Medicina energética e intuición...

domingo, 15 de agosto de 2010

 


"Anatomía del espíritu"

1. Medicina energética e intuición - El campo energético humano - Primer principio: La biografía se convierte en biología...1 Parte...

1.Medicina energética e intuición

Cuando hablo de la intuición
suelo decepcionar a algu­nas personas, porque estoy firmemente
convencida de que la visión simbólica no es un don sino una habilidad,
una ha­bilidad que tiene su base en la propia estima. Desarrollar esa
habilidad, y un sano sentido de sí mismo, resulta más fácil cuando se
piensa con las palabras, los conceptos y los prin­cipios de la medicina energética. Así pues, mientras lee este capítulo piense que aprender a utilizar la intuición es apren­der a interpretar el lenguaje de la energía...

El campo energético humano

Todo lo que vive late de energía, y toda esa energía
con­tiene información. Si bien no es sorprendente que quienes practican
medicinas alternativas o complementarias acepten este concepto, lo cierto es que incluso algunos físicos cuán­ticos reconocen la existencia de un campo electromagnético generado por los procesos biologicos del cuerpo.Los cientificos aceptan que el cuerpo humano genera electricidad porque el tejido vivo es energía.El cuerpo físico está rodeado por un campo energético que abarca el espacio que
ocupan los brazos extendidos y todo el largo del cuerpo. Este campo es a
la vez un centro de información y un sistema perceptivo muy sensible.


Quienes practican la medicina energética creen que el campo energético humano contiene y refleja la energía de ca­da persona. Nos rodea y lleva con nosotros la energía emo­cional generada por nuestras experiencias interiores y exte­riores, tanto las positivas como las negativas. Esta fuerza emocional influye en el tejido
físico interno del cuerpo. De esta manera, la biografía de una
persona, es decir, las expe­riencias que conforman su vida, se
convierte en su biología.
Entre las experiencias que generan energía emocional en el sistema energético están las relaciones pasadas y actuales, tanto personales como profesionales, (las experiencias
y re­cuerdos profundos o traumáticos, y todas las actitudes y
cre­encias, sean de tipo espiritual o supersticioso. Las emocio­nes
generadas por estas experiencias quedan codificadas en el organismo y los sistemas biológicos y contribuyen a la for­mación de tejido celular, el cual genera a su ve?, una calidad de energía que refleja esas emociones Estas impresiones energéticas forman un lenguaje energético que contiene una información literal y simbólica. Una persona intuitiva mé­dica puede leer dicha información.
He aquí un ejemplo del tipo de mensaje que podría co­municar el campo
energético. Supongamos que una persona tenía dificultades para
aprender matemáticas en la escuela de primera enseñanza- Normalmente,
saber que doce hacen una docena no supone una carga emocional
susceptible de alterar la salud del tejido celular. Pero si el profesor
o la profesora hu­millaba a esa persona porque no sabía eso, entonces
la expe­riencia tendría una carga emocional que generaría lesión
celular, sobre todo si la persona insiste en ese
recuerdo en la edad adulta, o lo utiliza a modo de piedra de toque para
determi­nar la forma de hacer frente a las críticas, las figuras de
auto­ridad, la educación o el fracaso. Un intuitivo podría captar la
imagen literal de la relación de esa persona con su profesor o
cualquier otro símbolo negativo ligado a esa experiencia.
Las imágenes positivas y la energía de las experiencias positivas también están contenidas en el campo
energético. Piense en alguna ocasión en que alguien le elogiara un
tra­bajo bien hecho, un acto de bondad o la ayuda que prestó a una
persona. Sentirá una energía positiva, una oleada de po­der personal dentro del cuerpo. Las experiencias positivas y negativas dejan registrado un recuerdo en el tejido celular y en el campo energético. La neurobióloga Candace Pert ha demostrado que los neuropéptidos, sustancias químicas ac­tivadas por las emociones, son pensamientos convertidos en materia. Las emociones
residen físicamente en el cuerpo y se interrelacionan con las células y
los tejidos. De hecho, la doc­tora Pert dice que ya no puede separar
la mente del cuerpo, porque el mismo tipo de células que producen y
reciben esas sustancias químicas emocionales en el cerebro están
presen­tes en todo el cuerpo. A veces el cuerpo reacciona
emocionalmente y fabrica sustancias químicas emocionales incluso antes
de que el cerebro haya registrado un problema. Re­cuerde, por ejemplo,
lo rápido que reacciona su cuerpo ante un ruido fuerte, antes de que
haya tenido tiempo de pensar.
En su libro Healing and the Mina, Bill Moyers cita las palabras de la doctora Pert: «Ciertamente hay otra forma de energía que aún no hemos entendido. Por ejemplo, hay una forma de energía
que parece abandonar el cuerpo cuando és­te muere. [...] La mente está
en todas las células del cuerpo.» «¿Quiere decir que las emociones
están almacenadas en el cuerpo?», le pregunta Moyers. «Por supuesto.
¿No se había dado cuenta? [...] Hay muchos fenómenos que no podemos
explicar sin referirnos a la energía.»
Lectura del campo
Además de leer experiencias
concretas y conflictivas de la infancia, a veces la persona intuitiva
puede incluso captar supersticiones, hábitos personales,
comportamientos, cre­encias morales y preferencias en música y
literatura. Otras veces las impresiones energéticas son más simbólicas.
Por ejemplo, de un paciente que sentía una opresión en el pecho que le
dificultaba la respiración, yo recibía la impresión sim­bólica de que
estaba ante un pelotón de ejecución que le dis­paraba al corazón.
Evidentemente eso no le había ocurrido, pero le habían hecho muchas
exploraciones médicas sin con­seguir localizar ninguna causa física de
su trastorno. Cuan­do le comenté mi impresión, me dijo que su esposa lo
había traicionado varias veces con otros hombres, y que él sentía esos
actos exactamente como disparos en el corazón. Ai re­conocer esas emociones, que antes había tratado de pasar por alto, logró resolver sus problemas, tanto los de su matrimo­nio como los de su salud.

La energía emocional se convierte en materia biológica mediante un
proceso complejísimo. Al igual que las emiso­ras de radio operan en
longitudes de ondas energéticas es­pecíficas, cada órgano y sistema corporal está calibrado para absorber y procesar energías emocionales y psíquicas espe­cíficas. Es decir, cada zona del cuerpo transmite energía
en una frecuencia específica, detallada, y cuando estamos sanos, todas
están «sintonizadas armónicamente». Una zona del cuerpo que no esté
transmitiendo en su frecuencia normal in­dica dónde se encuentra
localizado un problema. Un cambio en la intensidad de frecuencia indica un cambio
en la natura­leza y gravedad de la enfermedad, y revela la modalidad
de estrés que ha contribuido a desarrollar la enfermedad.
Esta forma de interpretar la energía del cuerpo se llama a veces «medicina vibratoria». Se asemeja a las prácticas y cre­encias más antiguas, desde la medicina china y las prácticas chamanicas indígenas, hasta casi todas las terapias populares o alternativas. La verdad es que la medicina energética no es nueva; pero yo creo que mi interpretación de ella y de
la for­ma en que podemos utilizarla para sanar espiritualmente, jun­to
con los tratamientos médicos contemporáneos, es única. SÍ una persona
es capaz de percibir que está perdiendo energía debido a una situación estresante, y actúa para corregir esa fu­ga de energía, reduce, sí no elimina completamente, la proba­bilidad de que ese estrés se convierta en una crisis física.
Si bien puedo analizar para usted el lenguaje de la ener­gía para que comience a ver y sentir el campo
energético hu­mano, a entender su correspondiente anatomía espiritual,
a conocer las fuentes de su poder personal y a desarrollar su propia
intuición, tengo cierta dificultad para explicar exac­tamente cómo
adquiero yo esa información energética. Al parecer otras personas
intuitivas tienen la misma dificultad, pero todas captamos la
información que posee el impulso más fuerte, la mayor intensidad. Por
lo general, esos impul­sos están directamente relacionados con la parte
del cuerpo que se está debilitando o enfermando. Normalmente, el
sis­tema energético de la persona sólo transmite la información que es
esencial para que la conciencia conozca el desequili­brio o la
enfermedad. A veces la información simbólica re­sulta perturbadora,
como en el caso de la imagen de «dispa­ros en el corazón». Pero esa
intensidad es necesaria para que el mensaje del cuerpo pueda pasar a
través de las pautas men­tales o emocionales habituales causantes del
desarrollo de la enfermedad. Las intuiciones médicas colaboran con la
in­tención del cuerpo de favorecer su salud y su vida; es decir,
nuestra energía siempre va a buscar la salud, a pesar de lo que podamos
hacernos a nosotros mismos físicamente. Si, por ejemplo, decirnos una
mentira, en la mayoría de los casos nuestro campo energético le comunicará a la otra persona la «realidad energética» de que no estamos diciendo la verdad. La energía no miente; no sabe mentir.

Quedarse con la primera impresión

Cuando reciba una Impresión
intuitiva acerca de sí mis­mo o de la persona a la que está evaluando,
preste atención a cualquier imagen que surja. Muchas personas buscan
las intuiciones y las percepciones sin riesgo, no las sanas, por­que
desean un tránsito sin riesgo hacía el futuro, hacía lo des­conocido.
Así, es posible tener la tentación de descartar una imagen perturbadora
o que no coincide con los propios de­seos o los de la persona a la que
se está evaluando. La mayo­ría de las personas que acuden a mí para
que les haga una eva­luación ya han intuido que algo va mal, pero vienen
con la esperanza de que yo dé otro sentido a sus sensaciones, que les
diga, por ejemplo: «Simplemente se está produciendo en usted un cambio
corporal natural, pero no le pasa nada físi­camente.» Sin embargo, es
importante decir a las personas la verdad, no to que quieren oír. En
multitud de ocasiones he confirmado las impresiones intuitivas
negativas de personas que han acudido a mí. Sus capacidades son ian
exactas como las mías. Esas personas saben que están enfermas; pero,
co­mo yo no comparto su miedo, mis intuiciones pueden in­terpretar la
información mejor que ellas.
Las personas han de hacer frente a
lo que temen. En el caso del hombre de los «disparos en el corazón»,
superfi­cialmente le parecía menos arriesgado evitar enfrentar a su
esposa adúltera con sus sospechas de que lo estaba engañan­do. En lugar
de actuar según sus intuiciones, echó tierra so­bre su dolor y su
rabia, los enterró en su cuerpo, pero esos sentimientos se manifestaron
finalmente en forma de dolor y opresión en el pecho. Su cuerpo y su
espíritu trataron de despertarlo a la necesidad de hacer frente a los
engaños de su mujer; pero, como hacen muchas personas, el esperaba que
no afrontando el problema éste desaparecería. Su cuerpo, no obstante,
le reveló que el verdadero precio de ese método «sin riesgo» era un
peligro para su salud. La historia de este hombre ilustra lo poderosas
que son realmente las intuicio­nes y cómo son capaces de romper y atravesar la actitud más decidida para llevarnos hacia la curación.
La vida es dolorosa a veces, y
espiritualmente estamos hechos para hacer frente a los dolores que nos
presenta la vi­da. En el mundo occidental, sin embargo, solemos
desfigu­rar el plan de Dios y esperar que la vida sea cómoda y sin
problemas. Medimos la presencia de Dios en nuestra vida por el grado de
comodidad personal; creemos que Dios exis­te si se escuchan nuestras
oraciones. Pero ni Dios, ni Buda, ni ningún otro líder o tradición
espiritual garantizan o favo­rece una vida sin dolor. Las enseñanzas
espirituales nos ani­man a crecer, pasando por y dejando atrás las
experiencias dolorosas, cada una de las cuales es una lección
espiritual. Desarrollar la capacidad intuitiva nos servirá para
aprender las lecciones inherentes a nuestras experiencias.

Tener una actitud mental reflexiva
No hay ninguna fórmula fija para
desarrollarla intuición. Algunas personas la desarrollan mediante la
meditación, o gracias al dominio de una habilidad o un deporte. He oído
decir a varias personas que la capacidad intuitiva es conse­cuencia de
un estilo de vida espiritual, pero eso no es exacto. La capacidad
intuitiva la tenemos todos, porque es una habi­lidad de supervivencia y
no tiene una intención espiritual. Sin embargo, mantener una actitud
reflexiva o meditativa facili­ta la recepción de ¡as intuiciones. La
objetividad nos ayuda­rá a interpretar las impresiones que recibimos y a
situarlas en un contexto espiritual simbólico.

La objetividad es la clave
La experiencia me ha enseñado a
discernir entre impre­siones personales e impersonales; mi indicador de
una in­tuición correcta es la falta de emoción. Una impresión cla­ra
no tiene para mí ninguna energía emocional conectada con ella. Si
siento una conexión emocional con una impre­sión, considero que esa
impresión está contaminada. Mu­chas veces, sin embargo, la persona a
quien se está evaluan­do sí siente cierta carga emocional de la
impresión que uno recibe.
A mi juicio, las impresiones no
son ni auditivas ni vi­suales- Más bien son como rápidas imágenes
mentales que contienen una corriente eléctrica muy sutil. Cuando
explo­ro el cuerpo de una persona, me concentro en cada centro de
energía y espero que surja una imagen. Pasados unos cinco segundos
comienzan a surgir las imágenes, y el proceso con­tinúa desarrollándose
hasta que se detiene solo- La duración varía de una persona a otra; la
lectura de algunas personas precisa casi una hora, mientras que las de
otras tardan me­nos de diez minutos.
De vez en cuando me encuentro con
una persona a la que no puedo leer ni ayudar. Sólo puedo preguntarme
por qué ocurre eso. Algunas veces me he quedado con la sensación de que
nada de lo que diga tiene sentido para ella, y otras he tenido la
impresión de que la persona sólo desea un tipo de respuesta muy
concreto que yo no le puedo dar, como por ejemplo por qué ha fracasado
su matrimonio. También soy prácticamente inútil para alguien si estoy
agotada o si en mi mente hay algo intensamente personal.
Para aprender a leer el sistema
energético humano, el pri­mer paso es estudiar los principios
subyacentes a esta prác­tica. A continuación hay que adquirir cierta
experiencia prácti­ca. Este libro le ofrece los conceptos teóricos y
algunos indicadores para explorar su propia capacidad intuitiva. Sin
embargo, cuando esté aprendiendo la técnica y poniéndola en práctica en
su propia vida, debe fiarse de sus reacciones viscerales.

Primer principio: La biografía se convierte en biología...

Según la medicina energética, todos somos libros vivos de historia.
Nuestro cuerpo contiene nuestra historia, todos los capítulos,
párrafos, estrofas y versos, línea a línea, de to­dos los
acontecimientos y relaciones de nuestra vida. A me­dida que avanza la
vida, nuestra salud biológica se va con­virtiendo en un relato
biográfico vivo que expresa nuestras fuerzas, debilidades, esperanzas y
temores.
Todos los pensamientos que ha
tenido una persona han viajado por su organismo biológico y activado
una reacción fisiológica. Algunos pensamientos son como descargas
in­tensas que causan una reacción en todo el cuerpo. Un miedo, por
ejemplo, activa todos los sistemas corporales; el estóma­go se tensa,
el ritmo cardíaco se acelera y tal vez el cuerpo co­mienza a sudar. Un
pensamiento amoroso puede relajar to­do el cuerpo. Algunos pensamientos
son más sutiles, y otros son incluso inconscientes. Muchos no tienen
ningún sentido y pasan por el cuerpo como el aire a través de un
visillo; no precisan atención consciente y su influencia en la salud es
mí­nima. Sin embargo, cada pensamiento consciente, y muchos
inconscientes, sí generan una reacción fisiológica.
Todos los pensamientos, al margen
de su contenido, en­tran primero en los sistemas corporales en forma
de ener­gía. Aquellos que llevan energía emocional, mental, psíquica o
espiritual producen reacciones biológicas que luego se al­macenan en la
memoria celular. Así, nuestra biografía se te­je en nuestro sistema
biológico, poco a poco, lentamente, día a día .
La historia de un joven paciente
de Norm es un buen ejemplo de cómo funciona este proceso- Norm me
telefoneó para consultarme sobre este paciente, dentista, que no se
en­contraba bien en general y se sentía cada vez más cansado. Tenía un dolor agudo en el lado derecho del abdomen y padecía una fuerte depresión.
El agotamiento permanente y progresivo, que embota la claridad mental y emocional,
es un síntoma energético que indica que algo va mal en el cuerpo. La
mayoría de las per­sonas no lo consideran un síntoma porque no duele.
Pero si el agotamiento continúa, aun cuando la persona duerma más
horas, el cuerpo trata de comunicarle que está «enferma ener­gética
mente>> Responder a ese mensaje en la fase de energía a menudo
puede prevenir el desarrollo de una enfermedad.
La depresión es otro síntoma de
que no todo funciona bien. Generalmente en el mundo clínico la
depresión se con­sidera un trastorno emocional y mental. Pero la
depresión prolongada suele preceder al desarrollo de una enfermedad
física. Desde el punto de vista energético, la depresión es
li­teralmente una liberación inconsciente de energía o, si se quiere,
de fuerza vital. Si la energía fuera dinero, la depre­sión sería como
abrir el billetero y declaran «No me impor­ta quién coja mi dinero ni
cómo se lo gaste.» La depresión prolongada genera inevitablemente un
cansancio crónico. Si a uno no le importa quién le coge dinero ni
cuánto, es inevi­table que acabe arruinado. De forma similar, sin
energía no se puede sostener la salud.
Cuando Norm examinó a este
dentista tuvo la impresión de que estaba desarrollando una enfermedad.
Debido al do­lor abdominal, le hizo pruebas y análisis por si tenía
cáncer de páncreas, pero los resultados fueron negativos. Entonces me
llamó a raí. Como es nuestra costumbre, sólo me dijo el nombre y la
edad del paciente, y nada sobre el dolor ni so­bre sus sospechas. En mi
evaluación vi que el costado dere­cho de este hombre, alrededor del
páncreas, estaba generando energía tóxica. Le dije a Norm que ese
hombre estaba car­gado de un enorme sentimiento de responsabilidad y
que eso se había convertido para él en una fuente constante de
an­gustia. Tenía la sensación de que era incapaz de vivir como deseaba,
y esa sensación lo dominaba hasta el punto de ex­cluir cualquier otra
emoción. (Evidentemente todos tenemos sentimientos negativos, pero no
toda la negatividad produ­ce una grave enfermedad física. Para crear
enfermedad, la negatividad tiene que convertirse en la emoción
dominante, co­mo le ocurría a este dentista.)
Después de explicarle mi
evaluación, le dije a Norm que ese paciente tenía cáncer de páncreas.
Él reconoció que ya había sospechado esa enfermedad, pero que los
análisis ha­bían resultado negativos. Se despidió y volvió con su
pa­ciente. Le recomendó que evaluara hasta qué punto le bene­ficiaba su
trabajo. Lo más probable, le dijo, era que tuviera que hacer algunos
cambios para obtener lo que deseaba. El paciente reconoció que deseaba
dejar esa ocupación, pero consideraba que no podía dedicarse a otra
cosa por el efecto que tendría su decisión en las personas que
dependían de él. Norm no le dijo que tenía la frecuencia energética de
cán­cer de páncreas, pero habló con él sobre sus frustraciones
profesionales y trató de ayudarlo a cambiar su actitud nega­tiva. Por
desgracia, el dentista no fue capaz de seguir el con­sejo. Él definía
la responsabilidad como una obligación de preocuparse por los demás
excluyéndose a sí mismo, y fue incapaz de concebir una vida que
incluyera también el cui­dado y la realización de sí mismo.
Pasadas dos semanas, su médico
habitual repitió las prue­bas para detectar el cáncer de páncreas; esta
vez, resultaron positivas. Lo operaron inmediatamente, pero murió a
los cua­tro meses de la operación.
A veces es necesario un esfuerzo
concertado para rea­lizar un cambio mental que permita sanar. Si bien
el dentis­ta no logró aceptar que su frustración profesional y la
sensación de estar atrapado le estaban cambiando la química y la salud
del cuerpo, a otras personas les resulta fácil hacerlo. Sin embargo,
aceptar la idea de que todas las partes de nues­tra vida, desde el
historial físico y las relaciones hasta cada actitud, opinión y
creencia que llevamos dentro, afectan a nuestra composición biológica
es sólo una parte del proce­so de curación. También hay que hacer que
esa aceptación del plano mental pase al físico, introducirla en el
cuerpo, sen­tir visceral y celularmente la verdad y creerla en su
totalidad.
Es muy fácil aprender algo nuevo y
limitarse a aplicar ese conocimiento despreocupadamente. La idea de
que la bio­grafía se convierte en biología supone que hasta cierto
pun­to nosotros participamos en la creación de la enfermedad. Pero, y
éste es un punto importantísimo, no debemos abu­sar de esta verdad
culpándonos o culpando a los pacientes por contraer una enfermedad. La
enfermedad se desarrolla a consecuencia de comportamientos o actitudes
que sólo en­tendemos que son biológicamente tóxicos cuando ya se han
convertido en tóxicos. Solamente cuando la enfermedad nos obliga a
revisar nuestras actitudes nos acercamos a la com­prensión de que
nuestras actitudes cotidianas de temor o amargura son, de hecho,
sustancias biológicamente tóxicas.
Repito, todos tenemos
sentimientos negativos, pero no toda actitud negativa produce
enfermedad. Para crear la en­fermedad, las emociones negativas tienen
que ser dominantes, y lo que acelera el proceso es saber que el
pensamiento nega­tivo es tóxico y, aun así, darle permiso para que
medre en nues­tra conciencia. Por ejemplo, una persona puede saber que
ne­cesita perdonar a alguien, pero decide que continuar enfadada le da
más poder. Continuar obsesivamente enfadada la hace más propensa a
desarrollar un a enfermedad, porque la conse­cuencia energética de una
obsesión negativa es la impotencia. La energía es poder, y transmitir
energía al pasado pensando insistentemente en acontecimientos penosos
resta poder al cuerpo actual y puede conducir a la enfermedad...


"Anatomía del espíritu" Caroline Myss...