MANI PADME HUM” (120).

¡Imposible seguir ocultando el sol con una mano! El alquimista europeo trabaja con la misma materia que su contraparte asiático. El secreto ha sido develado. Om Mani Padme Hum, es un mantram tántrico de tan vasto contenido que al intentar exponerlo Lama Govinda escribió un libro de nada menos trescientas páginas. Om, es en realidad el bija-mantra (mantra-raíz) de la Creación que simboliza el sonido primordial y la totalidad de la existencia. En un principio se escribió Aum. La “A” representa la conciencia del mundo externo, y la “U”, la conciencia de los procesos interiores de la mente, en tanto que la “M” expresa el conocimiento de la unidad incondicionada y no dual del espíritu o vacío (121). Fulcanelli en su obra, Las Moradas Filosofales, hace referencia a este mantra-raíz y su relación con la Virgen-Madre:

"(...) La materia prima o virgen filosófica, que tiene el mismo signo que la Virgen celeste, el monograma AUM” (122).

La palabra, Mani, significa joya o piedra preciosa (¿nuestra piedra filosofal?) y simboliza al Vajra, sustancia diamantina pura e indestructible que resiste a los más duros corrosivos químicos y espirituales. Es la Conciencia, Mente o Conocimiento en su condición suprema. Padme, significa loto o chakra. Expresa la floración y eclosión espiritual. Representa al Dharma (ley natural) y al mundo de la forma. Hum, es otro bija-mantra intraducible. Es lo infinito dentro de lo finito, el espíritu en la materia, Kundalini enroscada en el Muladhara.

Om Mani Padme Hum es la “Joya del Espíritu en la Flor de la Materia”, es el Ouróboros, el Mercurio, la serpiente devorando su propia cola, el Universo autogenerado y autosuficiente.

Friedrich Von Licht.