AdAm KaDmOn...eL HoMbRe CeLeStE...

domingo, 15 de agosto de 2010

 



“El Hombre arquetipo; la Humanidad. El "Hombre celeste" no caído en el pecado. Los cabalistas lo relacionan con los diez Sephiroth en el plano de la percepción humana. En la Kabbalah, Adam Kadmon es el Logos manifestado. El Inmanifestado es el primer ejemplar Hombre ideal, y simboliza el Universo in abscondito, o en su "privación" en el sentido aristotélico. El primer Logos es la "Luz del Mundo...

Los
cabalistas consideran a las diez Sephiroth y a los
Senderos como una unidad indivisible, para formar lo que
se denomina “Adan Kadmon”, o el Hombre Celestial.
Podemos suponer que las Sephiroth son los principios
cósmicos operativos en el macrocosmos –universales-, y
de acuerdo con esto, ya que “Lo mismo que es arriba es
abajo”, tienen su reflejo en el hombre como
particulares. En este capítulo se intentará
correlacionar a las Sephiroth con los principios que hay
en el hombre, y nos esforzaremos en trazar
correspondencias y paralelismos entre diversos sistemas
de psicología mística.

“¿Qué es el hombre? ¿Es simplemente piel, carne, huesos
y venas?”

“¡No! Lo que constituye el verdadero hombre es el Alma,
y lo que se llama la piel, la carne, los huesos y las
venas, todo esto es simplemente un velo, una cubierta
exterior, pero no del Hombre en sí mismo. Cuando el
hombre se pone en marcha, se despoja de todas esas
prendas con las que estaba vestido. Todos estos huesos y
tendones, y las diferentes partes del cuerpo están
formados en los secretos de la Sabiduría Divina, tras la
Imagen Celestial. La piel tipifica a los cielos que son
infinitos en extensión, cubriendo a todas las cosas como
con una prenda... Los huesos y las venas simbolizan al
carro divino, los poderes internos del hombre. Pero
éstas son las prendas exteriores, pues en la parte
interior está el profundo misterio del Hombre Celestial”
(Zohar).
Esa
cita del Sepher haZohar es la base sobre la que se ha
construido un sistema coherente de psicología o
pneumatología, que puede parecer realmente muy extraño a
aquellos que no estén familiarizados con las ideas
generales sostenidas por el misticismo. Pero la idea de
un hombre interno que usa una mente y un cuerpo como
instrumentos para la obtención de experiencia y, de esa
forma, autoconciencia, es inherente a cada sistema
místico que ha visto la luz del sol. Las clasificaciones
de la naturaleza del hombre usadas por las diversas
escuelas de misticismo están tabuladas en el esquema
adjunto, usando a las diez Sephiroth como la base para
la comparación.










En su análisis del hombre, los cabalistas encontraron
que, mano a mano con el cuerpo físico, el hombre tenía
una conciencia-deseo automática, o formadora de hábitos,
que le daba ímpetu y voluntad en ciertas condiciones. Se
cuidaba de las funciones de su organismo al cual
raramente se prestaba atención consciente, tales como la
circulación de la sangre, el latir del corazón, y los
involuntarios movimientos del diafragma que producen la
inspiración y espiración de la respiración. También
notaron la facultad e la razón y de la crítica, el poder
por el cual un hombre va desde las premisas a la
conclusión. Y, por encima y más allá de todo esto,
estaba la entidad espiritual que usaba este cuerpo, que
utilizaba este deseo y esta conciencia racional.

Debería también estar bastante claro para el análisis
corriente, que en el hombre aparecen estas tres “vidas”
distintas. Para explicar el párrafo anterior en una
forma ligeramente diferente, podemos decir que hay: la
vida del cuerpo, con su multitud de deseos e instintos,
y con toda la maravillosa maquinaria del cuerpo en
funcionamiento. Algunos cabalistas han denominado a este
aspecto del hombre la “Nephesch”, el alma animal –sin
redimir-. Después está su personalidad –la “Ruach”, un
“YO” constantemente cambiante e inquieto, que conocemos
y por el cual somos conscientes de nosotros mismo.
Finalmente, una conciencia superior, trascendiendo a
todas éstas y abarcándolas al mismo tiempo, es la “Neschamah”,
el Ego Verdadero.
La
“Nephesch” fue parcialmente investigada por Freud, Adler
y Jung, y además de todas las teorías, sus hechos
observados concuerdan con la tradición cabalística. La
“Ruach” ha merecido la atención de los filósofos, y la
“Neschamah” parece haber sido tristemente olvidada.
La
división anterior se llama la triple clasificación del
hombre, y es similar al concepto cristiano ortodoxo de
Cuerpo, Alma y Espíritu. En esta relación se podría
añadir todavía otro principio postulado por la Cábala:
la Neschamah de esta clasificación correspondería al
concepto hindú de Jivatma, el alma o el sí mismo
condicionado.
En
la misma filosofía tenemos el concepto de Paramatma, el
Yo Superior (Self Supremo), habiendo un paralelismo en
el texto zohárico llamado “Zureh”, un prototipo
celestial, espiritual y perfecto que nunca abandona su
morada en el “Olam Atziluth” (ver Capítulo Siete). Los
zoharistas conciben al “Zureh” relacionado de alguna
forma con la “Neschamah” por lazos espirituales y
magnéticos. Isaac Myers tiene unas referencias muy
interesantes que hacer a este respecto. Dice que por
devoción, la voluntad mágica elevará la Neschamah hasta
su Zureh, uniéndose entonces. “El alma superior
prototípica se excita y, por influencia mística, se
encadena entre sí.” Esta idea cae dentro del misticismo
de la Cábala, donde la doctrina del éxtasis juega un
papel determinante, y pertenece, por tanto, a un
capítulo posterior.
Los
cabalistas tienen otra forma de ver la constitución del
hombre –esta vez desde un punto de vista más práctico-.
Está basado en lo que se llama la fórmula del
Tetragrammaton, o el atribuir las cuatro letras YHVH
הוהי
a diversas partes del hombre.
La
primera Sephirah, Kether, la Corona, no suele incluirse
en este método particular; o, cuando lo está, se le
llama simplemente Dios, o el objetivo de la vida al cual
un hombre aspira a unirse.
Y
י
se atribuye a Chokmah, y es denominada el Padre. En los
sistemas hindúes correspondería a Atma, el Sí Mismo. La
Madre es Binah, la Shechinah Celestial, y la primera Heh
ה
es su letra. La Envoltura Causal sería el equivalente
del Yoga. La siguiente es el Hijo, que está en Tiphareth,
pero, en realidad, el agregado hexagonal de seis
Sephiroth tiene su base o centro en Tiphareth. La letra
del Hijo es la V ו
–correspondiendo el concepto general al Sukshmopadhi, o
el Cuerpo Sutil-. Ahora, Malkuth, el Reino, es
denominada la Virgen No Redimida, y es la Nephesch, el
Alma animal del Hombre, o el Sthulopadhi. Es la letra
Heh ה
final.
El
Hijo es el Augoeides, El que Brilla con Luz Propia, el
Alma Espiritual del Hombre. Es también, de acuerdo con
otro sistema, el Santo Ángel Guardián; y el objetivo de
esta clasificación particular es que la Virgen no
redimida, la “Nephesch”, debe desposar al Novio
Celestial, el Hijo del Padre de Todo, que está en
Tiphareth. Este proceso se denomina el logro del
Conocimiento y la Conversación con el Santo Ángel
Guardián. Es la boda alquímica, las nupcias místicas de
la Novia y el Novio Celestestiales. Esta unión hace de
la Virgen una mujer embarazada (Aimah, que es Binah), y
a ella finalmente se une el Padre –y ambos, por esta
razón, son absorbidos por la Corona-. Esta aparente
oscuridad puede clarificarse de forma considerable: la
Heh final es la Nephesch o subconsciencia. Normalmente,
la mente consciente de uno, Vau o el Hijo, está en
conflicto terrible con el sí mismo subconsciente, y el
resultado es la confusión y desorganización de toda la
conciencia. El primer objetivo de una persona debe ser
reconciliar el ego consciente con la mente
subconsciente, y situar el factor de equilibrio entre
dos. Esta idea es elaborada por Jung en su comentario a
“El Secreto de la Flor de Oro”, de R. Wilhem. Cuando
esta fuente corriente de conflicto ha desaparecido, o,
como este viejo simbolismo dice, cuando Vau y la Heh
final se han casado, uno está en posición de obtener el
Entendimiento, que es Binah, la primera Heh, y la Madre.
Desde el Entendimiento que es Amor, puede surgir la
Sabiduría. La Sabiduría es Y, el Padre, Chokmah. Con la
unión en uno mismo de la Sabiduría y el Entendimiento,
puede adivinarse el propósito de la vida, y también el
objetivo previsto al final de la misma, y los pasos que
conducen a la consumación de la Unión Divina pueden
establecerse sin peligro, sin miedo y sin los conflictos
corrientes de la personalidad.

Puedo añadir, simplemente de paso, que una fórmula
mágica muy influyente se deriva de esta clasificación.
Hay
otra clasificación, un poco más filosófica, que muchos
prefieren. Se deriva, esencialmente, de “El Comentario a
las Diez Sephiroth”, escrito en hebreo por Rabbi Azariel
ben Menaham, ya mencionado. Se distinguió como filósofo,
cabalista y talmudista., y fue alumno de Isaac el Ciego,
el fundador de la Escuela Cabalista de Gerona. Su
comentario, antes mencionado, está escrito en forma
remarcablemente lúcida y académica, y la clasificación
es extremadamente satisfactoria.









Su clasificación hacía del hombre una entidad que poseía
seis aspectos diferentes. No debe creerse tontamente que
Rabbi Azariel suponía que estas seis divisiones del
hombre podían separarse y cualquiera de ellas ser
apartada. Las seis divisiones son únicamente aspectos de
“una” entidad cuya naturaleza es la conciencia. El
Hombre, como un todo, comprendiendo sus diversas
funciones y poderes y las Sephiroth son una Unidad
Integral.

Rabbi Azariel caracterizó a la Tríada de Sephiroth de
los Supremos como el denominado Hombre Inmortal. Kether
es la Mónada, el centro no ampliado e indivisible de
fuerza espiritual y conciencia –la “Yechidah”, que se
traduce por “el Único”, o el Sí Mismo Real, que es el
Peregrino Espiritual Eterno, que se encarna de vez en
cuando “para disfrutar entre los vivos”. Es el punto
quintoesencial de conciencia, haciendo al hombre
idéntico a cualquier otra chispa de divinidad y, al
mismo tiempo, diferente en relación a su punto de vista
individual. Algunos le llaman el Khabs o la Estrella,
del que se ha escrito: “Adora, por tanto, el Khabs y
contempla su luz derramada sobre ti.” Es el Atma de los
hindúes, la Super Alma Universal, o Sí Mismo en el
corazón de cada ser, la Eterna Fuete de Vida, Luz, Amor
y Libertad.
En
esta serie particular de correspondencias, a Kether se
le atribuye el planeta Neptuno, que es el vicerregente,
por decirlo de alguna manera, de la Noche, la
personificación del Espacio Infinito. Está, de esa
forma, remoto, solo, perdido en sueños, entresueños,
aspiraciones y santidad –suspendido sobre las cosas
cósmicas-, lejos y más allá de las insignificantes cosas
de la tierra. También se atribuye aquí el más alto de
los Chakras, el Sahasrara, que en el sabio iluminado se
compara a un hermoso loto de mil y un pétalos.
En
su descenso hacia la manifestación y la materia, la
Yechidah añade a sí misma un vehículo creativo de una
naturaleza ideal, la Chaiah, que es la Voluntad o
impulso creativo del Punto-de-Vista-Original. Su título
teosófico es Buddhi, el vehículo espiritual directo de
Atma. El término vedántico es Anandamayasoka, la
Envoltura de Bendición, y en el Raja Yoga es Karanopadhi,
o el instrumento o vehículo causal. Su chakra o centro
de nervios astral es el Ajna, de dos pétalos, situado en
el cráneo, en o cerca de la glándula pineal, que algunos
ocultistas afirman que es un Tercer Ojo atrofiado, el
órgano físico de clarividencia espiritual verdadera o
intuición. Su planeta es Urano, simbolizando el
altruismo y el poder mágico del hombre, capaz de
maldades sin nombre, lo mismo que de bondades, pero
vital y necesario a su ser; además, está capacitado para
la redención, y cuando es redimido constituye el mayor
poder posible para lo bueno.
El
tercer aspecto de la entidad inmortal es la “Neschamah”
o Intuición, la facultad para la comprensión de la
Voluntad de la Mónada. En Teosofía, éste es el Supremo o
Buddhi-Manas, que, juntamente con el Atma-Buddhi, es el
dios de alto y noble rango que se encarna en las formas
burdas de las razas tempranas de la humanidad para
dotarles de mente. Los Manasaputras tienen ambas
relaciones, las de Mercurio y del Sol. Los vedantistas
llaman a este principio el Vijnanamayakosa, la Envoltura
de Conocimiento; y su correspondiente chakra en el yoga
es el Visuddhi, que se supone localizado en el cuerpo
sutil, en la espina vertebral, en un punto localizado en
la laringe.

Esta Trinidad de la Mónada espiritual original, su
vehículo creativo, y la intuición, forman una Unidad
Integral sintética que, filosóficamente hablando, puede
denominarse el Ego Trascendental. Es una Unidad en una
única forma, y sus atributos se resumen en las tres
hipótesis hindúes, más reales quizás en las Sephiroth,
que las partes del hombre de Sat, Chit, Ananda; el Ser
Absoluto, la Sabiduría y la Bienaventuranza.

“Más abajo” del hombre real existe esa parte de él que
es perecedera –el denominado sí mismo inferior-. “Más
abajo” e “inferior” se usan claramente en un sentido
metafísico, y el lector no debe imaginar que las partes
del hombre enumeradas aquí están sobrepuestas unas con
otras como, por ejemplo, las capas de una cebolla. Todas
están interpretadas entre sí, y ocupan la misma posición
por lo que se refiere al espacio exterior. El aforismo
de Madame Blavatsky referido a los cuatro mundos encaja
aquí perfectamente; estos diversos principios están en
“coadunitio” pero no consustancialidad.
Las
Sephiroth superiores pueden ser consideradas como reales
e ideales, y las siete inferiores como actuales, y el
espacio en blanco, entre el concepto mental de ideal y
actual, puede considerarse que corresponde al Abismo,
donde todas las cosas existen en potencia –pero sin
significado en sí mismas-. El Abismo es la fuente de
todas las impresiones, y el almacén, por así decirlo, de
los fenómenos.
Más
abajo del Abismo está la “Ruach”, el Intelecto, esa
parte de la conciencia individualizada de una persona
que se vuelve consciente de las cosas, las desea e
intenta conseguirlas. Es una “máquina” creada,
desarrollada o inventada por el Sí Mismo para investigar
la naturaleza del Universo. Es esa parte de uno mismo
que consiste en sensaciones, percepciones y
pensamientos, emociones y deseos. Blavatsky llama a este
pirncipio Manas, o mejor dicho, Manas inferior –ese
aspecto del Manas “más próximo” a la naturaleza kármica-,
y en el Vedanta se conoce como el Manomayasoka o la
Envoltura Mental; el Raja Yoga incluye en él varias de
las características de la Nephesch, llamándole el
Sukshmopadhi o cuerpo sutil. Su chakra astral es el
Anahata, que está en, o cerca, del corazón físico.
La
“Ruach” comprende la cuarta, quinta, sexta, séptima y
octava Sephiroth, cuyas atribuciones son respectivamente
Memoria, Voluntad, Imaginación, Deseo y Razón.
La Memoria es la materia de la misma conciencia. Es,
para usar una metáfora, el mortero de la arquitectura de
la mente, esa facultad integrante que combina todas las
diversas sensaciones e impresiones. La Voluntad es un
principio incoloro movido por, y comparable al, deseo.
Es el poder del Sí Mismo Espiritual en acción. En la
vida corriente no es, como debería ser, el sirviente del
hombre, sino que le gobierna con una barra de hierro,
obligándole a esas cosas de las que él intenta huir.
La
Imaginación es una facultad muy mal comprendida, la
mayoría de las personas piensan en ella como una
fantasía completa, usada mientras se sueña despierto. En
realidad, sin embargo, es la facultad reina, pues con la
Voluntad es el importantísimo principio usado en las
operaciones de Magia o Cábala Práctica.
La
Emoción o el principio teosófico de Karma (el “Ello” de
Sigmund Freud), es ese elemento de deseo o emoción que
puede ser totalmente dominado por la “Nephesch”, o
controlado por la “Neschamah”.

Hemos considerado ya la facultad de razonar que tiene la
“Ruach” en un capítulo anterior –“El Foso”-. En su
“Océano de Teosofía”, William Quan Judge, uno de los
antiguos fundadores de la Sociedad Teosófica, y un
cooperador de Madame Blavatsky, escribió que esa razón y
la fría facultad lógica no es sino el aspecto más
inferior de Manas. Y esto es obvio si tomamos como punto
de referencia el Árbol de la Vida. La Razón es
únicamente la octava Sephirah. Las partes superiores de
la “Ruach” son una Imaginación que cuando se
espiritualiza, junto con la Voluntad, se convierten en
esas dos facultades de suprema importancia para la
Magia, como ya se ha dicho antes. Pero son todavía “Ruach”.
Sus equivalentes espirituales son “Chokmah” y “Binah”,
Sabiduría y Entendimiento; o Chaiah y Neschamah, el Self
Verdadero Creativo y el Self Intuitivo. La asunción de
que la “Ruach” es el aspecto inferior del Pensador se ha
visto corroborada por la historia de la filosofía. Para
el análisis de la esencia del intelecto se muestra tan
inaccesible como lo es la naturaleza de los cuerpos
externos, y algunos filósofos, observando este hecho y
la experiencia de que la mente no era sino una sucesión
de estados de conciencia y una aparición asociada de
varias relaciones, consideraron que la existencia del
Alma no estaba probada –confundiendo la idea de un Alma
con el instrumento que la mente usa-. Hume y Kant
demostraron su inherente naturaleza autocontradictoria,
pero el primero no percibió un principio integrante
permanente que actúa mediante las impresiones. Por
consiguiente razonó –con su Ruach, que es incompetente
para discutir sobre tal punto, ya que su naturaleza es
autocontradictoria, que el Alma, no siendo una impresión
o una sensación, ni una entidad a la que se pueda
señalar teniéndola allí para el análisis cuando se hace
una introspección, no existía; olvidando todo el tiempo,
o no consciente del hecho, lo que es el Alma, o como
dirían los cabalistas, el Hombre Verdadero por encima
del Abismo, quien está haciendo la introspección y
examinando los contenidos de su propia Ruach.
La
Ruach es el ego falso o empírico. Es esa parte de
nosotros que se llama “YO”, y es justamente ese
principio que no es “YO”. Sus modos cambian con el paso
de los años. Más aún, sus contenidos nunca son los
mismos de un momento a otro. La destrucción del
atractivo cautiverio que la Ruach ejerce sobre nosotros,
permitiendo de esa forma que la luz de la Neschamah y
los principios más elevados brillen para iluminar
nuestras mentes y nuestras vidas cotidianas, es una de
las más importantes tareas del misticismo. De hecho, la
abnegación de este falso ego (bitol hoyesh) es el logro
esencial de todo el desarrollo espiritual.

Algunos cabalistas postulan una Sephirah llamada Daath o
Conocimiento, que es el hijo de Binah y Chokmah, o una
sublimación de la Ruach, que se supone que aparece en el
Abismo en el curso de la evolución del hombre como una
facultad desarrollada. Sin embargo, se trata de una
falsa Sephirah, y el Sepher Yetzirah, anticipándose, nos
avisa lo más enfáticamente posible de que: “Diez son las
inefables Sephiroth. Diez y no nueve. Diez y no once.
Comprended con Sabiduría y entended con cuidado.” Es una
Sephirah no existente porque, por alguna razón, cuando
se examina el Conocimiento vemos que contiene a sí mismo
–como la progenie de Ruach- el mismo elemento de
autocontradicción, y estando situada en el Abismo,
dispersión y, por tanto, autodestrucción. Es falsa
porque, tan pronto como el conocimiento se analiza de
forma crítica y lógica, se deshace en el polvo y arena
del Abismo.
La
unidad de las diversas facultades mencionadas, sin
embargo, constituye la Ruach, que es denominada el Alma
Humana.
El
siguiente principio es la Nephesch, la parte densa del
espíritu, el elemento vital que está “en rapport” con
Guph, el cuerpo y el origen de todos los instintos y
deseos de la vida física. Es la parte animal del alma,
ese elemento de ella que se pone, la mayoría de las
veces, en contacto con las fuerzas materiales del
universo real exterior.
La
Nephesch es, en realidad, un principio dual; sus dos
aspectos consisten en: a) lo que los hindúes llaman
Prana, el elemento eléctrico, dinámico y vivificante que
es la vida; y b) el Cuerpo Astral (Tselem). Están
considerados los dos, en la Cábala, con el título de
Nephesch, porque la acción del prana es desconocida e
imposible sin el medio del cuerpo astral. Hay una parte
del Zohar que se refiere a las prendas con las que el
Alma o lo Incorpóreo se viste, y habla del cuerpo astral
en términos muy peculiares:

“Una túnica exterior que existe y no existe; es vista y
no vista. Con esa túnica la Nephesch se viste y vuela,
de una lado a otro del mundo.”
En
otro lugar hay postulados inequívocos del cuerpo astral:

“En el Libro del Rey Salomón encontramos: Que en el
momento del logro de la visión abajo, el Santo, bendito
sea, manda un ‘deyooknah’, un fantasma o sombra
fantasmal como el retrato de un hombre. Está dibujado a
Imagen Divina (tselem)... y en ese tselem se crea el
hijo del hombre... en este tselem se desarrolla, crece,
y en este tselem, de nuevo, abandona esta vida.”
El
postulado del Cuerpo Astral aumenta con la consideración
de que en el cuerpo físico hallamos un “algo” además de
materia; algo cambiante, es cierto, pero indudablemente
la misma cosa desde el nacimiento hasta la muerte.
La
Nephesch está en Yesod, la Luna, la base cuyo atributo
es la Estabilidad en el Cambio. Este “algo” a lo que nos
referimos es la Nephesch, sobre la cual el cuerpo físico
es moldeado, pues la Cábala considera al cuerpo
impermanente y en una condición de flujo perpetuo. No es
nunca el mismo de un momento a otro, y dentro de un
período de siete años tendrá una serie de partículas
completamente nuevas. Pero, a pesar de esta constante
liberación de átomos, etc..., hay algo que persiste
desde el nacimiento hasta la muerte, cambiando un poco
su aspecto, pero permaneciendo lo mismo, dando al cuerpo
una apariencia más o menos consistente durante toda su
vida. Este doble astral o Cuerpo de Luz, como también se
le llama, está también compuesto de materia en un estado
totalmente diferente de la del cuerpo físico; es sutil,
magnética y eléctrica. La Nephesch forma un vínculo
entre el cuerpo y la Ruach, y si intentamos dibujar en
nuestras mentes la imagen de un hombre desde su
nacimiento hasta su muerte, incorporando a la imagen
todos los rasgos y peculiaridades de la niñez, madurez y
senilidad, todo ampliado en el tiempo, ese concepto
expresará la idea de un cuerpo astral, o el
Pranamayasoka del Vedanta.









El principio de Guph, el cuerpo físico, se atribuye a
Malkuth, el Reino, la esfera de los cuatro elementos, y
es demasiado conocido para necesitar más comentarios o
descripciones. Solamente añadiré que la influencia
predominante del alma sobre el cuerpo, siendo el cuerpo
interpenetrado y rebosante en todas sus partes por el
Hombre Real, y dependiente de él como la fuente de su
vida, son las implicaciones de las ideas del Zohar sobre
el alma. El Sepher Yetzirah hace un grupo elaborado de
atribuciones del Árbol presentando las diversas
funciones físicas del hombre, pero éstas no son de mucha
importancia para nuestro propósito presente.
Me
he abstenido de discutir aquí los diversos problemas y
doctrinas de la llamada Cábala Doctrinal, como la
Evolución del Universo y del Hombre, la Reencarnación,
la Causalidad aplicada a la Retribución porque, habiendo
postulado originalmente la incapacidad de la Ruach para
tratar adecuadamente tales problemas, no sería útil
dedicarse a una exposición de estos puntos.
Particularmente sería así teniendo en cuenta los
conceptos zoháricos y post-zoháricos de Gilgolem, la
Reencarnación. Gran cantidad de pensamiento suelto y de
asunción injustificada caracteriza a la literatura
cabalística que se refiere a este aspecto de la doctrina
esotérica, y opino que, únicamente mediante un
conocimiento profundo y bien asimilado de filosofías
comparativas y enseñanza esotérica, se puede conseguir
cualquier significado o satisfacción intelectual de, por
ejemplo, “Gilgolem”, de Rabbi Isaac Luria. En cualquier
caso, esta doctrina y las otras ya mencionadas sólo
pueden ser resueltas y comprendidas por una persona que
haya llegado a una comprensión de su Verdadera Voluntad,
conociéndose a sí mismo y sabiendo que es una Entidad
Inmortal, una Estrella que persigue su libre camino a
través de los cielos infinitos desde una eternidad a
otra, no simplemente de forma racional, sino como
resultado del “esh ha Ruach”, la experiencia intuitiva y
espiritual.