ORIENTE Y OCCIDENTE, ALQUIMIA DE PUERTA ABIERTA Y ALQUIMIA DE PUERTA CERRADA...

viernes, 9 de abril de 2010

 




Por su naturaleza la alquimia es un arte esotérico, es decir, interno. El éxito de la Gran Obra es un asunto íntimo, personal, que solo atañe al propio alquimista y su materia. Sin embargo, hemos querido designar con el nombre de "alquimia abierta" a la enseñanza hermética que ha sido entregada en forma simple y directa; y "alquimia cerrada" a aquella enseñanza escondida bajo el simbolismo o la metáfora. En occidente el arte alquímico tomó con preferencia el carácter "cerrado" por diversas razones.

En primera instancia estuvieron las intensas persecuciones religiosas, que enviaban al calabozo, la horca u hoguera a todo aquel que profesara un saber o conocimiento diferente al admitido por la religión oficial. Esto motivó a muchos alquimistas a permanecer en el anonimato y a disfrazar sus enseñanzas con el simbolismo religioso imperante. Esta es la tónica característica de los siglos medievales y la explicación principal de la proliferación de imágenes religiosas tan especiales durante esa época.

Una segunda razón que motivaba a los alquimistas a mantenerse en secreto eran las persecuciones por parte de los poderosos y gobernantes, que deseaban extraer a toda costa, recurriendo sin asco a la tortura y asesinato, el secreto para la fabricación del oro con el cual aumentar sus riquezas o mitigar sus deudas. El caso del alquimista Alexander Sethon, apodado "el cosmopolita", es el más triste ejemplo de esta situación.

Como tercer punto tenemos la tradición hermética, propia de los templos egipcios y de los misterios griegos, la cual conocedora del alma humana sabía que todo aquello que es de difícil acceso motiva al hombre a darle un justo aprecio. Por ello, cubrían la enseñanza alquímica de gran misterio y secreto, dándola de a gotas a aquellos estudiantes que, pasando por duras pruebas, apreciarían el conocimiento alquímico como si fuese oro puro. Por otro lado, el uso de la metáfora y simbolismo por parte de los Maestros era un recurso encaminado a "hacer pensar" a los estudiantes, forzándolos a trascender sus habituales estados de conciencia y situarlos, así, en planos intelectuales más elevados.

Una cuarta razón que motivaba al secreto de la enseñanza, era el temor de que algunas de las técnicas alquímicas fuesen mal empleadas por aficionados del arte y ello les provocara más desgracias que beneficios en sus vidas.

Con el paso de los siglos la alquimia fue tornándose más oscura e incomprensible, con lo cual el número de los interesados en ella empezó a disminuir, por considerarla un arte vano y fantasioso. Esto motivó a los Maestros a "abrir sus puertas" y hacerla más accesible a la mentalidad de la época. Esta rama de la alquimia se hizo característica en el mundo oriental debido, principalmente, a su cultura de mayor tolerancia ideológica y sincretismo religioso. Los maestros orientales pensaron que si la alquimia alcanzaba una gran divulgación entre las masas se evitaría, por un lado, la falta de estudiantes y, por el otro, el empleo incorrecto de las técnicas. A ellos no les preocupaba que el Gran Secreto de la alquimia fuese a caer en manos inadecuadas, sabían que:

“El secreto se protege a sí mismo y se basa en el espíritu y la práctica de la enseñanza”.

Esto significaba que solo tras una práctica perseverante y honesta le era posible al estudiante alcanzar la tan ansiada Piedra Filosofal y que para que esta práctica fuese conducida por la senda correcta el Espíritu debía conservarse alerta, despierto y puro.

Con esta firme convicción iniciaron la propagación del conocimiento alquímico, con tanto éxito que consiguieron inocular en el alma colectiva, costumbres y cultura de sus naciones los principios y conceptos de la Gran Obra.

A través de una doctrina simple y directa se encargaron de que en cada generación existiese, al menos, un estudiante que asimilara correctamente la enseñanza y la perpetuara en el tiempo a la siguiente generación.

Habrá quienes estimen diferentes las escuelas alquímicas de oriente y occidente en lo relativo a sus metas u objetivos. Discrepamos absolutamente con ellos. Consideramos a la Alquimia como una sola, sin importar si sus labores y esfuerzos se realizan en el plano macrocósmico o en el microcósmico.

Como es arriba es abajo, leemos en la Tabla Esmeralda, a lo cual nosotros ampliaríamos la idea agregando: Como es adentro es afuera, como es en el microcosmos es en el macrocosmos. Y estamos seguros que con ello no estaríamos violentando en absoluto este famoso principio hermético.

La comprensión profunda de esta ley, provocó que muchos alquimistas, tanto de oriente como de occidente, pero especialmente orientales, intentasen la obtención de la Piedra Filosofal o Medicina Universal en el plano microcósmico. Sus mentes, sencillas y prácticas, apegadas en todo a la naturaleza, les hizo elegir el camino más próximo y seguro para la consecución de la Gran Obra. ¿Por qué buscar afuera lo que podían encontrar adentro?

Sabemos, por las innumerables horas dedicadas a leer las obras del maestro Fulcanelli, que a éste no le eran desconocidas las tradiciones alquímicas de extremo oriente y sabemos, también, que si las menciona en sus escritos no es por mera casualidad o para hacer gala de su erudición. Cuando un alquimista dice o escribe algo jamás es producto de la casualidad, vanidad o el exceso. Es una señal de algo, un signo, puesto ahí para el estudioso que posee ojos para ver y oídos para escuchar. Fulcanelli nos señala:

"Una leyenda china cuenta a propósito del sabio alquimista Hujumsin, elevado a la categoría de dios tras su muerte, que habiendo dado muerte este hombre a un dragón horrible que asolaba el país, ató el monstruo a una columna” (2).

Y si esta acotación a la alquimia china no fuese suficiente, el insigne maestro vuelve a mencionar la leyenda, en otra parte de su obra, como una nota aclaratoria a pie de página, indicando:

“... el célebre alquimista Hujumsin, elevado a la divinidad por haber descubierto la piedra filosofal, había dado muerte a un terrible dragón...” (3).

Entonces que no quepa la menor duda que, tanto la alquimia practicada en la China imperial, como aquella que florecía en la Europa medieval, eran la misma ciencia que pretendía a través de su arte obtener la Piedra Filosofal. Similar situación encontramos en el continente indio:

"Entre los antiguos hindúes, la materia filosofal estaba representada por la diosa Mudevi (humedad, podredumbre). Nacida se dice del mar de leche, se la representaba pintada de color verde, montada en un asno y llevando en la mano una banderola en medio de la cual se veía un cuervo” (4).

Las palabras de Fulcanelli no son antojadizas, tienden un hilo invisible entre las escuelas alquímicas de Oriente y Occidente. Hilo sin el cual no habríamos podido relacionar las enseñanzas de ambas ramas filosóficas, ni explicar a una a la luz de la otra.

Por regla general la tradición afirma que la alquimia proviene de Egipto. Sin embargo, Fulcanelli sin negar esta tradición la amplía afirmando:

"Nacida en Oriente, patria del misterio y de lo maravilloso, la ciencia alquímica se ha expandido por Occidente a través de tres grandes vías de penetración: bizantina, mediterránea e hispánica. Fue, sobre todo, el resultado de las conquistas árabes. Este pueblo curioso, estudioso, ávido de filosofía y de cultura, pueblo civilizador por excelencia, constituye el vínculo de unión, la cadena que relaciona la antigüedad oriental con la edad media occidental...

... Los árabes, discípulos de los griegos y de los persas, transmitieron a Europa la ciencia de Egipto y de Babilonia, aumentada por sus propias adquisiciones, a través del continente europeo (vía bizantina), y hacia el siglo VIII de nuestra Era” (5).

Nos es necesario recordar que los árabes también fueron el pueblo de contacto entre la cultura asiática, de extremo oriente, y el mundo europeo, no sólo a través del tráfico de mercancías exóticas y especias por medio de la bien conocida Ruta de la Seda, sino en el intercambio de ideas y corrientes filosóficas. Este hecho ha provocado que algunos investigadores piensen que la alquimia llegó a Europa desde India y China, teoría que no estaría en pugna con los orígenes egipcios si fuésemos capaces de aceptar la leyenda greco-egipcia que afirma que el Arte Sagrado tuvo su cuna en Hiperbórea. Desde allí se habría extendido a la Atlántida y, por medio de ésta, a Egipto, Babilonia, Persia y Grecia. A este respecto, algunas escuelas hindúes y chinas señalan que sus enseñanzas fueron propagadas por pueblos venidos del norte, lo que indicaría orígenes polares o hiperbóreos.

Similar tradición guardaban las tribus nórdicas de la Europa septentrional con respecto a sus ciencias mágicas y guerreras.

Sin embargo, para el practicante, poco importa la veracidad histórica de estas afirmaciones. Lo importante es saber que la Alquimia fue practicada, casi en forma simultánea, tanto en el mundo oriental como occidental.

Por otro lado, la leyenda mencionada no deja de ser interesante por el significado que encierra. Hiperbórea (más allá del viento del norte), según la mitología griega, es el lugar donde el dios Apolo permaneció inmediatamente después de su nacimiento y en donde cada diecinueve años, período que necesitan los astros para efectuar una revolución completa y volver a su posición inicial, el dios celebraba sus fiestas durante la noche de equinoccio de primavera. Por su parte, Atlántida, según el mito, era la isla donde reinaba Atlante o Atlas, el titán que sostenía en sus hombros la bóveda celeste.

Es fácil, entonces, entender el mensaje de la leyenda. Hiperbórea es la residencia del Sol, el dador de luz, calor y vida. Atlántida es el hogar del Espíritu que "sostiene al firmamento". Por tanto, cuando se afirma que la Alquimia proviene de Atlántida e Hiperbórea, a los adeptos no les interesa señalar tanto su origen histórico o geográfico como su fuente espiritual y energética: el Espíritu Igneo que sostiene al universo.

Este tipo de metáforas, semi-históricas, semi-leyendas, forman parte de un método de enseñanza al cual recurren con mucha frecuencia los alquimistas, especialmente del pasado, y que dio por resultado una amplia cantidad de mitos.